jueves, 30 de mayo de 2013

Reflexión de "Corpus et sanguis Christi"

Lucas 9, 11-17.

En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos.

Cuando caía la tarde, los apóstoles se acercaron a decirle: “despide a la gente para que vaya a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en despoblado”. El les contesto: “denles ustedes de comer”. Pero ellos replicaron: “no tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Eran como cinco mil varones.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “hagan que se sienten en grupos de cincuenta”. Así lo hicieron, y todos se sentaron. Después Jesús tomo en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos para que ellos los distribuyesen a la gente.

Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos.

¿EL CUERPO DE CRISTO?

Hoy celebramos una de las fiestas en la Iglesia, con más sentido para la misma Iglesia. Pero como pasa con muchas cosas de Dios queda ensombrecida con discursos u homilías piadosas que no tienen nada que ver con lo esencial de la celebración, que es que la Iglesia somos todos los bautizados, y que por medio de la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos convertimos en su cuerpo místico, es decir, en un reflejo de su cuerpo, nosotros el cuerpo y Él la cabeza.

El concilio Vaticano II dio una nueva interpretación de la Iglesia que se percibía como una estructura bien diseñada, como una jerarquía, como una estructura piramidal, donde en lo más alto estaban los jerarcas, después los sacerdotes y religiosos, y por último la muchedumbre de los fieles. Hoy es distinto, por lo menos en el papel, pues en los documentos conciliares se nos da una nueva visión de la Iglesia, que muchos estudiosos dicen que no hemos puesto en practica al 100 %. Y una de estas visiones es la de “cuerpo de Cristo”, es sobre esto que quiero ahondar.

Si la Iglesia es el “cuerpo de Cristo” como afirman los textos del concilio, ¿porque seguimos pensando que las cabezas de la Iglesia son los jerarcas, los sacerdotes, los “señores de este mundo”? ¿Por qué en la práctica seguimos viendo a la jerarquía como la cabeza del “cuerpo de Cristo”? la respuesta es sencilla, porque la cabeza visible del “Cuerpo del Señor” que es la Iglesia, en realidad, son el Papa, los Obispos, los Sacerdotes, los Diáconos, sin embargo se nos olvida que la cabeza visible e invisible del “cuerpo” es Cristo. Desde todos los tiempos la Iglesia es “cuerpo de Cristo” con su cabeza Cristo el Señor, por lo tanto los que vemos como señores, lo son por este momento, mientras que Jesús es el Señor del tiempo. Todos estamos llamados (señores y bautizados en general) a dar de comer a todos, como dice el Evangelio, el mundo vivé en hambre de Dios, de amor, de justicia y no hay quien les dé de comer. Se nos ha olvidado que estamos llamados a dar, a servir, a alimentar. Como “cuerpo” demos el “Cuerpo del Cristo” con nuestro ejemplo antes que sacramentalmente, para que cuando lo recibamos sacramentalmente todos seamos “uno”.

Queridos hermanos y hermanas, si somos un “cuerpo”, como Iglesia, entonces lo que hagamos, bueno o malo, repercutirá en todo el cuerpo. Si se enferma el riñón, todo el cuerpo se enferma, si hay una herida en el pie todo el cuerpo siente, así como cuando un órgano siente un placer lo siente todo el cuerpo. Somos “uno” en el cuerpo de Cristo, queramos o no influimos de manera positiva o negativa en él, seamos consientes de que forma queremos influir.

Si somos un cuerpo, el cuerpo siempre obedece lo que dice la cabeza. Y obedecer no es sometimiento pasivo, es una decisión activa que hacemos cuando creemos en Cristo, cuando confiamos en Él, de él podemos estar seguros que no nos defraudará, que no esclavizará, que no nos humillará, que siempre nos amará. Lo difícil empieza cuando obedecemos a las cabezas visibles, que el mismo Dios pone, pues somos humanos todos, que podemos corrompernos con el poder, el placer y el tener, y podemos aprovecharnos de los demás o ser dominadores. Sin embargo si nos sometemos a la obediencia de los “señores del momento” nos sometemos a Dios, pues Dios obra con nosotros, sin nosotros y a pesar de nosotros, es decir, al que obedecemos, al final de los casos, es a Dios, aunque las cabezas piensen que tienen el poder, el único que lo tiene para siempre es Dios, y nuestro Dios es el único justo.
Cada uno en la Iglesia es también “cuerpo del Señor”. Por eso si ese cuerpo no anda bien nos sentimos como enfermos, desanimados, enojados, sin sentido, en una palabra “tibios”. Y somos “cuerpo de Cristo” porque cada vez que comulgamos Jesús-Dios nos hace como Él, cada vez que comulgamos Él hace cumplir su misma palabra: “que todos sean uno como tu y yo somos uno”, sin embargo esta palabra se cumple a medias, no por responsabilidad de Dios, sino por nuestra responsabilidad. No podemos llamarnos verdaderos cristianos si no procuramos cada día ser uno con Dios y los hermanos, podemos comulgar el Cuerpo de Cristo, pero no hacer el “cuerpo de Cristo”.

Hermanos y hermanas, creo que es tiempo de hacer un examen de conciencia personal, comunitaria, global, social y estructural, para que podamos avanzar con decisión hacia Dios, pero como Iglesia-asamblea de Dios, pues Dios nos llama como fraternidad, no como islas. No debemos desanimarnos, antes bien hay que anunciar y denunciar con valentía que el Cuerpo de Cristo que celebramos y comulgamos en la Misa esta vivo entre nosotros, que nos une en un mismo espíritu con Dios-Trinidad. Solo con esta conciencia, con este empeño podrá crecer el número de los verdaderos “creyentes” en Jesús.

¡Animo! Sigamos caminando, pues nuestra vida es un camino de retorno a Dios, pues de Dios salimos y a Él volvemos, así como el Hijo Prodigo.


Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

sábado, 25 de mayo de 2013

Reflexión del Domingo de la Santísima Trinidad.


LA SANTÍSIMA TRINIDAD.

Juan 16, 12-15.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aun tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. Él me glorificará, por que primero recibirá de mí lo que vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”.



DIOS ES COMUNIDAD.

Hola hermanos y hermanas, Paz y bien.

La semana pasada estuve, gracias a Dios, en Monterrey acompañando a los hermanos del Convento San Pio de Pietrelcina en un momento histórico, no solo para la fraternidad de Monterrey, para toda nuestra Custodia de Capuchinos en el Norte de México, recibimos una nueva parroquia en esa Diócesis, que lleva el nombre de la fiesta que celebramos hoy, Santísima Trinidad, así que un abrazo a su párroco, Fray Carlos Silva, y a todos los fieles que pertenecen a esta porción del rebaño de Dios por allá.

Pero la solemnidad que hoy celebramos tiene más significado porque siempre la Santísima Trinidad esta presente en nuestras vidas, aunque no estemos del todo consientes de esto, es verdad. Por ejemplo, cuando pasamos por un templo de seguro que nos persignamos diciendo: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”, cuando vamos a iniciar nuestro día hacemos lo mismo, y si asistimos a la Misa, pues más aún, porque iniciamos con la Santísima Trinidad y terminamos con la bendición de la Trinidad Santa. Pero hay una forma más palpable en que podemos vivenciar la Santísima Trinidad, cuando nos llevamos bien con los vecinos, con los compañeros de trabajo o de la escuela, cuando hacemos lo posible por ser positivos y alegres con los que nos rodean estamos haciendo presente la Trinidad. Pues el Padre y el Hijo, junto con el Espíritu Santo (que es amor) son una comunidad perfecta y ellos, las tres personas de la Trinidad, son ejemplo de toda comunidad humana. El Padre y el Hijo tiene una perfecta relación, por el Espíritu Santo (amor) que los une, y si tienen una perfecta relación significa que están en perfecta comunicación, en perfecta unión, en perfecta armonía.

A veces vivimos en medio de muchos problemas, de pareja, en el trabajo, en la comunidad de la parroquia, en los grupos políticos, etc. Y la raíz de los problemas es la comunicación, pues aunque vivimos en la era de las comunicaciones, es un reto comunicarse efectiva, afectiva y asertivamente, podemos tener muchos amigos en el internet, pero con los que estamos siempre, con los hermanos más próximos (prójimos) no tenemos buena comunicación. Tenemos miedo de comunicarnos, pues esto supone salir de nuestro “yo”, de nuestro “egoísmo”, para ir al encuentro del otro, muchos hermanos prefieren vivir en la indiferencia o siempre peleando porque no quieren dialogar, pues el dialogo implica encontronazos, implica tiempo, implica ponerse de acuerdo, y eso no nos gusta a muchos, sin embargo, hermanos y hermanas, esto es lo que necesitamos.

Celebrar esta fiesta de la Santísima Trinidad significa, vivir en esta plena relación, en esta plena armonía, es esta unión perfecta, esta comunicación. Hoy a los católicos y cristianos no nos creen precisamente por que nos ven divididos, nos ven peleando, nos ven que no nos ponemos de acuerdo. El ejemplo de Dios Trinidad, es que son uno, que se comunican y se aman con un solo corazón y una sola alma. Los cristianos, dice san Juan, los conocerán porque son unidos, por que son amorosos. Una vez decía el gran Gandi: “yo creo en Jesucristo, pero no en los cristianos”, y tenía toda la razón, pues pareciera que no seguimos a un Dios que es comunidad y comunidad unida en el amor, comunidad que se ama aun con sus diferencias, comunidad que tiene retos y vive en la alegría.

Tenemos que dar un claro mensaje pues el que damos, muchas veces, es de división, de pleitos, de desconfianza. Recordemos que somos siempre, como los niños, aprendemos mucho más con el ejemplo que con las palabras. Seamos valientes en vencer al diablo (división) para que podamos construir de verdad la Iglesia, el Reino de Dios, el cielo en la tierra, y hacer presente la Santísima Trinidad. Todos nuestros ambientes necesitan este testimonio claro, este testimonio valeroso, este testimonio que se convierta en vida para todas las comunidades humanas. Estamos hechos para vivir en comunidad, en fraternidad, no solos. No tengamos miedo de relacionarnos, pues tenemos un Dios que es relación, que es comunidad, que es amor.

Felicidades de nuevo a la Parroquia de la Santísima Trinidad, y les deseo “que todos sean uno…, para que el mundo crea” en Jesucristo nuestro Señor. Y si hay problemas, hay que pedir al Espíritu Santo que nos lo enseñe todo, que nos enseñe como se ama el Padre y el Hijo, para que nos enseñe lo que Cristo vivió en la tierra y quiere que vivamos nosotros para ser plenos.

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

sábado, 18 de mayo de 2013

Reflexión del Domingo de Pentecostés.


Juan 20, 19-23.

Al anochecer del día de la Resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos  por miedo a los judíos  se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "la paz esté con ustedes". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo: "la paz este con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo". Después de decir esto, soplo sobre ellos y les dijo: "reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedaran perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedaran si perdonar".

domingo, 12 de mayo de 2013

Reflexión del 7mo. Domingo de Pascua. La Ascensión del Señor.


La Ascensión
Lc 24, 46-53.

Y les dijo: estaba escrito que el Mesías tenia que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se anunciaría a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de estas cosas. Por mi parte, les voy a enviar el don prometido por mi Padre. Ustedes quédense en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de lo alto.

Después los llevó fuera de la ciudad hasta un lugar cercano a Betania y, alzando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos después de postrarse ante Él, regresaron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios.

EL SIGNO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR.

Hola hermanos y hermanas, este domingo de la fiesta de la Ascensión de Jesús a los cielos, habría que preguntarnos, que significa este acontecimiento para nosotros que lo seguimos por su misma vida, pues su vida es siempre un signo para nosotros de lo que podemos hacer con nuestra propia vida. Su vida es como el camino por donde llegaremos al cielo, de donde salió Él y a donde volvió después de cumplir con su misión.

Decimos que la cabeza de la Iglesia es Cristo, pues bien si también nosotros somos su cuerpo místico, a donde llegó la cabeza tiene que llegar el cuerpo. La Ascensión a los cielos de Jesús es un signo de que es haya donde tenemos que llegar nosotros, sin embargo podemos ya desde ahora, aun estando en el mundo, vivir en el cielo si queremos, pues la plenitud de la vida o la vida plena, es esta vida y la vida futura. Pero ¿Cómo podemos vivir en el cielo desde ahora, si nuestro mundo esta como si fuera un infierno?, esta pregunta puede ser pensada por todos nosotros, pues las cosas no son fáciles hoy en día. Sin embargo las cosas difíciles han estado presentes en todos los tiempos en nuestro mundo, (aunque hoy con la técnica y los avances científicos son más complicados nuestros problemas y dificultades, se supone que deberíamos de estar más bien) ha habido personas como nosotros que han sabido vivir en el cielo, a pesar que hayan vivido un verdadero infierno, muchos son los que llamamos santos, otros que no son santos reconocidos pero que vivieron en el amor y dando amor.

Si hermanos y hermanas, es posible vivir ya el cielo en la tierra, si seguimos a Jesús por su senda, por la senda de la humildad, de la pobreza y del amor. Nuestras complicaciones en la vida es porque nos sentimos más que los demás, por eso quiero un carro de este tipo para apantallar a los demás, quiero cosas para llenar mi vació interior, pero nunca se llena el vació del alma con cosas materiales, el vació del alama se llena con Dios; también sufrimos porque queremos que nos amen los demás y no nos damos cuenta que somos nosotros los que debemos amar con toda la intensidad del mundo.

Jesús sube al cielo, pero esta siempre con nosotros porque nos mandó su Espíritu para consolarnos, para ayudarnos a ser verdaderamente seres humanos, antes que ser cristianos tenemos que ser humanos. Nos ayuda con su Espíritu=Amor, a ser humildes, pobres y amorosos, y así ser felices.

Queridos hermanos y hermanas, Jesús esta en nosotros y vive con nosotros en nuestro ser, y Él utiliza todo nuestro ser para dar a conocer su amor, su mensaje de amor, su humildad, su verdadera riqueza que es la pobreza. Si no nosotros no estamos disponibles a realizar la misión que el nos da, ¿Quién les dará a conocer a los demás lo que Jesús es y puede hacer en sus vidas? Somos como un instrumento de orquesta, que necesita ser afinado antes de que se ejecute una gran pieza, y lo que sale del instrumento es la pericia, la sabiduría del que lo toca.

Seamos instrumentos de Dios, de Jesús, que sigue haciendo su misión a través de todos los que somos bautizados, y si queremos vivir nuestro cielo ya desde ahora, animémonos a vivir como Él, como muchas personas que han vivido la plenitud de la vida ya desde ahora. Saquemos de nosotros el desanimo, la negatividad y las envidias que tanto nos hacen mal, y seamos comprensivos, amorosos, positivos y cristianos alegres que siguen a Cristo hasta la patria celestial.

Paz y bien, buen domingo.

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

jueves, 9 de mayo de 2013

Reflexión del 6to. Domingo de Pascua.


Segundo anuncio del Espíritu Consolador.
Jn 14, 23-29.

Jesús dijo a sus discípulos: el que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a él y viviremos en él. Por el contrario, el que no pone en práctica mis palabras, es que no me ama. Y las palabras que escuchan no son más, sino del Padre, que me envió.

Les he dicho todo esto mientras estoy con ustedes, pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recuerden lo que les he enseñado y les explicará todo.

Les dejo la paz, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar. No se inquieten ni tengan miedo. Ya escucharon lo que dije “me voy, pero regresaré a ustedes”. Si de verdad me aman deberían de alegrarse de que me voy al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Les he dicho esto antes de que suceda, para que cuando suceda crean.
¿Cuánto es nuestro amor a Jesús y su Padre?

Muchas veces decimos que queremos a alguien y podemos decirlo de dientes para afuera. Le decimos a nuestros padres que los queremos mucho, sin embargo con nuestras acciones los hacemos sufrir; decimos que queremos a nuestra esposa o esposo, pero no lo demostramos con hechos. Es común escuchar a las parejas como se hablan, “mi princesa”, “mi amor”, “mi cariñito”, “mi puchungüito”, “osito”, etc. También ver los regalos que se obsequian: un oso de peluche del tamaño del mundo, una caja grande de chocolates, un ramo de flores hermosas, pero como dice un dicho popular, “el amor son acciones y no buenas razones”. Estamos acostumbrados que todo sea fácil, superficial, cómodo, y aplicamos estas misma categorías al amor, al amor en todas sus facetas, entre padres e hijos o entre hermanos (filia), entre hombre y mujer (eros), entre los amigos o cristianos (ágape) o entre la Trinidad y los seres humanos (jesed). Pero el amor es mucho más que regalos, que expresarlo con palabras. Siempre debe de ir acompañado de acciones concretas.

Este domingo la enseñanza de Jesús es que no seamos tibios en el amor, superficiales, nos invita a acoger el Espíritu Santo, que es amor, para amar con valentía a todos y en todos a Él. Y es que si nos damos cuenta en el Evangelio se nos presenta un camino, pues siempre el Evangelio y nuestra propia fe son un camino por donde se transita hacia Dios-Amor. Ester camino empieza en Dios, pues es Dios quien nos ama primero de una forma extraordinaria, pero en lo ordinario de la vida. Dios nos ama al crearnos, nos ama al enviarnos a Jesús su Hijo, nos ama con pasión (eros) en la Pasión de su Hijo y nos ama al Resucitar a su Hijo, para decirnos que “el amor es más fuerte que la muerte” (cf. Cant. 8, 6). Fuimos creados a semejanza de Dios, por lo tanto amamos, a su semejanza. Pero el amor con que fuimos creados no es estático, el amor es movimiento, es acción, son obras; por eso la invitación de Jesús es creer en el amor. Muchos católicos y cristianos decimos que seguimos a Cristo, que lo amamos, pero cuando se trata de perdonar, de amar, de ayudar, de ser compasivos, de ser misericordiosos, de amar aún a los enemigos, de amar a los pecadores para atraerlos hacía 
Dios, parece que somos hijos del diablo (hijos divididos, que dicen una cosa y hacen otra).

Jesús es claro, “quien no cumple mi palabra, no me ama”; si hermanos y hermanas, solo amamos verdaderamente a Jesús, y por consiguiente a su Padre, si vivimos en su amor y haciendo el amor a la manera de Jesús, Él nos vino a enseñar todo. Pero como se nos olvida todo, y lo pasamos por alto, nos envía a Uno que nos lo recuerde y nos de su mismo amor para amar, al Espíritu Santo. Muchos no sabemos que el Espíritu Santo es el amor entre el Padre y el Hijo, y si es el amor en la Trinidad, también lo es entre nosotros hermanos, hijos del Padre de Jesús, y entre nosotros y la Trinidad. El amor tiene varias dimensiones, pero todas estas dimensiones son el único amor de Dios, no podemos decir que amamos a Dios, sino lo expresamos y demostramos con obras a los hermanos, y en especial a los que nos necesitan, no podemos decir que amamos a Dios si no amamos y cuidamos la creación (naturaleza) que es fruto de su amor por nosotros, no podemos decir que amamos a Dios en la Eucaristía, haciendo reverencias, sino hacemos estas mismas reverencias ante los hermanos y hermanas que están a nuestro lado (nuestros prójimos).

Solo si tenemos la valentía de amar a la forma de Jesús viviremos en la paz que nos da Él mismo, pues la paz que nos da el mundo es pasajera, es superficial, así como el amor que nos enseña a expresar. Quien no tiene paz y no vive en paz, es porque no se ha atrevido a amar de verdad (amar sin esperar nada a cambio) o no se ha dejado amar por los demás por sus prejuicios o miedos.

Jesús dice que se va al Padre, pero que estará con nosotros, y es que el amor es la prueba de que somos seguidores suyos, Él esta con nosotros cuando amamos a nuestros hermanos y más cuando lo hacemos con alguien que nos hace mal o sigue, según nosotros, en pecados. Él esta con nosotros cuando ponemos en practica sus palabras, esto es lo que significa ser santo, somos santos (otros cristos) cuando ponemos en practica las palabras de Jesús, cuando amamos como Él amó (amó a los pecadores, a las prostitutas, a los ladrones, a los lisiados, a los leprosos, a los ricos, a los pobres, a sacerdotes, a infieles).

No tengamos miedo a amar o ser amados, pues es natural en el amor sufrir, no hay amor sin sufrimiento, no es parte del amor pero no se llega a madurar en el amor si no hay problemas, dificultades, ansiedades, pero hay que superarlas. Tengamos la valentía de salir del atolladero en que nos encontramos; si no hemos amado así como dice Jesús, animémonos a hacerlo; si estamos en el proceso pero nos hemos quedado hundidos en las dificultades derivadas del amor, salgamos de allí, aprovechemos estas cosas para madurar en el amor;  y si estamos luchando por seguir en el camino, hagámoslo con alegría porque después de todo esta la paz plena, que no solamente la sentiremos cuando estemos cara a cara con Dios, sino desde ahora si somos valientes en la lucha.
Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.