domingo, 10 de noviembre de 2013

Homilía del 32° Domingo del Tiempo Ordinario.

Del Evangelio según San Lucas, 20, 27-40. 



Se acercaron entonces unos saduceos, los que niegan la resurrección, y le preguntaron:

—Maestro, Moisés nos ordenó que si un hombre casado muere sin hijos, su hermano se case con la viuda, para dar descendencia al hermano difunto. Ahora bien, eran siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar hijos. Lo mismo el segundo y el tercero se casaron con ella; igual los siete, que murieron sin dejar hijos. Después murió la mujer. Cuando resuciten, ¿de quién será esposa la mujer? Porque los siete fueron maridos suyos. 

Jesús les respondió: 

—Los que viven en este mundo toman marido o mujer. Pero los que sean dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no tomarán marido ni mujer; porque ya no pueden morir y son como ángeles; y, habiendo resucitado, son hijos de Dios. Y que los muertos resucitan lo indica también Moisés, en lo de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob. No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven. 

Intervinieron algunos letrados y le dijeron: 

—Maestro, qué bien has hablado.

Y no se atrevieron a hacerle más preguntas.
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¿Quiénes viven en realidad, los muertos o los vivos?


Hola hermanos (as), paz y bien.

Cuando pensamos en la vida eterna, en la vida futura, pensamos que esta la viviremos una vez que el Señor nos llame a su presencia, y es correcto, pero se nos olvida que podemos vivir el cielo ya desde ahora viviendo plenamente esta vida que Dios nos ha dado. De eso hablan las lecturas de este domingo, pero veamos que es vivir desde aquí la vida eterna.

En el salmo de hoy hemos dicho: "al despertar Señor, contemplare tu rostro", ¿cuantos días al levantarnos, medio dormidos, no hemos visto el rostro de Dios? Si hermanos y hermanas, así como a veces nos levantamos, medio dormidos o medios despiertos,  modorros, sin bañarnos, así como si no estuviéramos vivos, se nos pasa ver el rostro de Dios en los demás, como no estamos despiertos no vemos lo maravilloso que es vivir en esta vida, con tantos problemas no vivimos plenamente la vida eterna que hemos de empezar a vivir desde ahora, entonces vivir la vida eterna, la vida plena con Dios, ya desde esta vida, es contemplar su rostro en nuestros hermanos. Tenemos que tener la valentía de los siete jóvenes macabeos, que leímos en la primera lectura, la valentía de dar la vida para empezar una nueva, dar la vida teniendo la certeza que solo dándola con amor, solo viendo y descubriendo a Dios en el rostro de los hermanos es como vivimos de verdad.

Jesús habla de la vida eterna de los que ya han muerto, pero nosotros que aún tenemos esta vida ¿la estamos viviendo al máximo, la estamos aprovechando para hacer cosas grandiosas o la desaprovechamos haciendo cosas mediocres? Jesús dice que para "Dios todos viven, todos están vivos", pero vivir esta vida sin Dios, sumergidos en pecados, metidos en nosotros mismos, siendo hombres y mujeres de Iglesia sin querer convertirnos de verdad, es como vivir como muertos. La vida con Dios, la vida en Cristo supone un autentico vivir el Santo Evangelio, como nos lo mostró el MAESTRO, de una forma sencilla, humilde, haciendo buenas obras antes de palabras, ayudando a los demás, interesándose por el prójimo, enfrentando la vida con audacia, con valentía, pues la vida para ser vivida plenamente necesita de la tensión de los opuestos bien o mal, oscuridad y luz, muerte y vida, depende de lo que escogemos es como será nuestra vida ya desde ahora, un infierno o un cielo.

Entendamos el mensaje de Jesús, y no seamos como los saduceos, que no comprendían la vida futura, nosotros con la esperanza de resucitar como resucito el Señor, andemos por la vida ¡¡bien vivos!!, caminando por los caminos de la vida y no de la muerte, por caminos de luz y no de oscuridad, por los caminos del amor y no del odio, por los caminos de la humildad y no de la soberbia, por los caminos de la alegría y no de la tristeza, pues el que anda por los caminos que no anduvo el MAESTRO tendrá una recompensa que ni el mismo Jesús por su gran misericordia podrá quitar, pues nosotros mismo decidimos nuestro destino decidiendo que escogemos en la vida presente, para que en la vida futura vivamos plenamente con Dios o no. "Dios, no es un Dios de muertos sino de vivos" dice Jesús, por eso mismo hermanos (as) hay que hacer en esta vida lo que da vida y no muerte, somos anunciadores y portadores de la vida plena, debemos de ser signos de la vida futura haciendo el bien al hermano, descubriendo el rostro de Dios a los demás en los rostros de quienes sufren, en los rostros atormentados por tantos problemas, en los rostros desgastados por el tiempo. 

Como los siete jóvenes tengamos la valentía de morir poco a poco a nuestro egoísmo, a nuestras rebeldías, a las murmuraciones, a nuestro afán por el dinero, por el poder, y atrevámonos a vivir de verdad en la vida de Dios. Pensamos que los que ya han muerto no viven, pero es al revés, ellos viven ya en la plenitud lo que nosotros deberíamos de vivir en esta vida, es decir la vida con Dios, pensamos que ellos son los muertos, pero a veces somos nosotros los muertos, los dormidos en vida.

Esta semana pidamos al Señor para que nos permita descubrir su rostro, para que vivamos de verdad esta vida con Dios, solo así nuestra vida será reflejo, adelanto de la vida futura, feliz semana.

¡¡¡Sea alabado Jesucristo!!!

Fray Juan Gerardo Morga, OFM Cap.

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