domingo, 28 de septiembre de 2014

Homilia del 26º Domingo del Tiempo Ordinario.

De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses: 2, 1-11.

Si algo puede una exhortación en nombre de Cristo, si algo vale el consuelo afectuoso, o la comunión en el espíritu, o la ternura del cariño, les pido que hagan perfecta mi alegría permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo espíritu, un único sentir.

No hagan nada por ambición o vanagloria, antes con humildad estimen a los otros como superiores a ustedes mismos. Nadie busque su interés, sino el de los demás.

Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús, quien, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte en cruz. Por eso Dios lo exaltó y le concedió un nombre superior a todo nombre, para que, ante el nombre de Jesús, toda rodilla se doble, en el cielo, la tierra y el abismo; y toda lengua confiese: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre.
 
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La humildad,
una virtud de todo cristiano.

 
Hola hermanos y hermanas en Jesús el humilde.
 
No es raro constatar en nuestros grupos parroquiales rivalidades, envidias, ambición o vanagloria. Y a veces pensamos que en la Iglesia no debe de haber esta clase de cosas, incluso pensamos que no esta el diablo en la Iglesia, pero no hermanos y hermanas, todos somos instrumentos de Dios, de a su amor, de su bondad; pero cuando dejamos entrar estas cosas, cuando las alimentamos, entonces dejamos de ser instrumentos de Dios y somos del diablo.
 
La Iglesia particular de los filipenses a la que se dirige Pablo, puede parecerse a nuestras comunidades, en las que hay divisiones, envidias. Pero esto pasa porque no tenemos la mirada fija en Jesús, no nos fijamos que Él no vino a decir ¡he, aquí estoy, soy Dios, háganme "guana guana"!, no vino a reclamar un puesto, un lugar, vino a servir, vino a enseñarnos como se es grande, vino a enseñarnos como tenemos que ser cada persona que decimos que lo seguimos. Veamos el ejemplo de Jesús y quitemos de nuestro corazón aquellos sentimientos que no nos dejan avanzar, cuando a algún hermano o hermana les vaya bien, no los envidiemos sino que demos gracias a Dios y alegrémonos con él. Si alguien te adula diciendo: "que bonito hablo, padrecito" o "que bonito da la catequesis" o "que bueno que es este hermano", da las gracias y reconoce que todo lo bueno que haces viene de Dios y reconoce que eres un pecador, no te la creas, no pienses que tu eres el que haces las maravillas que Dios hace en ti.
 
Recordar que venimos del "humus" (polvo) nos hace bien, recordar que creemos en un Hombre que siendo Dios, no se creyó, sino que obedeció hasta la muerte y muerte en cruz, como es que yo quiero puestos, quiero reconocimiento, quiero bienes, seamos coherentes con Él que creemos. No seamos como el primer hijo, del Evangelio de hoy, que dice si con la boca, pero con sus obras le dice que no. Mejor si hemos sido incoherentes en nuestra vida con el mensaje humilde de Jesús, digamosle como el segundo hijo, me arrepiento y quiero trabajar por ti.
 
Solo habrá credibilidad en la Iglesia si los que somos la Iglesia (los bautizados) somos humildes, anunciamos a Jesús de una forma sencilla, Él (Jesús) quiso ser sencillo para que todos, aún los más sencillos, los pobres, tuvieran acceso a Él, a su Reino. Solo un cristiano que se reconoce "humus", puede doblar la rodilla y aceptar que Jesús es su Señor, pues si se esta en el trono del orgullo, de la vanagloria, si se esta encumbrado pensando "yo trabajo mucho por Jesús" sin reconocer que Él lo hace a través de nosotros, trabaja desparramando. "Tener un mismo amor, un mismo pensar, un mismo sentir" es "tener los mismos sentimientos de Cristo", y cuando nos falta sus seguidores esto, pues nuestra comunidades, perdónenme por decirlo así, son nidos de víboras. Mejor trabajemos para que sean nidos de amor, escuelas de caridad, familia de Dios que se solidariza por los más débiles y necesitados.
 
Tengamos la valentía y el coraje de dejar nuestro macho, y trabajar por la unidad, pues solo unidos tendremos credibilidad ante aquellos que no conocen a Jesús. Solo unidos por el amor, que es el Espíritu Santo, la Iglesia florecerá como Jesús floreció en la cruz del calvario con rosas de sangre, la esposa de Jesús (la Iglesia, tu y yo) será de verdad anunciadora de la gloria de Dios que se anuncia no por el éxito de este mundo, no por la vanagloria de este mundo, sino en la cruz que pareciendo derrota no lo es, pues cuando se da este testimonio Dios engrandece a sus hijos. Seamos grades anunciadores del Reino de Dios, reconociéndonos como instrumentos de Dios, pues como dice san Pablo "llevamos tesoros en vasijas de barro".
 
¡Animo hermanos y hermanas, y feliz domingo!
 
Fray Juan Gerardo Morga, OFM Cap.
 
 

domingo, 21 de septiembre de 2014

Homilía del 25º Domingo del Tiempo Ordinario.

De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses: 1, 20-24. 27.

Espero y aguardo no desanimarme por nada; al contrario, estoy completamente seguro que ahora como siempre, viva o muera, Cristo será engrandecido en mi persona. Porque para mí la vida es Cristo y morir una ganancia. Pero si mi vida corporal va a producir fruto, no sé qué escoger. Las dos cosas tiran de mí: mi deseo es morir para estar con Cristo, y eso es mucho mejor; pero para ustedes es más necesario que siga viviendo.

Una cosa importa, que su conducta sea digna de la Buena Noticia de Cristo; de modo que, sea que vaya a verlos o que siga ausente, sepa que se mantienen unidos en espíritu y corazón, luchando juntos por la fe en la Buena Noticia.

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No desanimarse por nada.

Que el Señor les de la paz, hermanos y hermanas:

En la vida diaria solemos desanimarnos por el ajetreo de la vida, por el estrés que nos hace sentir la vida en las ciudades. Sin embargo cuando se tiene a Jesús como centro de la vida no podemos desanimarnos, pues el nos anima a servir, a amar con pasión, a entregarnos por amor a los demás, es lo que experimenta Pablo y nos lo transmite en esta segunda lectura del domingo.

Cuando una persona esta consciente de que Dios hace maravillas en él, Dios es glorificado en esa persona, es lo que experimento María la madre de Jesús y nuestra madre. Ella dice cuando visita a su prima Isabel que el Poderoso hace grandes cosas por ella, por eso hace en realidad cosas grandes. Cuando uno se reconoce como instrumento de Dios Él lo toma y hace grandes cosas y no nos queda que reconocer que hace grandes cosas a través de nosotros, pero si no lo reconocemos nos volvemos soberbios, arrogantes, altaneros.

Pero llega un momento en la vida como si Dios no nos utilizará porque no hacemos las cosas como antes, por las mismas limitaciones físicas, y es entonces cuando no hay que desanimarse, pues Jesús nos usa para otras cosas, como por ejemplo transmitir la sabiduría a las nuevas generaciones. A veces los adultos mayores tienen miedo de transmitir su sabiduría porque los jóvenes, sus nietos, dicen que están chocheando. Pero no deben desanimarse y atreverse, lanzarse, tener el valor de transmitir con confianza los valores de vida a las nuevas generaciones.

Al contrario de san Pablo a muchos de nosotros nos da miedo la muerte, por la misma razón que nos desanimamos, porque no tenemos a Cristo como nuestro libertador de la muerte. Y es que Jesús vino al mundo para librarnos de la muerte merecida por nuestros pecados, pero si él la venció pues no tenemos que tener miedo a morir, solo así podremos decir como san Pablo que "la vida es Cristo y la muerte una ganancia". 

Si queridos hermanos no debemos de tener miedo de morir, pues si estamos en su camino estaremos con Él, aunque no debemos de pedir por eso, pues mientras duramos en este mundo debemos trabajar por Él. Además esta devoción a la "santa muerte" que ha crecido en muchos ambientes del norte de nuestro país no tiene sentido, si Cristo murió y nos ganó la vida aún después de morir nosotros tendremos vidas con Él. Es una devoción ilógica y que la tienen muchos hermanos y hermanas por ignorancia. 

¡Buen domingo!

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.


Homilía del 24º Domingo del Tiempo Ordinario.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 14, 7-9.
Ninguno vive para sí, ninguno muere para sí. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para eso murió Cristo y resucitó: para ser Señor de muertos y vivos.

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VIVE EN PLENITUD DESDE AHORA.

Hola queridos hermanos y hermanas, paz y bien.

Hoy san Pablo nos invita a vivir ya desde ahora como si estuviéramos en la vida eterna. Es muy común pensar que la vida eterna la alcanzamos cuando morimos, sin embargo la vida eterna se empieza a vivir aquí y ahora.

Cuando hablamos de vida eterna es como decir "vida plena", y la vida plena con Dios, con Jesús es desde ahora, pues la vida eterna es plenitud de esta vida terrena. Uno puede empezar a vivir un infierno desde aquí, pero también una vida plena con Dios. Ciertamente que la vida eterna estará con Dios cuando estemos cara a cara con Él, pero empezamos a vivir esta vida cuando hacemos el bien a los demás, cuando trabajamos por la justicia y la paz. Lo que importa es vivir plenamente esta vida para vivir plenamente la otra, así esta vida se convierte en una extensión de la vida plena con Dios (vida eterna). Pero también si vivimos una vida sombría, sometidos al mal, a nuestros egoísmos, al odio y a la violencia también esta vida es una extensión de la vida oscura, de la vida sin Dios que llamamos a infierno.

Por eso hay que vivir sin miedo por la muerte, haciendo el bien a todos, pues en la vida o en la muerte somos del Señor, como dice san Pablo. Si ya somos del Señor animémonos a vivir ya como salvados, como santos, haciendo obras concretas de amor. La muerte de Jesús nos salvó de una muerte eterna y nos fue dada una vida eterna aunque muramos físicamente con este cuerpo mortal, pero si no reconocemos a Jesús, sino creemos en Él como salvador no puede incluirnos en su salvación. Es como si no quisiéramos abrir la puerta de nuestras casas a un amigo, a un hermano, y Jesús no entra a la fuerza, es un caballero y solo entra si le abrimos.

No tengamos miedo de vivir plenamente, a vivir con Jesús, con Dios, pues desde ahora podemos vivir realmente como Dios nos pensó, ahora somos del Señor en vida o en muerte, porque no existe la muerte eterna. Solo puede existir nuestra muerte eterna si no creemos en Jesús, en Dios, si no aceptamos su mandamiento de amor, si no vivimos de verdad la vida de Jesús en nosotros. Pidamos la ayuda de Jesús siempre, pues no vivimos para nosotros mismos si no para Jesús.
 
¡Feliz domingo!
 
Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Homilia del 23º Domingo del Tiepo Ordinario.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 13, 8-10.

Que la única deuda que tengan con los demás sea la del amor mutuo. Porque el que ama al prójimo ya cumplió toda la ley. De hecho, los mandamientos: no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro precepto, se resumen en éste: Amarás al prójimo como a ti mismo. Quien ama no hace mal al prójimo, por eso el amor es el cumplimiento pleno de la ley.
 

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DEUDAS DE AMOR.
 
Que el Señor les de su paz, hermanos y hermanas.
 
De nuevo les saludo esperando que se encuentren de lo mejor. Hoy quiero hablarles de las deudas de amor que tenemos con hermanos y hermanas que se han portado muy bien con nosotros, aprovechando lo que nos dice san Pablo este domingo 23º del tiempo ordinario.
 
La vida cristiana se resume en amar como Cristo nos amo, amar a los hermanos, a las creaturas que son como reflejo de la gloria de Dios, amarnos a nosotros mismos para amar a los demás. Es común que nos sintamos en deuda con alguien que ha sido muy buena o bueno con nosotros, sin embargo la deuda de amor que tenemos con algunos de los hermanos y hermanas que están a nuestro lado es más grande; por ejemplo con nuestros padres. Todos tenemos una deuda con nuestra madre o nuestro padre, cuantos desvelos pasaron por nosotros, cuanto se sacrificaron por nosotros, cuantas privaciones por darnos lo mejor, todo esto es expresión del amor que tienen por nosotros como hijos. Por eso es triste que terminen sus vidas solos o en un asilo, pues ellos que dieron todo no reciben nuestro amor de la misma manera.
 
Parecido es en las empresas grandes, donde la vida de muchos hermanos y hermanas son gastadas y desgastadas por el bien de los dueños de estas empresas, y al final son relegados, se les paga no muy bien y se descartan porque ya no producen igual. Esta es una deuda de amor. Incluso cuantos hermanos y hermanas en la calle, que duermen en las calles, en las terminales de autobuses o en el metro de nuestras ciudades, y nosotros como que no nos mueve a hacer algo por ellos, incluso damos una moneda a alguno de ellos pero no nos interesamos por ellos, no sabemos como se llaman, la moneda solo sirve para acallar nuestra conciencia. Esta es otra deuda de amor que tiene la sociedad, nosotros particularmente o como comunidad.
 
Cuantos padres y madres que dejan a los hijos, voluntaria o involuntariamente, por el trabajo, porque no quieren responsabilidad, porque no toman conciencia de su rol como padres. Cuantos niños sufriendo de amor, de la deuda de amor de los padres a los hijos. Pero también cuantos padres y madres sufriendo por el hijo que es drogadicto o borracho, el hijo perdido en sus vicios y los padres sufriendo por la deuda de amor de los hijos.
 
Sin duda el sentirnos en deuda con alguien que ha sido bueno es natural, pero también con aquellas personas que nos han dado todo en la vida, e incluso aquellas que nos ha hecho sufrir o que nos han dejado abandonados, o no nos han dado el amor que necesitamos. Queridos hermanos y hermanas, no hagamos mendigar el amor a los que queremos, empecemos a pagar estas deudas de amor pues solo tenemos esta vida para hacerlo, incluso tenemos una gran deuda con Dios y por amor a Él como agradecimiento por su amor, Él nos invita a amar pues así cumplimos la ley, su ley de amor.
 
¡¡Buen domingo y amemos de corazón!! 
 
Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.