sábado, 30 de mayo de 2015

Domingo de la SANTISIMATRINIDAD

Del libro del Deuteronómio: 4, 32-34. 39-40.
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, su Dios, hizo con ustedes en Egipto, ante sus ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.


¡Viva la TRINI!


Hola hermanos y hermanas. P&B.

Hoy que celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad es fácil decir, como titule esta reflexión: ¡Viva la Trini!, quiero aclarar que la "Trini" es una forma que utilizan los jóvenes de la parroquia, en que me encuentro, para referirse a la SANTÍSIMA TRINIDAD, pero veamos si con nuestra vida cumplimos estos vivas con los que aclamamos a DIOS QUE ES TRINIDAD.

Quiero hacer este breve examen utilizando la primera lectura de esta solemnidad:

º ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta? Cuantas veces a la semana leemos la Biblia en nuestras casas y creemos que su Palabra sostiene nuestra vida, es en la que podemos encontrar respuestas para enfrentar los retos y problemas que nos salen día a día. Si recurrimos a la palabra de Dios escrita, si leemos la Biblia y la Biblia abierta de nuestro día cuando descubrimos la presencia de Dios en todo, estaremos diciendo con la vida: ¡Viva la TRINI!

º ¿se oyó cosa semejante? Cuantas homilías hemos escuchado, cuantos temas de formación, cuantos retiros hemos asistido, cuantas veces hemos recibido una palabra de Dios en los instrumentos que Dios llama y no hemos cambiado, no se ha notado que hemos escuchado la voz de Dios. Incluso cuantos años duramos estudiando los que nos preparamos para ser sacerdotes y no es garantía para oír efectivamente la voz de Dios. Si escuchamos y practicamos o nos esforzamos por practicar lo que oimos creo que estaremos diciendo con todo el corazón: ¡Viva la TRINI!

º ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido? Dios nos habla en su Palabra, cuando venimos a la misa, cuando leemos la Biblia en nuestras casas o con nuestros hermanos. También en los acontecimientos, en los hermanos, pero sobre todo en la ORACIÓN, que no es pelar los ojos o poner los ojos en blanco, sino encontrarse con Jesús de verdad, hablar con el como con un amigo, plantearle nuestros planes y que nos diga si Él quiere lo que estamos pensando o solo lo estamos pensando por sobresalir, por mi propio interés y no por los demás. Orar es como entrar en la dimensión de Dios, empaparse de su amor infinito, por eso es ilógico que quien se encuentra de esta forma con Dios siga igual. Cuando oramos, cuando nos encontramos realmente con Jesús algo de nosotros muere, muere el egoismo, muere las malas intenciones, muere los malos pensamientos, muere en fin poco a poco la dimensión del infierno presente en nuestras vidas, y vivimos, creamos el cielo en nuestras personas y en los ambientes; quien ora y se convierte siempre dice con su boca y su vida: ¡Viva la TRINI!

Teniendo en cuenta estas cosas les digo como el libro de Deuteronomio: "Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro." No nos creamos diositos, no nos creamos en nuestros servicios, no controlemos todo como si fuéramos dioses, porque a parte de sufrir nosotros mismos, hacemos sufrir a los demás hermanos que están con buena intención y con buena voluntad en la Iglesia y más aún los alejamos de Dios por nuestro testimonio, por nuestras actitudes. El Señor es el único Dios, y el que no lo reconoce es rigorista, es autoritario, es legalista, estrecho, es un cristiano de plástico, de museo, un cristiano que no se cansa de criticar, enojado con todo. Reconozcamos que Dios es el ÚNICO DIOS y en la medida que lo hagamos iremos cambiando todo nuestro ser.

Digamos con toda nuestra VOZ, pero sobre todo con todo NUESTRO SER, con NUESTRO EJEMPLO BUENO: 

¡VIVA LA SANTÍSIMA TRINIDAD!

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.