lunes, 15 de octubre de 2012

Reflexión del Domigo XXIV del tiempo ordinario.


¿Quién es Jesús para mí?
Por Fray Juan Gerardo Morga

Hoy Jesús nos da una lección, así como la novia le dice a su novio que es lo que más le gusta, y el novio no sabe; así nosotros como seguidores de Cristo, que decimos que lo amamos, a veces no le conocemos.

Jesús inicia preguntando a sus apóstoles, “¿Qué dice la gente que soy yo?”, y los apóstoles empiezan a decir lo que han oído decir. También nos pasa a nosotros lo mismo, queremos decir y dar razón de lo que es Dios, de quien es Jesús, a partir de las cosas que nos han dicho, sin embargo no hemos tenido una experiencia viva con él, por lo tanto no le conocemos realmente. Jesús continua y les pregunta directamente, “¿y ustedes quien dicen que soy yo? Los apóstoles se quedan todos cayados de seguro al no saber decir quien era Jesús, y solo Pedro responde “tu eres el Mesías”, sin embargo dice otro pasaje, que Jesús dice a Pedro que lo que declaro sobre el se lo ha dicho el Espíritu Santo. Igual nos pasa a nosotros, decimos que Jesús es el Mesías, el salvador, el rey de reyes, el amor de los amores, lo alabamos y lo bendecimos, pero en la vida diaria no se nota, y es que en realidad no conocemos a Jesús, no lo entendemos, la prueba esta en lo que sigue.

Jesús les dice después que el “hijo del hombre tenia padecer mucho, ser rechazado por los ancianos... ser entregado a la muerte y resucitar al tercer día”, el mismo Pedro que dice que “es el Mesías”, le dice y le persuade que no pase, es decir, es piedra de tropiezo, es instrumento de satanás (que quiere decir “el que pone a prueba”). También nosotros, como Pedro, podemos ser piedra de tropiezo para los hermanos que quieren acercarse con sinceridad a Dios, a Jesús, porque queremos que no les cueste  o les damos mal testimonio. Tenemos que perder la vida que llevamos por Jesús, para poderla ganar, es decir, no escatimar nada, ni la propia vida, por amor a Dios. Dar todo, “dar hasta que duela”, decía la Madre Teresa.

Conozcamos a Jesús, no por conceptos, palabra bonitas pero huecas, sino por medio de la experiencia en la oración, pero sobre todo con los hermanos que nos rodean, con los prójimos (próximos). Comprendamos el misterio de Cristo (que es abierto y no cerrado) para que podamos comprender nuestra vocación cristiana, que no se basa en las victorias humanas, en lo fácil de la vida presente, sino en dar todo, implicando el dolor que esto pueda significar. No seamos piedra de tropiezo para los hermanos que con sincero corazón se acercan a Jesús, intentemos pensar como Dios (al revés de lo que comúnmente pensamos) y no como los hombres. Crezcamos más en la fe y en el conocimiento de Dios por la Escritura, “pues quien desconoce las Escrituras desconoce a Dios”, dice san Jerónimo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario