lunes, 15 de octubre de 2012

Relfexión del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario.


CON JESÚS EN MEDIO DE LA CRISIS

Escrito por  Mc 10, 17-30
Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema: "¿Qué haré para heredar la vida eterna?". No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto.
Jesús lo pone ante la Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: "Todo eso lo he cumplido desde pequeño".
Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres... y luego sígueme".
El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.
El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.
La crisis económica nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.
Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos? Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos?
¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?
Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.

José Antonio Pagola

Reflexión del Domingo XXVII del tiempo Ordnario


DIVORCIO DE VIDA.
Por Fray Juan Gerardo Morga.

Este domingo el tema principal es el divorcio. Cuando hablamos del divorcio pensamos rápidamente que se trata de dos personas casadas que después de un tiempo por la incomprensión de uno y otro llegan a separarse. Es correcta la noción que tenemos del divorcio, sin embargo antes de que se de un divorcio, se ha dado un divorcio personal en el interior de las personas, incluso el divorcio se puede aplicar a personas casadas o no, veamos de que se trata esto que digo.
Sin duda el divorcio se da por la incomprensión en el matrimonio, o porque alguno de los esposos es incompetente para mantener una relación estable, pero la mayoría de los divorcios se dan por la separación o incoherencia de las personas, es decir, la persona dice una cosa pero hace otra. Por ejemplo, dice el esposo que quiere mucho a su esposa, pero tiene una o dos amantes; o la esposa dice que ama tanto a su esposo que es capaz de cualquier cosa, sin embargo cuando hay una dificultad no tan fuerte como la infidelidad quiere la separación. Sin duda divorcio quiere decir separación, separación entre dos cosas, dos personas, dos situaciones que deben ir juntas. Cuando el divorcio o la separación se ha efectuado en dos personas, como decía al inicio, ya se ha efectuado antes una separación en la persona, es decir, ya ha habido un divorcio en sus interés, en sus sentimientos, en su forma de llevar su matrimonio, y la otra persona intuye y se da cuenta de esto cuando dice “nada es como antes”.
Estamos hablando de matrimonio, pero al entrar en el contexto individual, también los consagrados, que no se casan, caben aquí, o los que no se han casado aún. Me refiero a la incoherencia de vida. Un religioso o consagrado, sacerdote, laico comprometido, puede ser muy piadoso en el templo y sin embargo no lo es en los ambientes en los que se desenvuelve cotidianamente, puede creer y ser muy devoto a la Eucaristía, sin embargo no puede descubrir en su hermano que Dios esta tan presente como lo esta en la Eucaristía, puede ser un hombre o una mujer orante, sin embargo puede actuar de una manera no muy evangélica. También puede haber divorcio en el ambiente político, por ejemplo, un político puede prometer muchas cosas a la población para que voten por él, sin embargo cuando esta en el poder se olvida de los compromisos que hace.
En nuestra propia vida también tenemos varios divorcios, decimos una cosa, pero hacemos otra. Cuando nos comprometemos a cosas y no cumplimos, también cuando queremos a alguien, pero  no queremos el compromiso que conlleva el amor. 

Reflexión del Domingo XXVI del Tiempo Ordinario.


No somos dueños de Dios, somos sus siervos.
Por Fray Juan Gerardo Morga.

Somos, por el bautismo, colaboradores de Dios aquí en la tierra; como si fuéramos puentes que conducimos hacía Dios. Sin embargo, no por ser colaboradores de Dios, nos podemos apropiar de Dios, es decir, que el Dios que yo anuncio solo yo lo puedo proclamar, solo a mi me pertenece el mansaje y si alguien lo hace en nombre de Dios no es verdadero puente. Esta es la gran tentación de los católicos hoy, pensar que Dios es propiedad privada nuestra.

Lo que hoy Jesús enseña a sus apóstoles, y a nosotros por supuesto, es que todos somos sus colaboradores, aún aquellos que no andan con nosotros, que piensan un poco distinto que nosotros, que se alejaron de nosotros por su egoísmo, pero también por nuestro mal testimonio. Pensamos a veces que los que anuncian a Cristo, a veces mejor que nosotros porque lo hacen con sus obras más que con sus palabras, por no ser parte de nuestro grupo no tiene ese trabajo, pero Jesús en el Evangelio dice que “todo aquel que no esta contra nosotros, está a nuestro favor”. Cuando alguien de diferentes creencias que nosotros pasa por nuestras casas, no los queremos recibir, sin embargo sería una oportunidad para que podamos dialogar y estar más en comunión, pues todos somos hijos del mismo Padre, creador por un solo Creador. Claro que si nos ponemos a dialogar con ellos es preciso, no defenderse, sino saber por medio de la experiencia que Dios es amor, que es vida y que es la verdad revelada. Somos “católicos”, precisamente porque esta palabra quiere decir, universal, como Dios es universal. Nosotros a ejemplo de Dios debemos darnos a todos, sin perder nuestra identidad, dialogar y dejar que otros anuncien a Cristo, pues todos de alguna forma damos testimonio en nuestra vida de la vida de Dios que fue puesta como una semilla en el interior de cada ser humano.

Y es que todo tiene relación, nos estiman porque anunciamos a Jesús,  no por bonitos. Nos ofrecen su hospitalidad, su amor, su compañía, no por nosotros mismos, sino por amor a Dios, o por lo menos esta es la realidad. Dios nos llama a todos por el mero hecho de creer en él, de experimentarlo en nuestra vida, a anunciarlo gozosamente a los hermanos, para que todos tengan vida en él. Sin embargo somos testigos públicos de Cristo, y por ser públicos todos los hermanos, creyentes o no, nos ven para ver que testimonio damos. De tal forma que un mal testimonio nuestro, alguna incoherencia de nuestra parte, puede ser escandalo para los más débiles en la fe, y nosotros somos responsables de esto.

A veces tenemos gran resentimiento a los hermanos, que malamente le llamamos “separados”, porque pensamos que todo es responsabilidad de ellos, pero todos tenemos responsabilidad, apoco no hay muchos de nuestros hermanos que se alejan de la parroquia o de grupos eclesiales a causa de nuestro mal testimonio.

Tenemos que ser creyentes con una fe adulta en Cristo, dejarnos de divisiones que no son más que incoherencias de nuestra parte, si decimos seguir a Jesús, que junto con el Padre y el Espíritu son uno. Tenemos que dejar los celos, como Moisés en la primera lectura, para avanzar hacía la unidad que quiere Dios. Y en lugar de preocuparnos o estar celosos de otros que predican mejor que nosotros las maravillas de Dios, debemos de preocuoparnos por dar buen mensaje como los otros a los que les tenemos celos. Dios es para todos, como el sol que sale para todos, así es Dios.

Reflexión del Domingo XXV del Tiempo Ordnario.


¿A quien seguimos a Jesús importante o Jesús humillado?
Por Fray Juan Gerardo Morga.

Sin duda la mayor dificultad de los cristianos de ayer y hoy es comprender a Jesús, y los discípulos nos dan testimonio de que ellos, como nosotros muchas veces, no entienden a Jesús. Hasta entre nosotros es difícil entendernos aunque hablemos el mismo idioma, estemos en situaciones parecidas o estemos en la misma sintonía. Veamos porque nos cuesta tanto entender.
Cuando el pueblo de Israel esperaba a un Mesías; es decir, un salvador, un libertador; lo esperaba al estilo de un guerrillero, o por lo menos una persona importante que iba a incidir políticamente a favor del pueblo. Lo esperaba como un rey, como el rey David. Nunca imaginaron que naciera en un pesebre, y menos aún que padeciera atrocidades como lo hizo en la cruz. Y es la idea que tenemos de Dios. Apoco no, cuando alguna persona importante visita nuestra casa queremos ponerla casi en un nicho, queremos ofrecerle lo mejor y casi no queremos que se moleste o padezca un mal rato mientras es nuestro huésped. Sin embargo nos desconcierta que la persona a quien creemos importantísima sea tan sencilla como para ayudarnos con los platos de la cena o a lavar su baño o limpiar, cuando se va, el cuarto donde se quedo.
Es esto mismo que hace Jesús, y ahora que dice a sus apóstoles y discípulos que tiene que padecer y morir, no lo entienden, porque para ellos la idea de Mesías, es alguien importante que no pasaría por el sufrimiento, sino al contrario haría pasar por sufrimientos a los que esclavizaban al pueblo. Sin embargo “la inteligencia de la victima”, como llaman algunos a la sabiduría de Jesús, es padecer en paz, en lugar de contestar con la misma violencia con que es tratado. Y es que cuando nos defendemos, aunque sea justamente, apoco no reaccionamos con la misma violencia con que lo hacen con nosotros o a veces con más. Estamos acostumbrados a reaccionar sin pensar, solo dejándonos llevar por nuestros impulsos, sin pensar a quien seguimos, es decir, a Jesús victima. Y es que el Jesús que seguimos es victima, renuncia a ser tratado como importante, a ser privilegiado; sin embargo es victima, pero no por masoquismo o porque le gusta ser victima, sino por que no hay otro camino para calmar la violencia, el pecado, el mal, etc., que con la paz, la gracia y el bien.
Si queridos hermanos, no comprendemos a Jesús, porque en nuestros esquemas no esta el padecer, el sufrimiento, nadie hoy quiere padecer por algo mejor, nadie quiere sacrificarse, pero es necesario si seguimos a Jesús que padece para un bien mayor; como nuestra madre cuando estamos pequeños, ella se sacrifica sobre manera por nosotros y a veces sus sacrificios son coronados por las acciones buenas de nosotros los hijos y a veces no. Si nos decimos seguidores de Jesús, tenemos que aprender a decir no a la importancia que ponen sobre nosotros los demás, como los apóstoles en el evangelio, no quería decir de que venían platicando en el camino por vergüenza a Jesús, pues así como ellos seguían a Jesús nosotros decimos que lo seguimos, sin embargo nos peleamos por el reconocimiento, incluso queremos y decimos ser seguidores de Cristo crucificado, pero no queremos pasar la misma o algo de la suerte que el paso, es decir, queremos el honor, la gloria sin pasar por la cruz.
Hoy es más difícil seguir a Jesús, pues los modelos de hombre realizado que se nos presenta, es aquel que no sufre, que no le cuesta nada. Incluso le preguntas a cualquier joven que este metido en no se que cosas no tan buenas, si no le importa ser famoso, tener dinero fácil por poco tiempo, que padecer un poco para disfrutar al final de una vida más plena, y la respuesta es que prefiere lo fácil por poco tiempo, que lo difícil y el sufrimiento para disfrutar después de algo mejor.
Los apóstoles, y nosotros, no entendemos a Jesús, porque no queremos renunciar a todo por seguirlo, quien lleva cosas, honores, importancias vanas no puede seguirlo  pues ama estas cosas y desprecia al mismo que dice seguir. No podemos ser seguidores de alguien que renuncio a posesiones, si nosotros nos afanamos por ellas. No podemos predicar el amor, si contestamos de la misma forma como lo hacen los que nos hacen el mal. No podemos predicar la paciencia si hacemos impacientar a medio mundo con nuestras actitudes. No podemos predicar la paz, si no somos verdaderos pacifico, es decir, no una falsa paz, como aquel monje que era tan humilde, tan humilde que cuando llego a ser superior de su monasterio, obligaba a ser humilde a los demás.
Como Jesús tenesmos que pasar la misma suerte que él paso, o por lo menos algo de esa suerte, y debemos abrazarla como Él abrazó la cruz, es lo que significa esposo o consorte. Jesús como lo dijo “no vino a ser servido sino a servir”, esto es lo grandioso e importante en Él, el no vino a reclamar honores, y vaya que lo podía hacer con todo derecho, cuanto más nosotros que decimos que le seguimos.

Reflexión del Domigo XXIV del tiempo ordinario.


¿Quién es Jesús para mí?
Por Fray Juan Gerardo Morga

Hoy Jesús nos da una lección, así como la novia le dice a su novio que es lo que más le gusta, y el novio no sabe; así nosotros como seguidores de Cristo, que decimos que lo amamos, a veces no le conocemos.

Jesús inicia preguntando a sus apóstoles, “¿Qué dice la gente que soy yo?”, y los apóstoles empiezan a decir lo que han oído decir. También nos pasa a nosotros lo mismo, queremos decir y dar razón de lo que es Dios, de quien es Jesús, a partir de las cosas que nos han dicho, sin embargo no hemos tenido una experiencia viva con él, por lo tanto no le conocemos realmente. Jesús continua y les pregunta directamente, “¿y ustedes quien dicen que soy yo? Los apóstoles se quedan todos cayados de seguro al no saber decir quien era Jesús, y solo Pedro responde “tu eres el Mesías”, sin embargo dice otro pasaje, que Jesús dice a Pedro que lo que declaro sobre el se lo ha dicho el Espíritu Santo. Igual nos pasa a nosotros, decimos que Jesús es el Mesías, el salvador, el rey de reyes, el amor de los amores, lo alabamos y lo bendecimos, pero en la vida diaria no se nota, y es que en realidad no conocemos a Jesús, no lo entendemos, la prueba esta en lo que sigue.

Jesús les dice después que el “hijo del hombre tenia padecer mucho, ser rechazado por los ancianos... ser entregado a la muerte y resucitar al tercer día”, el mismo Pedro que dice que “es el Mesías”, le dice y le persuade que no pase, es decir, es piedra de tropiezo, es instrumento de satanás (que quiere decir “el que pone a prueba”). También nosotros, como Pedro, podemos ser piedra de tropiezo para los hermanos que quieren acercarse con sinceridad a Dios, a Jesús, porque queremos que no les cueste  o les damos mal testimonio. Tenemos que perder la vida que llevamos por Jesús, para poderla ganar, es decir, no escatimar nada, ni la propia vida, por amor a Dios. Dar todo, “dar hasta que duela”, decía la Madre Teresa.

Conozcamos a Jesús, no por conceptos, palabra bonitas pero huecas, sino por medio de la experiencia en la oración, pero sobre todo con los hermanos que nos rodean, con los prójimos (próximos). Comprendamos el misterio de Cristo (que es abierto y no cerrado) para que podamos comprender nuestra vocación cristiana, que no se basa en las victorias humanas, en lo fácil de la vida presente, sino en dar todo, implicando el dolor que esto pueda significar. No seamos piedra de tropiezo para los hermanos que con sincero corazón se acercan a Jesús, intentemos pensar como Dios (al revés de lo que comúnmente pensamos) y no como los hombres. Crezcamos más en la fe y en el conocimiento de Dios por la Escritura, “pues quien desconoce las Escrituras desconoce a Dios”, dice san Jerónimo.