lunes, 15 de octubre de 2012

Relfexión del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario.


CON JESÚS EN MEDIO DE LA CRISIS

Escrito por  Mc 10, 17-30
Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema: "¿Qué haré para heredar la vida eterna?". No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto.
Jesús lo pone ante la Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: "Todo eso lo he cumplido desde pequeño".
Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres... y luego sígueme".
El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.
El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.
La crisis económica nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.
Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos? Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos?
¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?
Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.

José Antonio Pagola

Reflexión del Domingo XXVII del tiempo Ordnario


DIVORCIO DE VIDA.
Por Fray Juan Gerardo Morga.

Este domingo el tema principal es el divorcio. Cuando hablamos del divorcio pensamos rápidamente que se trata de dos personas casadas que después de un tiempo por la incomprensión de uno y otro llegan a separarse. Es correcta la noción que tenemos del divorcio, sin embargo antes de que se de un divorcio, se ha dado un divorcio personal en el interior de las personas, incluso el divorcio se puede aplicar a personas casadas o no, veamos de que se trata esto que digo.
Sin duda el divorcio se da por la incomprensión en el matrimonio, o porque alguno de los esposos es incompetente para mantener una relación estable, pero la mayoría de los divorcios se dan por la separación o incoherencia de las personas, es decir, la persona dice una cosa pero hace otra. Por ejemplo, dice el esposo que quiere mucho a su esposa, pero tiene una o dos amantes; o la esposa dice que ama tanto a su esposo que es capaz de cualquier cosa, sin embargo cuando hay una dificultad no tan fuerte como la infidelidad quiere la separación. Sin duda divorcio quiere decir separación, separación entre dos cosas, dos personas, dos situaciones que deben ir juntas. Cuando el divorcio o la separación se ha efectuado en dos personas, como decía al inicio, ya se ha efectuado antes una separación en la persona, es decir, ya ha habido un divorcio en sus interés, en sus sentimientos, en su forma de llevar su matrimonio, y la otra persona intuye y se da cuenta de esto cuando dice “nada es como antes”.
Estamos hablando de matrimonio, pero al entrar en el contexto individual, también los consagrados, que no se casan, caben aquí, o los que no se han casado aún. Me refiero a la incoherencia de vida. Un religioso o consagrado, sacerdote, laico comprometido, puede ser muy piadoso en el templo y sin embargo no lo es en los ambientes en los que se desenvuelve cotidianamente, puede creer y ser muy devoto a la Eucaristía, sin embargo no puede descubrir en su hermano que Dios esta tan presente como lo esta en la Eucaristía, puede ser un hombre o una mujer orante, sin embargo puede actuar de una manera no muy evangélica. También puede haber divorcio en el ambiente político, por ejemplo, un político puede prometer muchas cosas a la población para que voten por él, sin embargo cuando esta en el poder se olvida de los compromisos que hace.
En nuestra propia vida también tenemos varios divorcios, decimos una cosa, pero hacemos otra. Cuando nos comprometemos a cosas y no cumplimos, también cuando queremos a alguien, pero  no queremos el compromiso que conlleva el amor. 

Reflexión del Domingo XXVI del Tiempo Ordinario.


No somos dueños de Dios, somos sus siervos.
Por Fray Juan Gerardo Morga.

Somos, por el bautismo, colaboradores de Dios aquí en la tierra; como si fuéramos puentes que conducimos hacía Dios. Sin embargo, no por ser colaboradores de Dios, nos podemos apropiar de Dios, es decir, que el Dios que yo anuncio solo yo lo puedo proclamar, solo a mi me pertenece el mansaje y si alguien lo hace en nombre de Dios no es verdadero puente. Esta es la gran tentación de los católicos hoy, pensar que Dios es propiedad privada nuestra.

Lo que hoy Jesús enseña a sus apóstoles, y a nosotros por supuesto, es que todos somos sus colaboradores, aún aquellos que no andan con nosotros, que piensan un poco distinto que nosotros, que se alejaron de nosotros por su egoísmo, pero también por nuestro mal testimonio. Pensamos a veces que los que anuncian a Cristo, a veces mejor que nosotros porque lo hacen con sus obras más que con sus palabras, por no ser parte de nuestro grupo no tiene ese trabajo, pero Jesús en el Evangelio dice que “todo aquel que no esta contra nosotros, está a nuestro favor”. Cuando alguien de diferentes creencias que nosotros pasa por nuestras casas, no los queremos recibir, sin embargo sería una oportunidad para que podamos dialogar y estar más en comunión, pues todos somos hijos del mismo Padre, creador por un solo Creador. Claro que si nos ponemos a dialogar con ellos es preciso, no defenderse, sino saber por medio de la experiencia que Dios es amor, que es vida y que es la verdad revelada. Somos “católicos”, precisamente porque esta palabra quiere decir, universal, como Dios es universal. Nosotros a ejemplo de Dios debemos darnos a todos, sin perder nuestra identidad, dialogar y dejar que otros anuncien a Cristo, pues todos de alguna forma damos testimonio en nuestra vida de la vida de Dios que fue puesta como una semilla en el interior de cada ser humano.

Y es que todo tiene relación, nos estiman porque anunciamos a Jesús,  no por bonitos. Nos ofrecen su hospitalidad, su amor, su compañía, no por nosotros mismos, sino por amor a Dios, o por lo menos esta es la realidad. Dios nos llama a todos por el mero hecho de creer en él, de experimentarlo en nuestra vida, a anunciarlo gozosamente a los hermanos, para que todos tengan vida en él. Sin embargo somos testigos públicos de Cristo, y por ser públicos todos los hermanos, creyentes o no, nos ven para ver que testimonio damos. De tal forma que un mal testimonio nuestro, alguna incoherencia de nuestra parte, puede ser escandalo para los más débiles en la fe, y nosotros somos responsables de esto.

A veces tenemos gran resentimiento a los hermanos, que malamente le llamamos “separados”, porque pensamos que todo es responsabilidad de ellos, pero todos tenemos responsabilidad, apoco no hay muchos de nuestros hermanos que se alejan de la parroquia o de grupos eclesiales a causa de nuestro mal testimonio.

Tenemos que ser creyentes con una fe adulta en Cristo, dejarnos de divisiones que no son más que incoherencias de nuestra parte, si decimos seguir a Jesús, que junto con el Padre y el Espíritu son uno. Tenemos que dejar los celos, como Moisés en la primera lectura, para avanzar hacía la unidad que quiere Dios. Y en lugar de preocuparnos o estar celosos de otros que predican mejor que nosotros las maravillas de Dios, debemos de preocuoparnos por dar buen mensaje como los otros a los que les tenemos celos. Dios es para todos, como el sol que sale para todos, así es Dios.

Reflexión del Domingo XXV del Tiempo Ordnario.


¿A quien seguimos a Jesús importante o Jesús humillado?
Por Fray Juan Gerardo Morga.

Sin duda la mayor dificultad de los cristianos de ayer y hoy es comprender a Jesús, y los discípulos nos dan testimonio de que ellos, como nosotros muchas veces, no entienden a Jesús. Hasta entre nosotros es difícil entendernos aunque hablemos el mismo idioma, estemos en situaciones parecidas o estemos en la misma sintonía. Veamos porque nos cuesta tanto entender.
Cuando el pueblo de Israel esperaba a un Mesías; es decir, un salvador, un libertador; lo esperaba al estilo de un guerrillero, o por lo menos una persona importante que iba a incidir políticamente a favor del pueblo. Lo esperaba como un rey, como el rey David. Nunca imaginaron que naciera en un pesebre, y menos aún que padeciera atrocidades como lo hizo en la cruz. Y es la idea que tenemos de Dios. Apoco no, cuando alguna persona importante visita nuestra casa queremos ponerla casi en un nicho, queremos ofrecerle lo mejor y casi no queremos que se moleste o padezca un mal rato mientras es nuestro huésped. Sin embargo nos desconcierta que la persona a quien creemos importantísima sea tan sencilla como para ayudarnos con los platos de la cena o a lavar su baño o limpiar, cuando se va, el cuarto donde se quedo.
Es esto mismo que hace Jesús, y ahora que dice a sus apóstoles y discípulos que tiene que padecer y morir, no lo entienden, porque para ellos la idea de Mesías, es alguien importante que no pasaría por el sufrimiento, sino al contrario haría pasar por sufrimientos a los que esclavizaban al pueblo. Sin embargo “la inteligencia de la victima”, como llaman algunos a la sabiduría de Jesús, es padecer en paz, en lugar de contestar con la misma violencia con que es tratado. Y es que cuando nos defendemos, aunque sea justamente, apoco no reaccionamos con la misma violencia con que lo hacen con nosotros o a veces con más. Estamos acostumbrados a reaccionar sin pensar, solo dejándonos llevar por nuestros impulsos, sin pensar a quien seguimos, es decir, a Jesús victima. Y es que el Jesús que seguimos es victima, renuncia a ser tratado como importante, a ser privilegiado; sin embargo es victima, pero no por masoquismo o porque le gusta ser victima, sino por que no hay otro camino para calmar la violencia, el pecado, el mal, etc., que con la paz, la gracia y el bien.
Si queridos hermanos, no comprendemos a Jesús, porque en nuestros esquemas no esta el padecer, el sufrimiento, nadie hoy quiere padecer por algo mejor, nadie quiere sacrificarse, pero es necesario si seguimos a Jesús que padece para un bien mayor; como nuestra madre cuando estamos pequeños, ella se sacrifica sobre manera por nosotros y a veces sus sacrificios son coronados por las acciones buenas de nosotros los hijos y a veces no. Si nos decimos seguidores de Jesús, tenemos que aprender a decir no a la importancia que ponen sobre nosotros los demás, como los apóstoles en el evangelio, no quería decir de que venían platicando en el camino por vergüenza a Jesús, pues así como ellos seguían a Jesús nosotros decimos que lo seguimos, sin embargo nos peleamos por el reconocimiento, incluso queremos y decimos ser seguidores de Cristo crucificado, pero no queremos pasar la misma o algo de la suerte que el paso, es decir, queremos el honor, la gloria sin pasar por la cruz.
Hoy es más difícil seguir a Jesús, pues los modelos de hombre realizado que se nos presenta, es aquel que no sufre, que no le cuesta nada. Incluso le preguntas a cualquier joven que este metido en no se que cosas no tan buenas, si no le importa ser famoso, tener dinero fácil por poco tiempo, que padecer un poco para disfrutar al final de una vida más plena, y la respuesta es que prefiere lo fácil por poco tiempo, que lo difícil y el sufrimiento para disfrutar después de algo mejor.
Los apóstoles, y nosotros, no entendemos a Jesús, porque no queremos renunciar a todo por seguirlo, quien lleva cosas, honores, importancias vanas no puede seguirlo  pues ama estas cosas y desprecia al mismo que dice seguir. No podemos ser seguidores de alguien que renuncio a posesiones, si nosotros nos afanamos por ellas. No podemos predicar el amor, si contestamos de la misma forma como lo hacen los que nos hacen el mal. No podemos predicar la paciencia si hacemos impacientar a medio mundo con nuestras actitudes. No podemos predicar la paz, si no somos verdaderos pacifico, es decir, no una falsa paz, como aquel monje que era tan humilde, tan humilde que cuando llego a ser superior de su monasterio, obligaba a ser humilde a los demás.
Como Jesús tenesmos que pasar la misma suerte que él paso, o por lo menos algo de esa suerte, y debemos abrazarla como Él abrazó la cruz, es lo que significa esposo o consorte. Jesús como lo dijo “no vino a ser servido sino a servir”, esto es lo grandioso e importante en Él, el no vino a reclamar honores, y vaya que lo podía hacer con todo derecho, cuanto más nosotros que decimos que le seguimos.

Reflexión del Domigo XXIV del tiempo ordinario.


¿Quién es Jesús para mí?
Por Fray Juan Gerardo Morga

Hoy Jesús nos da una lección, así como la novia le dice a su novio que es lo que más le gusta, y el novio no sabe; así nosotros como seguidores de Cristo, que decimos que lo amamos, a veces no le conocemos.

Jesús inicia preguntando a sus apóstoles, “¿Qué dice la gente que soy yo?”, y los apóstoles empiezan a decir lo que han oído decir. También nos pasa a nosotros lo mismo, queremos decir y dar razón de lo que es Dios, de quien es Jesús, a partir de las cosas que nos han dicho, sin embargo no hemos tenido una experiencia viva con él, por lo tanto no le conocemos realmente. Jesús continua y les pregunta directamente, “¿y ustedes quien dicen que soy yo? Los apóstoles se quedan todos cayados de seguro al no saber decir quien era Jesús, y solo Pedro responde “tu eres el Mesías”, sin embargo dice otro pasaje, que Jesús dice a Pedro que lo que declaro sobre el se lo ha dicho el Espíritu Santo. Igual nos pasa a nosotros, decimos que Jesús es el Mesías, el salvador, el rey de reyes, el amor de los amores, lo alabamos y lo bendecimos, pero en la vida diaria no se nota, y es que en realidad no conocemos a Jesús, no lo entendemos, la prueba esta en lo que sigue.

Jesús les dice después que el “hijo del hombre tenia padecer mucho, ser rechazado por los ancianos... ser entregado a la muerte y resucitar al tercer día”, el mismo Pedro que dice que “es el Mesías”, le dice y le persuade que no pase, es decir, es piedra de tropiezo, es instrumento de satanás (que quiere decir “el que pone a prueba”). También nosotros, como Pedro, podemos ser piedra de tropiezo para los hermanos que quieren acercarse con sinceridad a Dios, a Jesús, porque queremos que no les cueste  o les damos mal testimonio. Tenemos que perder la vida que llevamos por Jesús, para poderla ganar, es decir, no escatimar nada, ni la propia vida, por amor a Dios. Dar todo, “dar hasta que duela”, decía la Madre Teresa.

Conozcamos a Jesús, no por conceptos, palabra bonitas pero huecas, sino por medio de la experiencia en la oración, pero sobre todo con los hermanos que nos rodean, con los prójimos (próximos). Comprendamos el misterio de Cristo (que es abierto y no cerrado) para que podamos comprender nuestra vocación cristiana, que no se basa en las victorias humanas, en lo fácil de la vida presente, sino en dar todo, implicando el dolor que esto pueda significar. No seamos piedra de tropiezo para los hermanos que con sincero corazón se acercan a Jesús, intentemos pensar como Dios (al revés de lo que comúnmente pensamos) y no como los hombres. Crezcamos más en la fe y en el conocimiento de Dios por la Escritura, “pues quien desconoce las Escrituras desconoce a Dios”, dice san Jerónimo.

martes, 11 de septiembre de 2012

Reflexión del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario.


evangelio

MARCOS 7, 31-37

31 Dejó Jesús la comarca de Tiro, pasó por Sidón y llegó de nuevo al mar de Galilea por mitad del territorio de la Decápolis.
32 Le llevaron un sordo tartamudo y le suplicaron que le aplicase la mano. 33Lo tomó aparte, separándolo de la multitud, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. 34 Levantando la mirada al cielo dio un suspiro y le dijo:
- Effatá (esto es: "Ábrete del todo").
35 Inmediatamente se le abrió el oído, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. 36 Les advirtió que no lo dijeran a nadie, pero, cuanto más se lo advertía, más y más lo pregonaban ellos. 37 Extraordinariamente impresionados, decían:
- ¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

“Effetá” (“ábrete”).

Por Fray Juan Gerardo Morga. OFMCap.

Aun recuerdo como si fuera ayer, a un amigo de la Congregación de Santa Cruz, que después dejo la comunidad y se dedico a la enseñanza, no he sabido de él en estos últimos años, pero quiero compartirles una experiencia que me enriqueció sobremanera. Un día este amigo me dijo: “Juan me podrías hacer un favor, fíjate que necesito que me ayudes a dar una platiquita a papas y padrinos de niños que van a hacer los sacramentos de iniciación”, yo conteste que con mucho gusto le ayudaba. Se llegó el día, era en la parroquia de Ntra. Sra. de la Luz que se encuentra en Monterrey, pero no fue en la parroquia sino en un salón de eventos muy grande. Llegue temprano, mi amigo me llevo al salón, y me pareció extraño que el salón estuviera tan grande, entonces le pregunte ¿por qué un salón muy grande?, entonces me contesto que se los habían prestado gratis, “pero no va a ver mucha gente verdad” pregunte. En ese tiempo cuando estaba en los primeros años de mi formación tenía mucho miedo de hablar en público, bueno aún hasta hoy, pero menos que en ese tiempo. Empezó a llegar tanta gente que según eran como unas 500 ó 600 personas. Cuando me dijo, “listo”, le dije “oye yo no voy a poder hablar con tanta gente”. Me dijo “tu tranquilízate que Dios va hablar”. Al principio recuerdo que estaba muy nervioso, no podía siquiera estar de pie, pues las rodillas sentía que vacilaban de los nervios, pero poco a poco me fui tranquilizando, al final mucha gente vino hacia mi para agradecerme por la charla, el párroco y mi amigo también, fue cunado comprendí que es Dios quien actúa por medio de uno, aunque no sea uno capaz, él nos cura del miedo.

De esto es lo que habla el evangelio de hoy, en esta ocasión llevaron ante Jesús un hombre sordo y tartamudo. Como sabemos, si una persona es sorda es muy difícil que hable, o hable bien. Jesús al ver aquella persona de aspecto temeroso, relegada de los suyos, imposibilitada por completo de comunicación, la curo, y lo hizo de una forma misteriosa, “le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva”. Sin duda el evangelista tiene una intención concreta al narrar este hecho, sin embargo a mi me da pensar que la forma como la cura es muy a la forma de Dios, es decir, “lo toca”, cosa que los judíos y a veces nosotros no hacemos, vemos a un hermano enfermo y la reacción inmediata es alejarnos de él, y si es un desconocido para nosotros ni nos acercamos. Jesús lo toca, y no solo eso “le pone saliva en la lengua”, es como si Jesús le diera su palabra, su voz al tartamudo, como si el tartamudo a partir de ese día fuera un interlocutor de Jesús. En realidad lo es, pues el mismo evangelista nos dice que Jesús les prohibía hablar del hecho y ellos con más insistencia proclamaban el hecho.

Podemos preguntarnos, que me quiere decir Jesús, con esta “Palabra de Dios”. Sin duda que nos dice que tenemos que ser condescendientes con nuestros hermanos que padecen alguna enfermedad como esta, pero también nos dice que debemos comprender a nuestros hermanos que tienen esta enfermedad desde el punto de vista de su vida interior, es decir, en ocasiones nos encontramos que hay algunos hermanos y hermanas nuestras que viven como esta persona del evangelio, no se atreven a abrir su vida a Dios, incluso puede pasarnos a nosotros también. Tenemos miedo de entregarnos a Dios, y pasamos la vida como sordos, no escuchamos a Dios; t tartamudos, no hablamos de Dios a los demás por miedo “al que dirán”. Jesús nos enseña que todas las enfermedades físicas e interiores las cura solo Él, sin embargo porque nos elige a nosotros para ser una extensión suya en el mundo y con los hermanos más necesitados, también nosotros debemos curar, sin embargo no puedes curar si no estas curado de tus propios egoísmos, de tus juicios, de tus favoritismos -como dice Santiago hoy en la segunda lectura-, con nuestra cerrazón al cambio, a la admiración de lo que Dios hace nuevo cada día.

Sin duda la palabra más importante de hoy es “Effetá”, es decir “¡ábrete!”. Jesús nos dice: “effetá” a experiencias nuevas conmigo, confía más en mi y en ti; “effetá” a la vida verdadera conmigo; “effetá” a cambios radicales en tu vida y renuncia a estancamientos en tu vida; “effetá” a amar de una forma nueva, separando las acciones de la persona y la persona en sí; “effetá” a entregarle a tu creador todo lo que eres, pues de él venimos, nos movemos y somos. “Effetá” y deja de estar encerrado en tu cuarto y disfruta todas las cosas que hace Dios por amor a ti, “effetá” a los hermanos pues en ellos me manifiesto más vivamente, “effetá” en fin a toda la creación, que es el libro de la vida, junto con la palabra viva que es Jesús.

Sin duda queridos hermanos y hermanas que Jesús nos sana, y también quiere que sanemos a este mundo egoísta, que reclama éxito para ser reconocido, que demanda tener cosas para ser respetado e importante. Sin embargo los verdaderos importantes para Dios son los que son como estas personas del evangelio, enfermas, pero curadas por Dios para cumplir una misión, curar con el bálsamo del Espíritu de Dios a los hermanos y hermanas todos.

Como nos dice el Profeta Isaías en la primera lectura: “¡Animo! No teman. He aquí que su Dios… viene ya para salvarlos”. No hay certezas claras en el mundo en que vivimos, sin embargo lo único certero es que Dios esta con nosotros, nos busca siempre, nos espera siempre, nos ama siempre y a pesar de nuestra condición y esta siempre con los brazos abiertos para recibirnos cuando hacemos caso a su “Effetá”.


viernes, 31 de agosto de 2012

Reflexión del Domingo XXII del Tiempo Ordinario.


Mc 7, 1-18. 14-15. 21-23.

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". Él les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice:
Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
En vano me rinde culto:
las doctrinas que enseñan
no son sino preceptos humanos.
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres".
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".


“Dichosos los limpios de corazón”
Por Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

En “un rincón del mundo” hay una de las tradiciones que me ha parecido una de las más denigrantes. Cuando una pareja de novios deciden casarse, se prepara el matrimonio de una forma espectacular pero desde el punto de vista exterior, es decir, la fiesta dura ocho días en los cuales no puede faltar la borrachera, la música, en con ello los pleitos de los borrachos y las incomprensiones de los invitados embriagados, lo que es un gran acontecimiento en la vida de los que se casan termina a veces en desgracia. Sin embargo esto no es lo que me parece denigrante, sino las practicas tradicionales para saber si la mujer que se casa es pura o virgen; se trata de poner en la cama de los recién casados sabanas blancas, para saber, una vez que hayan consumado el matrimonio, si la muchacha era virgen o no, sabemos comúnmente que si la mujer es virgen debe haber sangre en las sabanas; también ponen un jarroncito en la puerta de la recamara de los nuevos esposos, y una vez que se compruebe la pureza o no, el jarroncito queda intacto si la esposa era virgen, de lo contrario no queda nada de jarroncito.

Quiero tomar este ejemplo, porque este domingo el Señor nos dice que es la verdadera pureza, la verdadera dignidad y la verdadera tradición. Jesús habla primero de nuestras tradiciones, que a veces por defenderlas dejamos de lado la caridad con el prójimo, pensamos que al quitar las tradiciones se terminará nuestra fe, en lo que creemos o en lo que estamos anclados, seguros. Sin embargo Jesús nos enseña que la tradición no tiene sentido si le hace falta el sentido común, y que lo más importante es el amor, las intenciones que salen del corazón del hombre. Y es que, con facilidad defendemos algo que no es tan importante, como las tradiciones, ¿quién es el verdaderamente importante, sino Dios y los hermanos?, es común escuchar, cuando alguien propone un cambio, “es que siempre se ha hecho así, es una costumbre, una tradición hacerlo así”; es entendible este argumento pero si tomamos en cuanta que son otros tiempos, circunstancias y personas, siempre se puede mejorar a favor de todos cambiando algunas cosas que han funcionado en el pasado y que ya no funcionan ahora. Un hermano que esta abierto al cambio entiende el sentido de las tradiciones, quien se aferra a ellas no tiene la fe puesta en lo más importante, que es Dios.

En la segunda parte de esta parte del Evangelio de Marcos, Jesús trata el tema de la pureza de una pureza exterior, algo así como el dicho popular que decimos: “ojos vemos corazones no sabemos”, y es que la mayoría de las veces nos dejamos llevar por las apariencias, sin embargo dice Jesús, que lo que importa es que la persona sea puro por dentro, es decir, que la pureza de nuestras acciones depende da la intención con que las hagamos. Uno puede decir que una persona es impura, como el caso que exponía al principio, sin embargo lo que cuanta no es lo exterior, sino lo que hay por dentro, y eso solo lo sabe Dios y la persona. Cuando queramos juzgar detengámonos primero en ver o imaginar que cosa difícil estará pasando la persona, antes de tacharla por tal o cual cosa. Dice Jesús, que lo que mancha al hombre es lo que sale de él, no lo que entra. Nuestros hermanos que han ido por otro camino, dicen que ellos no comen tal o cual animal porque es impuro, sin embargo Dios no ha hecho nada impuro, y si había algo impuro envió a su hijo para que lo hiciera todo bien.

Queridos hermanos, estemos siempre dispuestos a seguir a Jesús con un corazón abierto, con mente abierta, sin quedarnos, ni asegurarnos en nuestras tradiciones. San Francisco decía que para ser libres hay que ser pobres, esto es lo que Jesús nos pide en el evangelio que seamos pobres y dejemos ir nuestras seguridades (costumbres) para caminar por el camino de libertad. Por otro lado no juzguemos a la ligera, como lo hacen con las mujeres en “el rincón del mundo”; hay que ver nuestras intenciones, pues de dentro de nosotros pueden salir las grandes cosas buenas que han cambiado a la humanidad, pero también las cosas más horrendas que hemos visto. Ser puro de corazón es una decisión a tener un corazón limpio de odio, de recelo, de prejuicios. La pureza es un don de Dios, es decir, nadie en este mundo es digno, Dios por amor a nosotros viene aunque no lo merezcamos, quien es digno de ser sacerdote, quien es digno de servir a Dios, quien es digno de recibir la comunión cada día, estrictamente nadie, pero él (Dios) se entrega a nosotros para hacernos cada vez más como él, viene a nuestro encuentro porque nos ama como nadie. Pidamos a Dios que nos haga más conscientes de que dentro de nosotros hay una semilla de divinidad, para que crezca y de fruto abundante, pues como el mismo Jesús dice “por sus frutos los conoceréis”.
Sea alabado Jesucristo.

viernes, 24 de agosto de 2012

Reflexión del Domingo XXI del Tiempo Ordinario


Jesús es el único que tiene “PALABRAS DE VIDA ETERNA”.
Por Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

Leyendo y meditando este evangelio de hoy, he recordado a tantos hermanos que he conocido que han compartido conmigo esta vocación, y han dejado de seguir a Jesús. A veces por que no se atreven a seguirlo hasta en la cruz, o por que su forma de hablar no les gusta, como lo que hoy leemos en el evangelio, sin embargo creo que todos de alguna manera aprendieron algo y lo están poniendo en práctica en su nueva vida. Pero yo siempre le he preguntado al Señor, por qué sigo aquí, por qué aún te estoy siguiendo, realmente me llamas o yo soy el que me aferro a seguirte.

Sin duda son preguntas que ya me ha respondido en estos años de formación y de preparación al servicio de los hermanos, y a pesar que me he dado cuenta que Dios pide todo, y eso no siempre me gusta, he comprendido que Jesús me sigue llamando día a día. Porque Jesús a nadie tiene a la fuerza junto a él, siempre somos libres de decirle si o no, a veces pensamos que a Dios no le podemos decir no, sin embargo por la libertad que el mismo nos ha dado podemos acceder a sus llamadas o no. Esto es lo que Jesús esta haciendo en este pasaje: les dice, viendo que muchos se van porque no les gusta su forma de hablar, ¿ustedes también quieren dejarme?, y creo que la respuesta de Pedro es la respuesta de todos nosotros que hemos seguido a Jesús, a pesar de las contrariedades de la vida le hemos dicho que si, aunque no sabemos exactamente que es lo que va a pasar, hay que confiar en Jesús, aunque no nos guste a veces sus exigencias hay que decir que si, pues el nunca se aprovechará de nosotros. Si le damos nuestro asentimiento, él hará maravillas en nuestra vida, y por medio de nuestras personas, hará grandes cosas en los hermanos con quien nos relacionamos.

Y es como él dice, “mis palabras son espíritu y vida”, aunque a veces no las entendamos y no son tan agradables, siempre sus palabras son vida, pues aún en la cruz esta dando vida, esta dando toda su vida por nosotros, en cada Eucaristía que celebramos sigue dando vida, pues “su carne es verdadera comida y su sangres es verdadera bebida”. A veces no soportamos que el sea nuestro alimento porque nos sentimos autosuficientes, es decir, no necesitamos de nadie, ni de nada, para ser lo que somos, sin embargo, podemos pensar en esto, pero la realidad es que del que siempre necesitamos es de Dios, de Jesús, de su alimento y su vida. Pues no hay más a quien ir, cuando estamos en situaciones limites, aunque digamos que no necesitamos de nadie, a poco no nos acordamos de Dios y le pedimos su ayuda.

Cuando Pedro le dice que “tienes palabras de vida eterna”, esta confirmando que él es el único que nos lleva a la plenitud, a ser verdaderos hijos de Dios y hermanos todos, a ser como él “el santo de Dios”. Por eso necesitamos de “su verdadera comida y de su verdadera bebida” para hacernos a semejanza suya. Digámosle "si" a Jesús y como el salmista nos invita “haz la prueba y veras que bueno es el Señor”. Decidamos servir al Señor, como en la primera lectura, a pesar de lo difícil que nos parezcan algunas situaciones, teniendo la certeza  que después de estas situaciones viene la bonanza y la calma.

viernes, 17 de agosto de 2012

Reflexión del Domingo XX del tiempo ordinario.


Quienes comemos el PAN DE VIDA también debemos ser pan de vida.
Por Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

Cuando escuchamos el Evangelio o damos una reflexión del mismo, en ocasiones damos interpretaciones demasiado espirituales y no nos damos cuenta que Jesús, muchas veces, y sobre todo en la sección donde habla en parábolas, es decir, en un lenguaje simbólico, nos habla en una forma velada, quiere que nosotros quitemos el velo, para que podamos admirarnos de lo que nos quiere realmente decir. Por que es, sin duda, muy fácil en nuestro tiempo que perdamos el sentido de admiración cuando escuchamos, meditamos y saboreamos la Palabra, pues hay muchas cosas que nos admiran o impactan más que Dios y su Palabra.
Este domingo, Jesús, nos habla de nuevo con su palabra y con su vida, como es costumbre en Él. Pero recordemos que san Juan, en su evangelio, no quiere darnos una historia de Jesús, sino que a partir de su reflexión personal de la vida de Jesús, invita a todos a ser como Jesús, es decir, no solo presenta a Jesús, sino también una reflexión de su vida y una forma de seguir sus pasos. San Juan, pone antes de este texto que leemos este domingo, varios textos que hacen referencia al pan de la vida, como el de la multiplicación de los panes, cuando Jesús le sigue mucha gente y él les dice que “no busquen el alimento que perece, sino el que lleva a la vida eterna”, porque mucha gente lo seguía, no porque escucharan en realidad sus palabras, sino para que les diera nuevamente de comer.
Hoy Jesús dice: “Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida”. Sin duda que cuando Jesús dice esto esta diciendo que su misma persona es “el pan que baja del cielo”, que es el mismo y sus palabras que alimenta al mundo, y no solo eso, sino que el que “coma”, es decir, ponga en practica su vida, sus palabras, “vivirá para siempre”. Después en la segunda parte de sentencia, quiere decirnos que nos entregará todo, su vida, y para esto tendrá que quedar si vida, para darnos su vida, por eso termina diciendo “para que el mundo tenga vida”.
Esta es la vida del cristiano, hermanos, vivir y ser como otro cristo en la tierra. El cristiano es el que sigue a Jesús, corre con su misma suerte, camina por el mundo como hermano que da vida. Comer la carne del Hijo del hombre, como dice Jesús, significa ser verdaderamente humano, y solo Jesús nos enseña como serlo, beber su sangre significa vivir su misma vida divina, es decir, ir descubriendo día a día el germen de divinidad que hay en nosotros, esto es lo que llamamos santidad. Carne-sangre son nuestro cuerpo y son inseparables, así como en Jesucristo es inseparable su humanidad y divinidad, nosotros cristianos, seguidores de Cristo también no podemos separar nuestra vida en el mundo con la vida con Dios, sería como separar estos dos elementos, y estos elementos separados, no dan vida.
Cristo no habla del pan corporal, y lo atestigua el mismo evangelio de san Juan cuando dice: “éste es el pan que ha bajado del cielo, no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron.” Habla del pan que es el mismo, habla de un pan como el de la Eucaristía que celebramos todos los días, y que a veces no tiene ninguna incidencia en nuestra vida, porque no estamos del todo consientes de lo que Dios puede hacer por medio de este pan y no lo dejamos actuar. De hecho en la Misa, Dios nos alimenta con su Palabra, que es Jesús, y con la misma sangre y cuerpo de Jesús. La Palabra de Dios -Jesús-  y la Comunión -Jesús- son una misma comida, que debe hacerse vida en los que participamos en el banquete eucarístico. Debemos tener más conciencia de lo que celebramos y entonces decidiremos mejor seguir a Jesús, si conocemos y somos consientes de lo que Jesús nos dice, nuestra vida también será comida para otros, nuestro ejemplo arrastrará a otros hacia Dios, y entonces el “mundo tendrá vida”. A ejemplo de Jesús decidámonos a ser “pan de vida”, como el único PAN DE VIDA, JESÚS.

viernes, 3 de agosto de 2012

Lo que significa el Cántico de las Creaturas.

CÁNTICO DE LAS CREATURAS

Interpretación de Jose Carlos Correa Pedroso.


Es de notar las binas que San Francisco pone en este cántico, primero pone Sol-luna, dos realidades cosmicas que tambien tienen que ver con el hombre y la mujer, con lo masculino y lo femenino que esta impreso en cada ser humano. En segundo lugar Agua-fuego y viento-tierra, que significan los 4 elementos de este mundo, a la ves que nos hace clara referencia que incluye en este cántico a toda la creación. Por último pone una última bina que es los que padecen en paz, los que perdonan-muerte, que quiere significar que aquel que perdono en la Cruz, que sufrió en paz, que perdona siempre, Jesucristo, ha vencido a la muerte y nos ha dado nueva vida. Sin duda Francisco de Asís es un hombre hermano de todos, por eso eleva su canto como incluyendo a todo y a todos. Con razón se le llama el hermano universal.

Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
el cual es día, y por el cual nos alumbras.
Y él es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.
Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.
Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche,
y él es bello y alegre y robusto y fuerte.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.
Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,
y soportan enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las soporten en paz,
porque por ti, Altísimo, coronados serán.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!:
bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad,
porque la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.

Fray Juan Gerardo Morga.


martes, 24 de julio de 2012

LA SANTIDAD.
Por Fray Juan Gerardo Morga.

Mucho se puede decir de este tema, pero lo más importante es poner en contexto esta palabra y lo que significa en nuestros días.

Muchas veces hablamos de la santidad como algo que compete a un determinado grupo de personas, antes del Vaticano II, la santidad era solo para los religiosos (monjas, monges, frailes, sacerdotes, personas que dedicaban completamente su vida a Dios), sin embargo despues del mencionado concilio, la idea cambio drasticamente y entonces se dijo que todos estamos llamados a la santidad. Ya no solo los que dedican su vida por completo a Dios, sino tambien todos los que creen en Dios, los niños, los jóvenes, los matrimonio, los hombres más pecadores, es decir, todos los bautizados somos objetos de la santidad.

Pero ¿qué es santidad?, en mi corta experiencia de Dios, he ido descubriendo que la santidad es descubrir el amor de Dios en la propia vida y dejarse amar por este amor y amar con este mismo amor, es decir, que en la medida que estes más conciente del amor incondicional de Dios, en esa medida eres santo. A veces tenemos un concepto de santidad muy erroneo, como que los santos son personas agraciadas por Dios desde pequeños con dones extraordinarios, que son perfectos, que levitan, que tienen una imagen muy piadosa, etc. no pongo en tela de juicio que Dios regale sus dones a quien quiera, pero a veces pensamos que la santidad es algo inalcanzable y es solo para aquellos que Dios les da estos dones. Dios nos da dones, es decir, regalos a todos, sin embargo los dones o regalos vienen acompañados por nuestra debilidad, pensamos más en nuestras debilidades y pecados que en nuestras grandes capacidades para ser mejor, las cuales han sido dadas por Dios nuestro Padre.

Es curioso, que nos soñemos y nos imaginemos como grandes empresarios, artistas, personas famosas, con tal o cual carro, con una casa, con una profesión, y decimos: "ya me vi", pero no imaginamos como seremos cuando lleguemos a ser santos. Y es que llegar a ser santos es llegar a ser verdaderamente humanos, es decir, con la venida de Cristo, Dios nos enseña a ser verdaderamente humanos, pues Cristo es realmente hombre y es a la vez Dios, pues comparte con el Padre la plenitud. Cada uno de nosotros participamos en la divinidad de Dios, y en la medida que crezcamos en esta conciencia seremos santos-verdaderamente humanos, a imagen y semejanza de Dios.

Podemos ser santos ya desde ahora, incluso somos santos desde el bautismo, pues para Dios el día de nuestro bautismo como todos los días de nuestra vida son un "siempre", solo falta que crezcamos cada día más en la conciencia de que seremos, como dice san Juan, "como dioses". Nosotros por nuestra bedil condición damos más importancia a lo negativo, al pecado, a lo que esta mal, al mal en si mismo y nos olvidamos que fuimos hechos en gracia, antes que el pecado del Genesis, fue la creación y esta fue perfecta, despues vino la desobediencia. Fuimos creados en gracia original y no en pecado original, por lo tanto hermanos animemonos a vivir en gracia original, no quiero decir que no exista el pecado, el mal, sino más bien que nuestros ojos esten puestos en la gracia de Dios, en la bondad infinita de Dios, en Dios mismo; solo así aceptaremos nuestras lititaciones como oportunidad para ser santo, y no al reves, tengo que quitar mis debilidades para ser santo. Entremos en este camino y verán que somos más felices, ni siquiera se la creerán cuando les digan que son santos, pues el santo es el último que se da cuenta de las cosas que hace Dios en nosotros, la SANTIDAD es un don que viene de Dios, y que se realiza si encuentra materia dispuesta.

viernes, 22 de junio de 2012

Reflexión del XII Domingo del Tiempo Ordinario

POR QUÉ TANTO MIEDO

Mc 4, 35-40
La barca en la que van Jesús y sus discípulos se ve atrapada por una de aquellas tormentas imprevistas y furiosas que se levantan en el lago de Galilea al atardecer de algunos días de verano. Marcos describe el episodio para despertar la fe de las comunidades cristianas que viven momentos difíciles.
El relato no es una historia tranquilizante para consolarnos a los cristianos de hoy con la promesa de una protección divina que permita a la Iglesia pasear tranquila a través de la historia. Es la llamada decisiva de Jesús para hacer con él la travesía en tiempos difíciles: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?".
Marcos prepara la escena desde el principio. Nos dice que "era al atardecer". Pronto caerán las tinieblas de la noche sobre el lago. Es Jesús quien toma la iniciativa de aquella extraña travesía: "Vamos a la otra orilla". La expresión no es nada inocente. Les invita a pasar juntos, en la misma barca, hacia otro mundo, más allá de lo conocido: la región pagana de la Decápolis.
De pronto se levanta un fuerte huracán y las olas rompen contra la frágil embarcación inundándola de agua. La escena es patética: en la parte delantera, los discípulos luchando impotentes contra la tempestad; a popa, en un lugar algo más elevado, Jesús durmiendo tranquilamente sobre un cojín.
Aterrorizados, los discípulos despiertan a Jesús. No captan la confianza de Jesús en el Padre. Lo único que ven en él es una increíble falta de interés por ellos. Se les ve llenos de miedo y nerviosismo: "Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?".
Jesús no se justifica. Se pone de pie y pronuncia una especie de exorcismo: el viento cesa de rugir y se hace una gran calma. Jesús aprovecha esa paz y silencio grandes para hacerles dos preguntas que hoy llegan hasta nosotros: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?".
¿Qué nos está sucediendo a los cristianos? ¿Por qué son tantos nuestros miedos para afrontar estos tiempos cruciales, y tan poca nuestra confianza en Jesús? ¿No es el miedo a hundirnos el que nos está bloqueando? ¿No es la búsqueda ciega de seguridad la que nos impide hacer una lectura lúcida, responsable y confiada de estos tiempos?
¿Por qué nos resistimos a ver que Dios está conduciendo a la Iglesia hacia un futuro más fiel a Jesús y su Evangelio? ¿Por qué buscamos seguridad en lo conocido y establecido en el pasado, y no escuchamos la llamada de Jesús a "pasar a la otra orilla" para sembrar humildemente su Buena Noticia en un mundo indiferente a Dios, pero tan necesitado de esperanza.

José Antonio Pagola

jueves, 24 de mayo de 2012

Reflexión del Domingo de Pentecostes.

ALIENTO VITAL QUE SE EXPRESA EN TODO




Jn 20, 19-23
En este relato de aparición, el autor del cuarto evangelio quiere "visibilizar" el momento en que Jesús comunica su Espíritu a los discípulos. Responde así a la promesa que el mismo autor había recogido en el llamado "testamento espiritual" de Jesús: "Yo rogaré al Padre para que os envíe otro Paráclito, para que esté siempre con vosotros" (Jn 14,16; 14,26); "el Espíritu de la verdad que yo os enviaré y que procede del Padre" (15,26; 16,7; 16,13).
En realidad, Juan había hecho coincidir la efusión del Espíritu con la muerte de Jesús, quien "inclinando la cabeza, entregó el espíritu" (19,30). Por tanto, lo que se dice ahora en este relato no sería sino una confirmación: la comunidad se sabe habitada y sostenida por el mismo Espíritu de Jesús.
La tendencia a separar los acontecimientos pascuales es manifiesta ya en Lucas, quien introduce una curiosa periodización, que habría de marcar el ritmo de las celebraciones litúrgicas durante siglos.
Sin importarle demasiado la concordancia de sus afirmaciones –en el evangelio (24,50) sitúa la ascensión en el mismo domingo de la resurrección; en Hechos (1,3), sin embargo, cuarenta días después-, establece una cronología que se ha mantenido hasta la actualidad: resurrección, al tercer día de la muerte; ascensión, a los cuarenta días de la resurrección; pentecostés o efusión del Espíritu, a los cincuenta días.
Su nulo interés por evitar la contradicción en la que incurre, hace pensar que se trata simplemente de un artificio literario, desde una motivación simbólica. En realidad, todo el acontecimiento pascual es uno y ocurre a la vez: muerte-resurrección-ascensión-pentecostés.
Más aún: lo que los cristianos decimos de la muerte/resurrección de Jesús es lo que ha ocurrido siempre y que ahí se desvela. No es que el Espíritu estuviera "al margen" de la vida del mundo y de los seres humanos hasta el día de Pentecostés.
En cuanto Dinamismo de Vida, el Espíritu, no solo acompaña permanentemente el proceso de la historia, sino que él mismo es el alma de todo ese despliegue.
En ese sentido, desde una perspectiva no-dual, podemos decir que la historia no es otra cosa que el desplegarse o manifestarse del Espíritu en formas materiales.
Hay que evitar entenderlo, tanto de una manera dualista –como haría nuestra mente que, forzosamente, piensa al Espíritu como una realidad "aparte" del resto-, como de una manera panteísta, obra también de la mente que, en el otro extremo, piensa todo como unidad indiferenciada.
Superados ambos extremos, la dos caras polares del modo como la mente puede acercarse a la realidad, somos invitados a trascender la mente para abrirnos a una sabiduría superior, que hace justicia a lo real, sin separar nada y sin confundirlo.
Es la perspectiva no-dual, que han experimentado y en la que se han expresado desde siempre los místicos.
Santa Teresa de Jesús, probablemente una de las mayores representantes de lo que, dentro del camino espiritual, podríamos llamar la "vía relacional o afectiva", y por tanto, nada sospechosa de "veleidades panteístas", en su obra de madurez "Las Moradas", escribe:
"Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué compararlo, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual.
No se puede decir más de que, a cuanto se puede entender, queda el alma, digo el espíritu de esta alma, hecho una cosa con Dios...
"En estotra merced del Señor [lo que la santa llama el "desposorio espiritual"], siempre queda el alma con su Dios en aquel centro. Digamos que sea la unión, como si dos velas de cera se juntasen tan en extremo, que toda la luz fuese una, o que el pábilo y la luz y la cera es todo uno...
Acá es como si cayendo agua del cielo en un río o fuente, adonde queda hecho todo agua, que no podrán ya dividir ni apartar cual es el agua, del río, o lo que cayó del cielo; o como si un arroyico pequeño entra en la mar, no habrá remedio de apartarse; o como si en una pieza estuviesen dos ventanas por donde entrase gran luz; aunque entra dividida se hace todo una luz" (Las Moradas VII,2.3-4).
Por su parte, san Juan de la Cruz expresa lo mismo con no menos fuerza:
"Dios le comunica [al alma] su ser sobrenatural de tal manera, que parece el mismo Dios y tiene lo que tiene el mismo Dios. Y se hace tal unión cuando Dios hace al alma esta sobrenatural merced, que todas las cosas de Dios y el alma son una en transformación participante. Y el alma más parece Dios que alma, y aun es Dios por participación" (Subida del Monte Carmelo II,5.7).
Me parece que no podemos leer esas experiencias que nos transmiten los místicos como si se tratara de "dones" especiales que Dios otorgara arbitrariamente, o como si fueran la excepción de lo que es la realidad.
Ocurre justamente al revés. Lo que los místicos ven –como lo que vio Jesús de Nazaret- es lo que se da siempre, la Realidad como es. El hecho de que la mayor parte de las personas no la perciban hace que se vean esas descripciones como excepcionales.
Los místicos pueden ser todavía "excepciones" con respecto a quienes no ven, pero lo que ellos nos transmiten –dentro, siempre, de la pobreza de los conceptos y de las palabras para expresar una realidad que trasciende la mente, así como usando esquemas mentales propios de su época y cultura- no es nada "excepcional", sino una descripción más ajustada de lo Real.
Lo que ocurre es que la identificación con la mente hace que se vea lo falso como si fuera real, y lo que es verdadero como si fuera falso.
En la experiencia mística –desde una perspectiva no dual-, el Espíritu no es "Alguien" que hace "algo" sobre "alguien", por más que nuestra mente, en cuanto quiera dar razón de ello, no pueda expresarlo de otro modo.
El término "espíritu", en las tradiciones antiguas, aparece vinculado al viento, a la respiración y a la energía. Ruaj, en hebreo; pneuma, en griego; spiritus, en latín; qi (o chi), en chino; prana, en sánscrito... Todos ellos son términos que hacen referencia a "aliento vital", "soplo de vida", "energía"..., y guardan una estrecha relación con la propia respiración.
A partir del simbolismo que nos regalan las etimologías, podemos hablar del Espíritu como del Aliento último de todo lo que es, pero un Aliento no-separado de lo que es, sino haciendo posible que sea y constituyéndolo en su núcleo más íntimo; como de la Energía primera que todo lo mueve y de la que están hechas todas las cosas; como del Dinamismo vital que hace posible la vida y el despliegue de la misma en infinitas formas; como del Vacío primordial –atemporal e ilimitado- de cuyo interior está brotando todo lo manifiesto...
Desde esta perspectiva también, en todo lo que vemos, estamos "viendo" al Espíritu en acción, al que reconocemos, además, como nuestro núcleo más íntimo, la Identidad más profunda.
Y nos vienen a la memoria las sabias palabras de Pierre Teilhard de Chardin: "No somos seres humanos viviendo una aventura espiritual, sino seres espirituales viviendo una aventura humana".
Solo así puede captarse adecuadamente lo que es la evolución en toda su profundidad: El Espíritu duerme en los minerales, despierta en los vegetales, siente en los animales y ama en los humanos. O, dicho de otra manera: El Espíritu duerme en la piedra, sueña en la flor, despierta en el animal y sabe que está despierto en el ser humano.
Me quedé sorprendido al constatar que, al presentarlo de este modo a alumnos de Bachillerato, dijeron "entender" lo que es la Trascendencia y la Unidad de todo.
Sin duda, los niños y los jóvenes se hallan capacitados para percibir la dimensión espiritual de todo lo real. Lástima que la educación académica siga siendo tan chata y materialista, porque les está privando de cuidar su mayor riqueza: la inteligencia espiritual.
Esa inteligencia es la capacidad de tomar distancia de la mente separadora, dejar de identificarnos con ella y tomar conciencia de nuestra verdadera identidad.
Entonces caeremos en la cuenta de que el Espíritu vive en nosotros, impulsando nuestra consciencia... hasta que reconozcamos en él nuestro verdadero rostro.

Enrique Martínez Lozano

viernes, 18 de mayo de 2012

Reflexión sobre la Ascención del Señor.

(pinchar cita para leer evangelio)
NUEVO COMIENZO
por JOSÉ ANTONIO PAGOLA
Los evangelistas describen con diferentes lenguajes la misión que Jesús confía a sus seguidores. Según Mateo, han de "hacer discípulos" que aprendan a vivir como él les ha enseñado. Según Lucas, han de ser "testigos" de lo que han vivido junto él. Marcos lo resume todo diciendo que han de "proclamar el Evangelio a toda la creación".
Quienes se acercan hoy a una comunidad cristiana no se encuentran directamente con el Evangelio. Lo que perciben es el funcionamiento de una religión envejecida, con graves signos de crisis. No pueden identificar con claridad en el interior de esa religión la Buena Noticia proveniente del impacto provocado por Jesús hace veinte siglos.
Por otra parte, muchos cristianos no conocen directamente el Evangelio. Todo lo que saben de Jesús y su mensaje es lo que pueden reconstruir de manera parcial y fragmentaria escuchando a catequistas y predicadores. Viven su religión privados del contacto personal con el Evangelio.
¿Cómo podrán proclamarlo si no lo conocen en sus propias comunidades? El Concilio Vaticano II ha recordado algo demasiado olvidado en estos momentos: "El Evangelio es, en todos los tiempos, el principio de toda su vida para la Iglesia". Ha llegado el momento de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde lo primero es acoger el Evangelio de Jesús.
Nada puede regenerar el tejido en crisis de nuestras comunidades como la fuerza del Evangelio. Solo la experiencia directa e inmediata del Evangelio puede revitalizar a la Iglesia. Dentro de unos años, cuando la crisis nos obligue a centrarnos solo en lo esencial, veremos con claridad que nada es más importante hoy para los cristianos que reunirnos a leer, escuchar y compartir juntos los relatos evangélicos.
Lo primero es creer en la fuerza regeneradora del Evangelio. Los relatos evangélicos enseñan a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Hacen vivir la vida cristiana, no como deber sino como irradiación y contagio. Es posible introducir ya en las parroquias una dinámica nueva. Reunidos en pequeños grupos, en contacto con el Evangelio, iremos recuperando nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.
Hemos de volver al Evangelio como nuevo comienzo. Ya no sirve cualquier programa o estrategia pastoral. Dentro de unos años, escuchar juntos el Evangelio de Jesús no será una actividad más entre otras, sino la matriz desde la que comenzará la regeneración de la fe cristiana en las pequeñas comunidades dispersas en medio de una sociedad secularizada.

viernes, 11 de mayo de 2012

Reflexión del 6to. Domingo de Pascua.

Mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
POR Y CON EL AMOR DE DIOS
INTRODUCCIÓN
El evangelio de hoy es continuación del que leímos el domingo pasado. Sigue explicando, en qué consiste esa pertenencia del cristiano a la vid. Poniendo como modelo su unión con el Padre, va a concretar Jesús lo que constituye la esencia de su mensaje. Ya sin metáforas ni comparaciones, nos coloca ante la realidad más profunda del mensaje del evangelio: El AMOR, que es a la vez la realidad que nos hace más humamos
Jesús les da las señas de identidad que tienen que distinguirlos como cristianos. Es el mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Queda establecida la diferencia entre las dos alianzas. Jesús no manda amar a Dios ni amarle a él, sino amar como él ama.
En realidad no se trata de una ley, sino de una respuesta a lo que Dios es en cada uno de nosotros, y que en Jesús se ha manifestado de manera contundente. Nuestro amor será “un amor que responde a su amor” (Jn 1,16). El amor que pide Jesús tiene que surgir desde dentro, no imponerse desde fuera. Se trata de manifestar lo que es Dios en lo hondo de mi ser, a través de las obras.
EXPLICACIÓN
Juan emplea en este relato la palabra agape. Los primeros cristianos emplearon no menos de ocho palabras, para designar el amor: agape, caritas, philia, dilectio, eros, libido, stergo, nomos. Ninguna de ellas excluye a las otras, pero solo el “agape” expresa el amor sin mezcla alguna de interés personal. Sería el puro don de sí mismo, solo posible en Dios.
Al emplear agapate (que os améis), está haciendo referencia al amor que es Dios, es decir, al grado más elevado de don de sí mismo. No está hablando de un amor de amistad o de una “caridad”. No es desarrollando sus cualidades humanas como puede el cristiano cumplir el encargo de Jesús. Se trata de desplegar una cualidad exclusiva de Dios. Se nos está pidiendo que amemos con el mismo amor de Dios.
Dios demostró su amor a Jesús con el don de sí mismo. Jesús está en la misma dinámica con los suyos, es decir, les manifiesta su amor hasta el extremo. El amor de Dios es la realidad primera y fundante.
Juan lo ha dejado bien claro en la segunda lectura: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó”. Descubrir esa realidad y vivirla, es la principal tarea del que sigue a Jesús. Es ridículo seguir enseñando que Dios está condicionado por nuestras obras; es decir, nos ama si somos buenos y nos rechaza si somos malos.
Pero hay una diferencia que tenemos que aclarar. Dios no es un ser que ama, es el amor. En Él, el amor es su esencia, no una cualidad como en nosotros. Yo puedo amar o dejar de amar, y sigo siendo yo. Si Dios dejara de amar un solo instante, dejaría de existir.
Dios manifiesta su amor a Jesús, como se lo manifiesta a todas sus criaturas; como me lo manifiesta a mí. Pero no lo hace como nosotros. No podemos esperar de Dios “muestras puntuales de amor”, porque no puede dejar de demostrarlo un instante.
El amor que es Dios, tenemos que descubrirlo dentro de nosotros, como una realidad que está inextricablemente unida al ser. Jesús, que es hombre, sí puede manifestar el amor de Dios, amando como Él ama y obrando como Él obraría si fuera un ser humano.
Otra consecuencia decisiva de la idea de Dios, que Juan intenta trasmitirnos, es que, hablando con propiedad, Dios no puede ser amado. Él es el amor con el que yo amo, no el objeto de mi amor. Aquí está la razón por la que Jesús se olvida del primer mandamiento de la Ley: “amar a Dios sobre todas las cosas”. Juan comprendió perfectamente el problema, y deja muy claro que solo hay un mandamiento: amar a los demás, no de cualquier manera, sino como Jesús nos ha amado. Es decir, manifestar plenamente ese amor que es Dios, en nuestras relaciones con los demás.
Naturalmente, no se puede imponer el amor por decreto. Todos los esfuerzos que hagamos por cumplir un "mandamiento" de amor, están abocados al fracaso. El esfuerzo tiene que estar encaminado a descubrir a Dios que es amor dentro de nosotros. Todas las energías que empleamos en ajustarnos a una programación, tienen que estar dirigidas a tomar conciencia de nuestro verdadero ser.
En el fondo, se nos está diciendo que lo primero para un cristiano es la experiencia de Dios. Solo después de un conocimiento intuitivo de lo que Dios es en mí, podré descubrir los motivos del verdadero amor.
El amor del que nos habla el evangelio es mucho más que instinto o sentimiento. A veces tiene que superar sentimientos e ir mucho más allá del instinto. Esto nos despista y nos lleva a sentirnos incapaces de amar. Los sentimientos de rechazo a un terrorista o a un violador, pueden hacernos creer que nunca llegaré a amarle. El sentimiento es instintivo, involuntario y anterior a la intervención de nuestra voluntad. Pero el amor va más allá del sentimiento. Y la verdadera prueba de fuego del amor es el amor al enemigo. Si no llego hasta ese nivel, todos los demás amores que pueda desplegar, son engañosos.
El amor no es sacrificio ni renuncia, sino elección gozosa. Esto que acaba de decirnos el evangelio, no es fácil de comprender. Tampoco esa alegría de la que nos habla Jesús es un simple sentimiento pasajero; se trata más bien, de un estado permanente de plenitud y bienestar, por haber encontrado tu verdadero ser y descubrir que ese ser es inmutable y eternamente estable. Una vez que has descubierto tu ser luminoso indestructible, desaparece todo miedo, incluido el miedo a la muerte. Sin miedo, como decía Buda, no puede haber sufrimiento. Surgirá espontáneamente la alegría que es nuestro estado natural cuando nada impide que el ser se despliegue totalmente.
Solo cuando has descubierto que lo que realmente eres, no puedes perderlo, estás en condiciones de vivir para los demás sin límites. El verdadero amor es don total. Si hay un límite en mi entrega, aún no he alcanzado el amor evangélico. Dar la vida, por los amigos y por los enemigos, es la consecuencia lógica del verdadero amor. No se trata de dar la vida biológica muriendo, sino de poner todo lo que somos al servicio de los demás.
Desde esta dinámica, no tiene ningún sentido hablar de siervo y de señor. Más que amigos, más que hermanos, identificados en el mismo ser de Dios, ya no hay lugar ni para el “yo” ni para lo “mío”. Comunicación total en el orden de ser, en el orden del obrar y en el orden del conocer.
Jesús se lo acaba de demostrar poniéndose un delantal (vestido de siervo) y lavándoles los pies. La eucaristía nos dice exactamente lo mismo: Yo soy pan que me parto y me reparto para que todos me coman. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos para comunicarles esa misma Vida. ¿Dónde pueden albergarse ahora los secretos, si ha desaparecido la individualidad diferenciadora? Jesús lo compartió todo.
Que vuestra alegría llegue a plenitud. Es una idea que hay que resaltar, porque en nuestro cristianismo no siempre lo hemos tenido claro. Jesús afirma que Dios quiere que seamos felices, eso sí, con una felicidad plena y definitiva, no con la felicidad que puede dar la satisfacción de nuestros sentidos. La causa de esa alegría es saber que Dios nos ama incondicionalmente; que esa actitud nos transforma en amigos; que nada podrá apartarnos de Él. Nos decía un maestro de novicios: “Un santo triste es un triste santo”.
“No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros”. Expresa la experiencia de los primeros cristianos. Son conscientes de su libertad a la hora de seguir a Jesús, pero saben que el acercamiento empieza siempre por el amor de Jesús a cada uno. Debemos recuperar esta vivencia. El amor de Dios es lo primero. Dios no nos ama coma respuesta a lo que somos o hacemos, sino por lo que es Él.
No tiene ningún sentido seguir hablando del Dios que premia a los buenos y castiga a los malos. Dios ama a todos de la misma manera, porque no puede amar más a uno que a otro. De ahí el sentimiento de acción de gracias en las primeras comunidades cristianas. De ahí el nombre que dieron los primeros cristianos al sacramento del amor. “Eucaristía” significa acción de gracias.
APLICACIÓN
Para saber si estamos con Jesús no hay más criterio que las obras de amor. Cualquier relación con Dios sin un amor manifestado en obras, será pura idolatría. Pero esa manera de actuar tiene que surgir de lo hondo del ser, y no de una obligación externa.
La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ritos o normas morales. El único distintivo debe ser el amor manifestado. La base y fundamento de la nueva comunidad será la vivencia, no la programación. Jesús no funda un club cuyos miembros tengan que ajustarse a unos estatutos (este sigue siendo hoy nuestro error fundamental) sino una comunidad que experimenta a Dios como amor y cada miembro lo imita, amando como Él ama.
Esta oferta supera todas las ofertas que las instituciones pueden hacer, por eso se muestra Jesús a distancia e independiente de todas ellas. Ninguna otra realidad puede sustituir lo esencial. Si esto falta no puede haber comunidad cristiana.

Meditación-contemplación

Sin la experiencia de unidad con Dios
no podemos desplegar el verdadero amor (agape).
Sin la savia divina que nos atraviesa
nunca podremos dar el verdadero fruto.
…………………

Desde lo puramente humano ese amor es imposible.
No somos nosotros los que tenemos que amar.
Es el mismo Dios el que se da a través nuestro.
Desde nuestra verdadera humanidad podemos manifestar lo divino.
………………….

El verdadero amor no es fruto del voluntarismo.
Tampoco surge del deseo de alcanzar una plenitud.
Amar es deshacerme de todo lo que creo ser,
para que solo quede en mí lo que es Dios.
…………..

  
Fray Marcos