miércoles, 27 de noviembre de 2013

Homilía de la SOLEMNIDAD DE CRISTO REY.

Evangelio según San Lucas 23,35-43.

El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!". 


También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, 
le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!". 


Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos". 
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". 


Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? 


Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo". 


Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino". 
El le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
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¡Viva Cristo Rey!

¡Viva Cristo Rey! Era el grito de muchos hermanos nuestros en los tiempos oscuros de la represión en México, por parte del Gobierno a la Iglesia Católica. Sin embargo me pregunto, si estos hermanos y tantos católicos de ese tiempo y de nuestros tiempos, conocemos realmente a Cristo Rey.

Hoy celebramos esta fiesta de “Jesucristo Rey del Universo”, que es propuesta por la liturgia de la Iglesia, sin embargo creo que hace mucha falta conocer a Cristo Rey, pues cuando escuchamos este titulo de Jesús, el cual no quería ningún titulo, pensamos en Él con cetro y corona flamante, con ropas elegantes, incluso los grades pintores lo pintan así como lo imaginamos. Pero lo cierto es que Jesús, como lo escuchamos en este Evangelio (Jn 18, 33-37) del día de hoy, no tiene un reino como los de este mundo, no es un reino de opresión, de soldados, de implantación de la justicia por la violencia, de apoyar a los pobres y desprotegidos con enfrentamientos armados. El reino de Jesús es un reino de amor, de solidaridad con el pecador, de amor hacia los desdichados, de ayuda a los que menos tienen, sí, pero también de levantar la dignidad de esta gente y a que ganen este Reino de Dios con el sudor de la frente, en fin, Jesús ofrece este Reino a todos por igual; y solo se lleva a cabo, como dice Orígenes, “cuando nos damos cuanta que el Reino de Dios esta en nosotros (pues es Cristo mismo) y que solo debemos hacer que fructifique en el mundo y en los hermanos”.

Pero veamos algunas características del reinado de Cristo, Él dice “que su reino no es de este mundo”, entonces, ¿Cómo es el Reino de Jesús?, esta mañana me puse a reflexionar sobre esto  recorrí la vida de 

Jesús y salió lo que sigue:

ü  Reina en un pobre pesebre, donde comen los animales en el establo.
ü  Reina exiliado en Egipto, más aún, deja su cielo para hacerse como nosotros.
ü  Reina perseguido por Herodes.
ü  Reina escondido en Nazaret, una aldea perdida en el basto Imperio Romano.
ü  Reina en el templo con los doctores, que admirados dice “de donde saca tanta sabiduría”.
ü  Reina sometido a la historia, a sus padres José y María, a costumbres propias.
ü  Reina ayudando, solidarizándose con unos novios que se casaban.
ü  Reina entre lisiados, pobres, pecadores, ciegos, cojos y endemoniados.
ü  Reina dando vida nueva a los muertos.
ü  Reina amando al que no es amado.
ü  Reina teniendo paciencia a sus apóstoles, los cuales eran cabezas duras.
ü  Reina condenado por los poderosos de su tiempo, porque no aguantan el Reino de Jesús comparado con el suyo.
ü  Reina clavado en una cruz, coronado de espinas, renunciando a todo poder humano, pero tiene el poder que solo Dios tiene, el de la humildad, el del amor, “da su vida por los amigos”.
ü  Reina victima de nuestra violencia e ingratitud, y sigue contestando con amor: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
ü  Reina por fin glorioso y vivo, y quiere que todos reinemos con Él en el amor, que es la base de su reino, el amor que no es solo sentimiento sino también decisión, y más, siempre más.

Queridos hermanos y hermanas, los invito a reflexionar en que Jesús creemos; en Cristo Rey, con corona majestuosa; o en Jesús coronado de espinas, que comparte nuestro sufrimiento para que gocemos con Él. Muchos de nuestros hermanos “Cristeros”, como malamente los llamaban, no supieron muchas veces por cual Jesús peleaban, nosotros que ahora vivimos en paz y podemos, en cierta manera, expresar y dar razón de nuestra fe, podemos y debemos, como cristianos, conocer más a Jesús, profundizar en su vida.

La Iglesia es desde siempre, como lo mencionan los documentos del Concilio Vaticano II, signo, “sacramento del Reino de Dios”, “sacramento de salvación”. Por eso, aunque no apoyó abiertamente la lucha armada en México, si estuvo con los que defendían la fe, pues en sus normas también se contempla la “legítima defensa”. Y podrá alguien decir: ¿entonces la Iglesia no sigue a Jesucristo Príncipe de la Paz?, y yo diría, claro que lo sigue, sin embargo como no es “el Reino de Dios”, ni una “sociedad perfecta”, como se pensaba antes del citado concilio; es apenas signo de este Reino de Dios, a veces puede parecer que su estructura es como los reinos de este mundo, lo cual es cierto, pero también es cierto que en su conjunto, la Iglesia que somos todos los bautizados, y no solo la jerarquía, da testimonio del Reino de Dios en el mundo, las noticias malas y sensacionalistas siempre salen, pero las buenas obras de un cristiano, de un buen religioso, de un excelente sacerdote nunca sale.

Creo, estoy convencido, que debemos de recuperar este reinado de Cristo. Recuperar como bautizados la triple dimensión de la pertenencia a Jesús: Sacerdote, Rey y Profeta. Pues a veces no sabemos que por nuestra consagración bautismal somos sacerdotes cuando nos ofrecemos como Jesús a Dios en los demás, que somos reyes precisamente cuando damos frutos del Reino de Dios y somos profetas cuando anunciamos la buena noticia (Evangelio) y denunciamos las malas. Sobre este respecto, no se ustedes, siempre me he preguntado por qué no tenemos una fiesta de Cristo Profeta, y siempre caigo en la cuenta, que porque es muy difícil ser profeta, porque no queremos terminar como los profetas del Antiguo Testamento, o degollado como Juan el Bautista, o como el propio Jesús que aún siendo pacífico y enérgico en su profetismo tuvo que pagar el precio.

Jesús y los seguidores de Jesús, los que nos llamamos sus seguidores, tenemos que reflexionar siempre cual es el Reino que queremos para nuestro mundo. El mundo esta cansado de los reinos de este mundo, lo vemos, las personas no creen en los políticos, en las instituciones, en la Iglesia, pues los domingos algunos templos se quedan solos, y no se diga entre semana. Y esto es porque a veces no hemos comprendido cual es el reinado de Cristo, no estamos en la misma sintonía de la gente sencilla que muchas veces sabe más y nos enseña más de la fe, que nosotros que estamos metidos en libros para aprender una fe teórica, fría. Creo que la fe en Jesús debe complementarse entre el pueblo sencillo y el pueblo de los teólogos-religiosos-clérigos, para que juntos podamos dar buen signo del Reino de Jesús, “reino de amor, reino de justicia, reino de paz y gozo en el Espíritu Santo”.


Sigamos reinando como Cristo, en lo que nos toca, en lo escondido, en la fidelidad, en el amor a los hermanos, aunque cueste hasta el alma y la propia vida a veces. Sigamos reinando a la manera de Cristo, y desde esta vida tendremos “la corona que no se marchita” y más aún cuando estemos en el Reino de los Cielos.

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Homilía del 33° Domingo del Tiempo Ordinario.

Del Evangelio según san Lucas. 21, 5-19.

A unos que elogiaban las hermosas piedras del templo y la belleza de su ornamentación les dijo:

—Llegará un día en que todo lo que ustedes contemplan será derribado sin dejar piedra sobre piedra.


Le preguntaron:

—Maestro, ¿cuándo sucederá eso y cuál es la señal de que está para suceder?
Respondió:
—¡Cuidado, no se dejen engañar! Porque muchos se presentarán en mi nombre diciendo: Yo soy; ha llegado la hora. No vayan tras ellos. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se asusten. Primero ha de suceder todo eso; pero el fin no llega en seguida.
Entonces les dijo:
—Se alzará pueblo contra pueblo, reino contra reino; habrá grandes terremotos, en diversas regiones habrá hambres y pestes, y en el cielo señales grandes y terribles.

Pero antes de todo eso los detendrán, los perseguirán, los llevarán a las sinagogas y las cárceles, los conducirán ante reyes y magistrados a causa de mi nombre, y así tendrán la oportunidad de dar testimonio de mí.
Háganse el propósito de no preparar su defensa; yo les daré una elocuencia y una prudencia que ningún adversario podrá resistir ni refutar.


Hasta sus padres y hermanos, parientes y amigos los entregarán y algunos de ustedes serán ajusticiados; y todos los odiarán a causa de mi nombre.
Sin embargo no se perderá ni un pelo de su cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.
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¿El buen fin?

Hola hermanos y hermanas, el Señor les de su Paz:

Este penúltimo domingo del Ciclo Litúrgico o del Año Eclesiástico, pues el último es la Solemnidad de CRISTO REY DEL UNIVERSO, el Señor nos invita a reflexionar acerca del fin del mundo y quisiera reflexionar con ustedes en relación a lo que los medios de comunicación y el comercio llaman EL BUEN FIN.

Jesús en el Evangelio de Lucas nos habla del fin del mundo, que aveces muchos hermanos interpretan como algo muy tenebroso, sin embargo lo tenebroso o espantoso no es el acontecimiento en si, sino más bien somos los seres humanos quienes, por no comprender bien las enseñanzas de Jesús, nos dejamos llevar por nuestras pasiones esenciales de poder, tener y placer, con las cuales provocamos todas las atrocidades de las que habla esta parte del Evangelio. El buen o mal fin del mundo lo provocamos nosotros, tu que me lees y yo somos responsables de "un buen fin" si practicamos y con nuestra practica evangelizamos a otros hermanos o somos responsables de un "mal fin" si nos dejamos llevar por nuestro egoísmo, por nuestras pasiones, por nuestras inseguridades al no sentirnos hijos amados de Dios.

"No nos dejemos engañar", dice el Evangelio, con publicidad o por personas que nos dicen que ellos son la salvación, que son lo que nos conviene, que son la respuesta a todas nuestras necesidades, es CRISTO el que es el salvador, es CRISTO quien sacia nuestras hambres y sed de poder, tener o placer, si entregamos a Él todo estos sentimientos y estas ansias, Él las convertirá en algo bueno para nosotros y para todos los que nos rodean.

Ahora que iniciamos un nuevo año en la Iglesia, que nuestro mejor propósito sea no hacer propósitos que no podamos o no queramos cumplir. Seamos honestos con nosotros mismos y desnudemos nuestra alma ante Dios, para pedirle que nos ayude a vivir mejor la fe, la esperanza y el amor en este nuevo año (ciclo).

Los invito a padecer por causa de Jesús toda clase de sufrimiento, siempre en vistas a la vida mejor, a la VIDA que nos espera. No respondamos con las misma violencia a los hermanos que vienen a nosotros con violencia, no respondamos con la misma severidad a quienes nos tratan con severidad, no tratemos con impaciencia a quien nos trata así. Amemos de verdad y entonces nuestro fin, es decir, cuando muramos y estemos ante Dios será UN BUEN FIN. No dejemos que se acabe el mundo espiritual de cada uno de nosotros pues es el único que perdurará hasta que estemos cara a cara con Dios, de los otros fin del mundo (del fin del mundo material y de nuestro fin) no nos agobiemos pues no sabemos cuando ocurrirá, estemos preparados si, pero no nos agobiemos. Vivamos con intensidad el amor de Dios en todos los ambientes y ayudemos a los hermanos a que lo vivan, con nuestro testimonio callado y humilde.

Animo y que tengas UN BUEN FIN del mundo de Pecado, pues dice San Pablo: "nos ha llamado de las tinieblas a su luz maravillosa". 

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Homilía del 32° Domingo del Tiempo Ordinario.

Del Evangelio según San Lucas, 20, 27-40. 



Se acercaron entonces unos saduceos, los que niegan la resurrección, y le preguntaron:

—Maestro, Moisés nos ordenó que si un hombre casado muere sin hijos, su hermano se case con la viuda, para dar descendencia al hermano difunto. Ahora bien, eran siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar hijos. Lo mismo el segundo y el tercero se casaron con ella; igual los siete, que murieron sin dejar hijos. Después murió la mujer. Cuando resuciten, ¿de quién será esposa la mujer? Porque los siete fueron maridos suyos. 

Jesús les respondió: 

—Los que viven en este mundo toman marido o mujer. Pero los que sean dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no tomarán marido ni mujer; porque ya no pueden morir y son como ángeles; y, habiendo resucitado, son hijos de Dios. Y que los muertos resucitan lo indica también Moisés, en lo de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob. No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven. 

Intervinieron algunos letrados y le dijeron: 

—Maestro, qué bien has hablado.

Y no se atrevieron a hacerle más preguntas.
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¿Quiénes viven en realidad, los muertos o los vivos?


Hola hermanos (as), paz y bien.

Cuando pensamos en la vida eterna, en la vida futura, pensamos que esta la viviremos una vez que el Señor nos llame a su presencia, y es correcto, pero se nos olvida que podemos vivir el cielo ya desde ahora viviendo plenamente esta vida que Dios nos ha dado. De eso hablan las lecturas de este domingo, pero veamos que es vivir desde aquí la vida eterna.

En el salmo de hoy hemos dicho: "al despertar Señor, contemplare tu rostro", ¿cuantos días al levantarnos, medio dormidos, no hemos visto el rostro de Dios? Si hermanos y hermanas, así como a veces nos levantamos, medio dormidos o medios despiertos,  modorros, sin bañarnos, así como si no estuviéramos vivos, se nos pasa ver el rostro de Dios en los demás, como no estamos despiertos no vemos lo maravilloso que es vivir en esta vida, con tantos problemas no vivimos plenamente la vida eterna que hemos de empezar a vivir desde ahora, entonces vivir la vida eterna, la vida plena con Dios, ya desde esta vida, es contemplar su rostro en nuestros hermanos. Tenemos que tener la valentía de los siete jóvenes macabeos, que leímos en la primera lectura, la valentía de dar la vida para empezar una nueva, dar la vida teniendo la certeza que solo dándola con amor, solo viendo y descubriendo a Dios en el rostro de los hermanos es como vivimos de verdad.

Jesús habla de la vida eterna de los que ya han muerto, pero nosotros que aún tenemos esta vida ¿la estamos viviendo al máximo, la estamos aprovechando para hacer cosas grandiosas o la desaprovechamos haciendo cosas mediocres? Jesús dice que para "Dios todos viven, todos están vivos", pero vivir esta vida sin Dios, sumergidos en pecados, metidos en nosotros mismos, siendo hombres y mujeres de Iglesia sin querer convertirnos de verdad, es como vivir como muertos. La vida con Dios, la vida en Cristo supone un autentico vivir el Santo Evangelio, como nos lo mostró el MAESTRO, de una forma sencilla, humilde, haciendo buenas obras antes de palabras, ayudando a los demás, interesándose por el prójimo, enfrentando la vida con audacia, con valentía, pues la vida para ser vivida plenamente necesita de la tensión de los opuestos bien o mal, oscuridad y luz, muerte y vida, depende de lo que escogemos es como será nuestra vida ya desde ahora, un infierno o un cielo.

Entendamos el mensaje de Jesús, y no seamos como los saduceos, que no comprendían la vida futura, nosotros con la esperanza de resucitar como resucito el Señor, andemos por la vida ¡¡bien vivos!!, caminando por los caminos de la vida y no de la muerte, por caminos de luz y no de oscuridad, por los caminos del amor y no del odio, por los caminos de la humildad y no de la soberbia, por los caminos de la alegría y no de la tristeza, pues el que anda por los caminos que no anduvo el MAESTRO tendrá una recompensa que ni el mismo Jesús por su gran misericordia podrá quitar, pues nosotros mismo decidimos nuestro destino decidiendo que escogemos en la vida presente, para que en la vida futura vivamos plenamente con Dios o no. "Dios, no es un Dios de muertos sino de vivos" dice Jesús, por eso mismo hermanos (as) hay que hacer en esta vida lo que da vida y no muerte, somos anunciadores y portadores de la vida plena, debemos de ser signos de la vida futura haciendo el bien al hermano, descubriendo el rostro de Dios a los demás en los rostros de quienes sufren, en los rostros atormentados por tantos problemas, en los rostros desgastados por el tiempo. 

Como los siete jóvenes tengamos la valentía de morir poco a poco a nuestro egoísmo, a nuestras rebeldías, a las murmuraciones, a nuestro afán por el dinero, por el poder, y atrevámonos a vivir de verdad en la vida de Dios. Pensamos que los que ya han muerto no viven, pero es al revés, ellos viven ya en la plenitud lo que nosotros deberíamos de vivir en esta vida, es decir la vida con Dios, pensamos que ellos son los muertos, pero a veces somos nosotros los muertos, los dormidos en vida.

Esta semana pidamos al Señor para que nos permita descubrir su rostro, para que vivamos de verdad esta vida con Dios, solo así nuestra vida será reflejo, adelanto de la vida futura, feliz semana.

¡¡¡Sea alabado Jesucristo!!!

Fray Juan Gerardo Morga, OFM Cap.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Homilía del 31° Domingo del Tiempo Ordinario.

Del santo Evangelio según San Lucas. 19, 1-10.
Entró en Jericó y la fue atravesando, cuando un hombre llamado Zaqueo, jefe de recaudadores y muy rico, intentaba ver quién era Jesús; pero a causa del gentío, no lo conseguía, porque era bajo de estatura. Se adelantó de una carrera y se subió a un árbol para verlo, pues iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó al sitio, alzó la vista y le dijo: 
—Zaqueo, baja aprisa, pues hoy tengo que hospedarme en tu casa. Bajó a toda prisa y lo recibió muy contento.
Al verlo, murmuraban todos porque entraba a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: 
—Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y a quien haya defraudado le restituyo cuatro veces más.
Jesús le dijo:
—Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abrahán. Porque este Hombre vino a buscar y salvar lo perdido.
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Jesús, restablece nuestra dignidad.

Hola hermanos (as), paz y bien.

Que difícil es para cualquiera de nosotros reconocer nuestras faltas, reconocer que nos equivocamos y volver a las personas o a Dios pidiendo perdón. Es verdaderamente una gran y loable acción, pero es necesario que lo hagamos, pues solo así somos fuertes. Cuando reconocemos que nos equivocamos y pedimos disculpas recuperamos un poco de la confianza que nos tenían,  incluso las demás personas te reconocen por la humildad que supone la acción de admitir que te equivocaste.

Es lo que le pasó a Zaqueo, o Mateo, quien despues de admitir que estaba por un camino equivocado se vuelve uno de los apóstoles del Señor y es quien nos cuenta del mismo Jesús en su Evangelio. La conversión de Zaqueo se dio, primero porque quería saber quien era Jesús, pero por su baja estatura no podía verlo, no se lo permitían así que subió a un árbol y fue cuando Jesús lo ve, también se da por el encuentro con Jesús, el Señor no le juzga, no lo tacha de pecador (como mucha gente lo tenia tachado), entra en su casa sin importarle las criticas de los demás, come con él, le anuncia la salvación, Zaqueo se arrepiente y admite que ha hecho las cosas mal y es entonces cuando quiere restablecer o devolver lo malo que había hecho, para que su perdón fuera completo. Se nota en él un agradecimiento sincero porque Jesús lo restablece en su dignidad de hijo amado de Dios.

La mismo que Zaqueo se repite en nuestro proceso de conversión y en el de cualquiera de nuestros hermanos, nos sentimos poca cosa para Dios, pero a la vez somos orgullosos y déspotas ante los hombres porque es como nos escudamos de las criticas y juicios de las personas, nos portamos así para que no nos vean débiles  pero una vez que nos encontramos con Jesús doblamos este orgullo y caemos a sus pies pidiendo perdón, pues con Jesús no pasa lo mismo que con los demás hermanos, no juzga, no etiqueta, solo nos recibe con gran amor, con gran compasión y cuando nos levanta, somos realmente fuertes. 
 
Queridos hermanos y hermanas, nosotros podemos ser instrumentos de reconciliación, podemos ser puentes para que los hermanos alejados se reconcilien con Dios, con ellos mismos y con los demás, pero tenemos que recibirlos con la actitud de Jesús, una actitud humilde, de comprensión, que no nos de vergüenza de entrar en los ambientes de miseria humana, de anunciar a todos la Salvación que es Jesús, el pecado no se contagia como el sarampión pues todos somos pecadores. El discípulo (a) que no se reconoce un pecador  (a) perdonado (a), que no se ha arrodilla ante Jesús todos los días pidiendo perdón, que no se acerca al sacramento de la Reconciliación, no puede ser un discípulo de Jesús, que es puente entre los humanidad y Dios.

Somos grandes cuando reconocemos nuestras limitaciones y nos arrepentimos, y más aún cuando restablecemos el mal que hemos hecho, pero somos más grandes en el Reino de los Cielos, dice Jesús, si llevamos a más hermanos a esta acción, si somos puente y ejemplo para otros de reconciliación. Restablezcamos la dignidad de tantos hermanos, como lo hizo Jesús con Zaqueo, no juzgando, no hablando mal del los demás, recibiendo a todos, escuchando a todos, seamos como Dios (como dice el libro de la Sabiduria hoy) que se hace que no ve los pecados de los hombres para darle oportunidad de arrepentirse. No condenemos, sino acojamos como una madre acoge al hijo despues que el hijo se ha equivocado, y como dice san Francisco: "y en esto quiero conocer que amas al Señor y me amas a mí, siervo suyo y tuyo, si procedes así: que no haya en el mundo hermano que, por mucho que hubiere pecado, se aleje jamás de ti después de haber contemplado tus ojos sin haber obtenido tu misericordia, si es que la busca. Y, si no busca misericordia, pregúntale tú si la quiere. Y, si mil veces volviere a pecar ante tus propios ojos, ámale más que a mí, para atraerlo al Señor; y compadécete siempre de los tales".

Seamos instrumentos de perdón, porque hemos experimentado el perdón y el amor de Dios en nosotros, seamos discípulos que restablecen la dignidad de los hermanos perdida por el pecado.

¡¡¡¡ ALABADO SEA JESUCRISTO !!!!

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.