sábado, 31 de diciembre de 2011

Reflexión de Año Nuevo: Santa María Madre de Dios


UNA FIESTA PLURAL

MARÍA MADRE

Una fiesta más de María y una nueva oportunidad de tratar un tema que puede ser importantísimo para nuestra vida espiritual. La fiesta litúrgica se titula “María madre de Dios”, pero hoy tenemos conocimientos suficientes para ir más allá de la pura mitología que se encierra en esa expresión.

Lo que se ha creído durante mil y pico años no tiene nada que ver con la verdadera declaración del concilio de Éfeso. No se trataba de un dogma sobre María sino de un dogma sobre Jesús. Una vez entendido esto, podemos descubrir que todo lo que se ha dicho sobre María basándose en una traducción literal de la expresión dogmática, no tiene sentido ninguno. Esto no quiere decir que no podemos sacar provecho de una fiesta de María como MADRE.

Seguramente el concepto de “madre” es el que se aplicó a Dios en los orígenes de la religiosidad humana. Sin duda ninguna es el que mejor puede expresar la originalidad de Dios, entendiendo originalidad en el sentido más etimológico del término…

Pero debemos ir a lo profundo del significado de ese término cuando lo aplicamos a Dios. Dios no es origen porque una vez haya sido causa de que la realidad material exista. Dios está en cada criatura como el fundamento, en cada instante de su existencia. Dios es el origen y el fin de toda la creación. En realidad, la creación no es más que lo visible de Dios.

Podemos decir que lo material es la misma divinidad reflejada en un espejo. Para poder ver algo en un espejo, es imprescindible que esa realidad material esté de la otra parte del espejo. En cuanto desaparece esa realidad, desaparece la imagen. Por aquí podemos vislumbrar lo que es Dios como origen de todo lo creado.

En María madre, hemos volcado todo lo que no nos atrevemos a proclamar de Dios como principio de nuestro propio ser. María es el dios Madre que en un contesto patriarcal, no nos atrevemos a imaginar. El bendito Juan Pablo I, en el primer encuentro con los cardenales a los pocos días de ser elegido papa, les espetó: “Dios es padre, pero sobre todo es madre”. Con esa sola frase abrió más horizontes a los cristianos que muchas sesudas encíclicas de decenas de páginas.

Todo lo que se ha dicho de María a través de los siglos, tenemos que atrevernos a pensarlo y decirlo de Dios directamente. Este sería el mejor homenaje que le podríamos hacer hoy a María; atrevernos a ver a Dios como verdadera Madre que nos engendra y da a luz a todos en cada instante. Si descubriéramos esta realidad, no haría falta ningún argumento adicional para que todos nos consideráramos verdaderamente hermanos.

Esta vivencia es el fundamento de todo el mensaje de Jesús. Sin esa vivencia el evangelio llegará a ser a lo sumo una programación más, que en ningún caso calará más allá de la epidermis.


LA CIRCUNCISIÓN

Es muy difícil que hoy nos hagamos cargo de lo que significaba este rito para el pueblo judío. Era el signo de pertenencia, que para ellos significaba dar contenido a su vida entera. Hoy no necesitamos este arraigo para sentirnos seres humanos, pero no era así en aquella época. Una persona que no perteneciera a una familia y a un pueblo, no era absolutamente nada.

Nuestro bautismo tiene un significado estrictamente religioso y es el signo de identidad como cristianos, pero para los judíos, lo religioso, lo social e incluso lo económico no se diferenciaban; de tal manera que el fallo de uno de los aspectos llevaba consigo el derrumbe de toda la persona.

Era un signo solo para hombres porque la mujer no era más que lo que el hombre al que pertenecía le aportaba.

Tampoco estamos capacitados para entender lo que significaba en aquella época poner un nombre a una persona. En el nombre se significaban todas las expectativas que la familia ponía en el recién nacido. En este caso, se puede descubrir esa importancia en el hecho de que, según Lucas, el nombre de “Jesús” no es una ocurrencia humana, sino elección divina. Jesús significa “Dios salva” que era precisamente lo que los ángeles dijeron a los pastores: “Os ha nacido un salvador”.

Para mí el centro del evangelio de hoy está en esta frase: “María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”. No se trata de memorizarlas y buscarles un sentido lógico, sino de rumiar todo lo que está pasando para asimilarlo y tratar de que pase a formar parte de la vida.

Recordemos una vez más que se trata de teología de las primeras comunidades retrotraída al nacimiento de Jesús. Que el relato no sea una crónica de sucesos, nos obliga a darle mayor importancia y a tratar de hacer nuestro el mensaje. Llevamos dos mil años intentando ir al Dios de Jesús a través de razonamientos. Es hora de abandonar ese intento fallido y entrar por el camino del corazón, es decir, de la vivencia interior que me lleve a descubrirlo desde lo hondo.


AÑO NUEVO

La inmensa mayoría de los seres humanos se conforman hoy con celebrar un “cronos”, es decir una fecha del calendario. No es ese el sentido religioso de la fiesta. Se trata de celebrar un “cairos”, es decir el momento oportuno para hacer algo vital que pueda trasformar mi vida.

El tiempo cronológico se nos va de las manos, casi siempre esperando que otro tiempo mejor llegue en algún momento. Si esperamos que las circunstancias cambien para conseguir los objetivos principales de mi vida, estamos cayendo en la trampa de la artificialidad.

En este instante puedo conseguir el logro más importante de mi vida. Ahora están todas las posibilidades a mi disposición. En cualquier momento de mi vida tendré las mismas pasibilidades, pero si estoy esperando algo distinto, consumiré la vida sin encontrar lo que me debía importar de veras.


DÍA MUNDIAL DE LA PAZ

Sería estupendo que pudiéramos disfrutar por lo menos durante un día de paz en todo el mundo. Pero si estamos envueltos en guerras y conflictos de todas clases, ¿Qué puede significar celebrar un día de la paz?

La inmensa mayoría de nosotros desearíamos la paz, pero creemos que muy poco o nada podemos hacer por conseguirla. Este es el error. Tú puedes hacerlo todo por conseguir la paz. Simplemente lleva paz a todas tus relaciones con los demás.

La paz no es una realidad que podamos conseguir como si fuera un objeto que descubrimos aquí o allá. La paz es una consecuencia de nuestra manera de actuar. Reinará la paz cuando las relaciones entre los hombres sean verdaderamente humanas.


Meditación-contemplación

En este día tan señalado cronológicamente,
trata de trascender el tiempo y el espacio,
descubre lo que hay en ti de eternidad
y sumérgete en el cairos de tu existencia.
…………

En todo tiempo y en cualquier lugar
puedes hacer presente tu verdadero ser,
que no es lo que hay en ti de terreno
sino lo que hay en ti de divino.
…………

María es madre de Dios porque le hace presente en este mundo.
También tú puedes concebirle y darle a luz
si trasciendes tu ego y penetras en tu verdadero ser.
Todo lo que es María desde Dios lo eres también tú.
……………


Fray Marcos 

jueves, 22 de diciembre de 2011

Reflexión de la Natividad del Señor.



Vivir la encarnación de Dios en Jesús y en todos nosotros




NOCHEBUENA


En la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Decía Heidegger: “Todo discurso sobre Dios que no proviene del silencio y no conduce al silencio, no puede ser auténtico”. La realidad que estamos celebrando, no debemos afrontarla desde el discurso racional, sino desde la vivencia personal. Es hora de poner en práctica lo que tantas veces me habéis oído: Dios viene de dentro, no de fuera.

Lo mismo que el domingo pasado, debemos tener en cuenta que el relato de Lucas no es una crónica de sucesos, sino teología narrativa que es algo muy distinto. Jesús vivió en un momento y en un lugar histórico, pero lo importante es que nos invitó a vivir la realidad de un Dios que no está atado a un tiempo ni a un espacio, sino que está siempre ahí.

Lo importante de este relato es la idea de Dios que trata de comunicarnos. La profundización no es nada fácil, porque exige una actitud personal de silencio y de escucha. Desde fuera, es muy poco lo que se puede ayudar a esta tarea.

Lo primero que quiere dejar claro el evangelista es, que Jesús se inserta plenamente en la historia universal. Nadie puede poner en duda su condición humana: hay un censo oficial al que están sujetos como cualquier mortal, sus padres. Pero importa poco que los datos sean o no exactos. Lo único que nos interesa es la intención de Lucas, es decir, conectar la buena noticia (evangelio) con Jesús que nace en un lugar y en un momento de la historia.

A nosotros hoy lo que de verdad nos cuesta es descubrir al Jesús humano que nos puede servir de modelo.

Para Lucas, de mentalidad helenista, Dios está en el cielo. Si quiere hacerse presente, tiene que bajar. Viene a salvar a los pobres y empieza por compartir su condición. La salvación se hará desde abajo. Pero solo la encontrará el que está en camino, el que está buscando, no los que están instalados cómodamente en este mundo. No lo encontrarán en el bullicio de las relaciones sociales del día, sino en el silencio de la noche.

Decir que es el primogénito, significa que, de entrada, está consagrado al Señor.

Los dioses tienen sus intermediarios. Estos se ponen en acción y quieren anunciar el acontecimiento. ¿Quién estará preparado para escucharlo? Sólo los pastores, la profesión más despreciada y marginada de la sociedad. La salvación se anuncia en primer lugar a los oprimidos. Los demás están descansando, dormidos; no necesitan ninguna salvación.

El anuncio es una buena noticia. Dios es siempre buena noticia. No hagáis nunca caso al que anuncie calamidades en nombre de Dios. La noticia es que Dios viene para salvarnos. “Os ha nacido un Salvador”. Los pastores salen corriendo. ¿Dónde podrán hallarlo? No será fácil encontrarlo. Alguna pista: un niño en un pesebre (comedero) semidesnudo y entre pajas, él mismo es alimento (apuntando a la eucaristía), acompañado por sus padres que no dicen nada. ¿Qué podrían decir? Además, cuando Dios decide enviar su Palabra a los hombres, resulta que nos envía a un niño que no sabe hablar.

La salvación es para todo el pueblo, no para los privilegiados del momento. No en Jerusalén, sino en la ciudad de David. Él viene a destronar a los poderosos, pero se presenta como uno de los pobres y oprimidos. Esto es la causa de la alegría en el cielo y de la alabanza a Dios en la tierra. Los pastores proclaman la buena noticia. Entre los que escuchan, sorpresa. Dios no sigue los cauces que los dirigentes y el pueblo entero esperan desde hace siglos. Dios se encuentra lejos de las instituciones, lejos del templo.

Con esto, el evangelista no está dando los primeros pasos de una biografía, sino poniendo los fundamentos de una teología. Un discurso sobre Dios, que Lucas identifica con una persona humana de carne y hueso.

Desde la perspectiva de lo que es una biografía en nuestro tiempo, tendríamos que decir: no sabemos nada; ni dónde nació, ni cuándo, ni cómo. Por el contrario, tenemos suficientes elementos de juicio para saber que no pasó nada extraordi­nario desde el punto de vista externo. Ni María ni José ni nadie se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo allí. Nació como todos los niños. Fue un niño normal. Un niño tan “divino”, como todos.

Cuando Jesús empezó su vida pública, decían sus vecinos: “¿No es este el hijo de José, su madre no se llama María, sus hermanos no viven con nosotros? ¿De dónde saca todo eso?”. En otra ocasión su madre y sus hermanos vinieron a llevárselo porque decían que estaba loco. ¿Se habían olvidado de los prodigios de su nacimiento?

Y sin embargo aquello era el comienzo de todo. Allí empezaba Jesús su andadura humana, que iba a ser capaz de hacer presente a Dios entre los hombres. Era Emmanuel (Dios-con-nosotros) y era Jesús (salvador). Nacimiento, vida y muerte de Jesús, forman una unidad inseparable. Es importante su nacimiento por lo que fue su vida y su muerte.

Hizo presente a Dios, amando, dándose, entregándose a los demás. Eso es lo que es Dios. Salió a su Padre. Es Hijo de Dios. Como pasó con todos los grandes personajes anteriores a él, se hace la biografía de la infancia desde la perspectiva de su vida y milagros.

No nos quedemos en las pajas y vayamos al grano. La importancia del acontecimiento se la tengo que dar yo, aquí y ahora. Dios no tiene que venir de ninguna parte, ni puede estar en ninguna parte más que en otra. Dios está donde nosotros le descubramos y le hagamos presente.

Dios está donde hay amor. Allí donde un ser humano es capaz de superar su egoísmo y darse al otro. Allí donde hay comprensión, perdón, tolerancia, humildad; allí está Dios. Dios no será nada si yo no lo hago presente con mi postura ante los demás.

El único objetivo de esta fiesta es que aprendamos a amar. Que aprendamos a salir de nosotros mismos y seamos capaces de ir al otro. El verdadero amor es el resultado del nacimiento de Dios en mí, en todo ser humano, en todo niño recién nacido; también en aquellos que en este momento están muriendo de hambre o de cualquier enfermedad perfectamente curable. Mueren porque nosotros preferimos adorar un muñeco de cartón, antes que aceptar que cualquier recién nacido es divino porque en él reside Dios.

En la liturgia de la noche se destaca sobre todo la sencillez de esa presencia de Dios. Un niño unos pastores, un pesebre. Dios llega a nosotros de una manera callada, sin ruido, en la noche y sin más testigos que unos padres primerizos asustados.

La mejor manera de sacar provecho de esta vigilia, sea el seguir con atención la celebración y, con sencillez, dejarnos empapar de las profundas ideas que se van desgranando en ella.
NAVIDAD


En el principio ya existía la Palabra,... y Dios era la Palabra.

En el evangelio que leíamos anoche encontramos un relato mítico-simbólico del nacimiento de Jesús; en el que acabamos de leer, un relato metafísico. Es casi imposible descubrir que hacen referencia a la misma realidad. En ambos se quiere comunicar el misterio de la encarnación. En ambos se nos quiere decir lo que Dios es y cómo actúa. Lo que es Jesús, y cómo nos salva.

En lo tocante a Jesús, celebramos un hecho histórico, que sucedió en un lugar y en un momento determinado. Jesús es una realidad histórica, y podemos hacer referencia a su tiempo y tratar de imaginar hoy como sucedido.

Pero en lo que se refiere a Dios, no se trata de un suceso, sino de una realidad trascendente que está siempre ahí. Dios se está encarnando siempre. Eso no tenemos que celebrarlo como acontecimiento, sino vivirlo como realidad actual. Como María, yo tengo que dar a luz lo divino que ya está dentro de mí.

Los cristianos no hemos sido aún capaces de armonizar la trascendencia con la inmanencia en Dios. En nuestra estructura mental cartesiana, no cabe que una realidad sea a la vez inmanente y trascendente. Por eso nuestro lenguaje sobre Dios es siempre ambiguo. Dios está más allá que toda realidad, pero a la vez está siempre encarnándose.

En Jesús esa encarnación se manifestó absolutamente. De esa manera nos abrió el camino para vivirla nosotros. “Les da poder para ser hijos de Dios”.

A esa realidad nunca podremos llegar por vía de conocimiento, sino por vivencia. Acabamos de leer dos líneas que son claves para entender el evangelio de Juan: “En la palabra había vida y la vida era la luz de los hombres”. Por no tener en cuenta esto, hemos caído en el intelectualismo y la dogmática.

Hemos querido entender a Jesús, como portador de un conocimiento que nos trae la salvación. Pero no es la luz la que nos va a llevar a la Vida, sino al revés. La Vida es la que nos llevará a la comprensión, a la luz.



Meditación-contemplación


Si no aparcas la razón, te quedarás in albis.
Si pretendes comprender, perderás el tiempo.
Deja que la Verdad vibre en tu interior.
Solo así podrás vivir la Vida

………………


No te conformes con celebrar hechos pasados.
No pretendas confiar en logros futuros.
La eternidad está en tus manos.
Todo lo posees en este instante.

…………….


Vive la totalidad aquí y ahora.
No esperes condiciones más favorables.
En ningún momento de tu futuro, mejorarán tus posibilidades.
Si no las aprovechas hoy,
nada garantiza que las aprovecharás en otro instante.

………………….

Fray Marcos

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Reflexíón del 4to. Domingo de Adviento.

(pinchar cita para leer evangelio)

CON ALEGRÍA Y CONFIANZA


El concilio Vaticano II presenta a María, Madre de Jesucristo, como "prototipo y modelo para la Iglesia", y la describe como mujer humilde que escucha a Dios con confianza y alegría. Desde esa misma actitud hemos de escuchar a Dios en la Iglesia actual.

«Alégrate». Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos de escuchar también hoy. Entre nosotros falta alegría. Con frecuencia nos dejamos contagiar por la tristeza de una Iglesia envejecida y gastada. ¿Ya no es Jesús Buena Noticia? ¿No sentimos la alegría de ser sus seguidores? Cuando falta la alegría, la fe pierde frescura, la cordialidad desaparece, la amistad entre los creyentes se enfría. Todo se hace más difícil. Es urgente despertar la alegría en nuestras comunidades y recuperar la paz que Jesús nos ha dejado en herencia.

«El Señor está contigo». No es fácil la alegría en la Iglesia de nuestros días. Sólo puede nacer de la confianza en Dios. No estamos huérfanos. Vivimos invocando cada día a un Dios Padre que nos acompaña, nos defiende y busca siempre el bien de todo ser humano.

Esta Iglesia, a veces tan desconcertada y perdida, que no acierta a volver al Evangelio, no está sola. Jesús, el Buen Pastor, nos está buscando. Su Espíritu nos está atrayendo. Contamos con su aliento y comprensión. Jesús no nos ha abandonado. Con él todo es posible.

«No temas». Son muchos los miedos que nos paralizan a los seguidores de Jesús. Miedo al mundo moderno y a la secularización. Miedo a un futuro incierto. Miedo a nuestra debilidad. Miedo a la conversión al Evangelio. El miedo nos está haciendo mucho daño. Nos impide caminar hacia el futuro con esperanza. Nos encierra en la conservación estéril del pasado. Crecen nuestros fantasmas. Desaparece el realismo sano y la sensatez cristiana. Es urgente construir una Iglesia de la confianza. La fortaleza de Dios no se revela en una Iglesia poderosa sino humilde.

«Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús». También a nosotros, como a María, se nos confía una misión: contribuir a poner luz en medio de la noche. No estamos llamados a juzgar al mundo sino a sembrar esperanza. Nuestra tarea no es apagar la mecha que se extingue sino encender la fe que, en no pocos, está queriendo brotar: Dios es una pregunta que humaniza.

Desde nuestras comunidades, cada vez más pequeñas y humildes, podemos ser levadura de un mundo más sano y fraterno. Estamos en buenas manos. Dios no está en crisis. Somos nosotros los que no nos atrevemos a seguir a Jesús con alegría y confianza.


José Antonio Pagola

viernes, 9 de diciembre de 2011

Reflexión del 3er. Domingo de Adviento.

(pinchar cita para leer evangelio)           

BUENAS NOTICIAS PARA PECADORES,
PARA GENTE NORMAL


El cuarto evangelio da gran importancia a la figura de Juan Bautista, en dos sentidos: en primer lugar, como Precursor: él es el que anuncia la presencia de Jesús; en segundo lugar, para "ponerlo en su sitio". Sin duda, los discípulos de Juan llegaron a pensar que él era "el que había de venir", y era necesario dejar claro que su misión había sido solamente ser "testigo de la luz". Pero la luz es Jesús, no Juan. De ahí la insistente proclamación de Juan: "No soy".

Se dice que los enviados de Jerusalén son sacerdotes y levitas, pero luego se afirma que son fariseos. Estas afirmaciones son más bien contradictorias, y nos hacen pensar en una redacción del texto bastante lejana a medios culturales judaicos.

Por otra parte, ya desde estos primeros párrafos se habla de "los judíos", como opositores (como si el Bautista, el evangelista y el mismo Jesús no fueran judíos). Se está subrayando por tanto una de las líneas de fuerza del cuarto evangelio, por otra parte ya expresada en el Prólogo: "Vino a los suyos y los suyos no le recibieron".

El cuarto evangelio se escribe en una comunidad expulsada de la Sinagoga, que tiene por eso muy claro que "lo de Jesús" ha roto definitivamente con el judaísmo y es nuevo, más aún que culminación de lo antiguo.

Tanto en el cuarto como en el segundo Evangelio, el Bautista es presentado por medio de citas bíblicas (del Éxodo, de Malaquías, de Isaías), de modo que Jesús es anunciado como "el que ha de venir", la culminación de todo lo anterior. Es importante reseñar que la penitencia, la conversión de los pecados que Juan predica, no son el fin, sino el medio para prepararse a la venida del Señor.

Nuestro esfuerzo de purificación es un estado de atención, de mostrarse disponibles ante el Señor: se expresa en el signo exterior del bautismo. Pero todo eso es para prepararse: luego viene el Señor, que es el que salva. Nuestras acciones no nos salvan: preparan el camino al salvador, nos disponen bien para recibir la salvación.


Todos los textos de estos domingos de Adviento giran en torno a los mismos temas y los repiten una y otra vez. Y con razón, porque son las actitudes básicas indispensables de cualquier seguidor de Jesús, diríamos que de cualquier persona de talante religioso.

La acción de Dios y nuestra respuesta se representan siempre como un encuentro entre personas. Los dos que se encuentran, caminan para encontrarse. Dios viene, nosotros vamos, y nos encontramos. Esta manera de expresarse, en la imagen de dos que se encuentran, puede ser luego traducida a conceptos teológicos más abstractos (la libertad y la gracia, la doctrina de la justificación...) pero tales conceptos han demostrado sobradamente su insuficiencia, han creado muchos más problemas de los que han solucionado.

Me parece que una de las tentaciones de la Teología Dogmática ha consistido en querer encerrar a Dios en los recipientes de nuestros conceptos. Y no cabe.

Conviene más al conocimiento de Dios el modo metafórico, parabólico, que no pretende abarcar a Dios sino orientarnos en la dirección correcta, y no aspira a comprender el misterio interior de Dios mismo sino a aceptar a Dios tal como Él se nos muestra. Podríamos decir que La Palabra no nos dice cómo es Dios sino cómo se porta con nosotros. Así, la imagen de dos que se encuentran, que van al encuentro uno de otro, es más expresiva que cualquier conceptualización.

Y es que, para conocer a Dios, es mejor ir a su encuentro que inventarlo. Lo encontramos donde Él se ha mostrado, en Jesús. Lo inventamos cuando nos fiamos más de nuestra razón e intentamos que sea nuestra razón la que invente a Dios. No hace falta inventarlo, ni es razonable.

Jesús es para nosotros lugar de conocimiento, lugar de encuentro con Dios. "No tendrás otros dioses delante de mí, no te harás imágenes mías" siguen siendo preceptos llenos de sabiduría. La única imagen de Dios es Jesús, y el único Dios fiable es el que en Jesús se muestra. Es la piedra angular de nuestra fe: quitada esa piedra, el edificio se derrumba. Y precisamente por eso es tan importante conocer a Jesús, tal como lo conocieron los que vivieron con él.

Y hoy día hemos de dar gracias a Dios porque tantos sabios estupendos nos lo han acercado. Razón por la cual quizás a otros les da mucho miedo ese conocimiento de Jesús de Nazaret.

Este Jesús a quien Juan anuncia muestra a Dios con una característica especialmente definida: se dirige a los pobres, a los corazones rotos, a los cautivos. Esta será una tónica característica de Jesús. Dios no es de ni para los poderosos, los sabios, los ricos, los pontífices, ni siquiera para “los santos”. Dios es de todos y para todos; y la mayoría de estos “todos” son pobres, están cautivos, tienen roto el corazón.

Demasiadas veces las religiones (la nuestra también) son de gente poderosa, de sabios y de santos. Jesús va a mostrar que la religión es de sencillos, de enfermos y de pecadores. Esta es sin duda la causa más profunda de la alegría que supone el mensaje que hoy recordamos.

Tenemos acceso a Dios, no porque somos santos, ni sabios ni ricos, no aunque somos gente normal, enfermos y pecadores, sino precisamente porque somos gente normal, porque somos pecadores, porque nos aquejan muchas necesidades. Por eso, especialmente por eso, Dios está con nosotros. Es el corazón de la revelación de Jesús.

Esto es lo que fundamenta el ambiente de profunda alegría que preside el Adviento como preparación de la Navidad. ¡Podemos conocer a Dios! ¡Hemos comprobado que es Él el que sale al encuentro! Navidad será ante todo la celebración de que Dios está con nosotros, para nosotros, de que la búsqueda humana de más, de más humanidad, de más sentido, está bien fundada, no está abocada al fracaso, se dirige al éxito. Jesús-Emmanuel, "Dios con nosotros, Salvador", es el resumen de nuestra fe y de nuestra esperanza.

El Adviento prepara así la Buena Noticia. Hemos usado tanto esta expresión que no la valoramos. Jesús trae una noticia, una novedad, y esta novedad es buena, buenísima: es un Dios nuevo y estupendo: no es un Dios temible, lejano, propiedad de sabios, santos y poderosos. Es una madre ansiosa de todo lo mejor para sus hijos, especialmente para los más pequeños, para los que más necesitan de ella. Es la razón última de que hablemos de Buena Noticia, y de que nuestra primera respuesta sea la alegría.

¿Quién nos ha robado la alegría del Adviento? ¿Quién ha vestido al Adviento con el triste color morado? ¿Quién y por qué ha transformado la alegría de saber que viene el Señor, el consolador, el que da vida, y nos ha cambiado esa alegría por el temor, las penitencias, la amenaza? ¿Quién ha convertido la Buena Noticia de Jesús en un catálogo de misteriosos conceptos abstractos y de ásperas leyes de perfección voluntarista?

Hoy es un domingo para sentir y para examinar. Para sentir profundo alivio al reconocer (volver a conocer, enterarse, descubrir) a Dios, tal como Él mismo se ha dejado ver, para quedarse sorprendido, agradablemente sorprendido al comprobar que Dios es mucho mejor que lo que nos habían vendido. Y para examinar: ¿creo en ese Dios, el Dios Salvador que Jesús muestra, o sigo sometido a un ídolo que no existe? Jesús es el Libertador, y nos libera ante todo del miedo a Dios, y de los que tantas veces nos lo han predicado.

Pero es también un domingo para la conversión: "anunciar la Buena Noticia a los pobres, vendar los corazones rotos, pregonar a los cautivos la libertad". Nos preguntamos: nosotros la iglesia, ¿somos buena noticia para los pobres, vendamos corazones rotos, pregonamos libertad a los cautivos?

Me temo que nosotros la iglesia no nos distinguimos precisamente por eso, no preferentemente por eso. Nosotros la iglesia, en nuestras manifestaciones más públicas, no somos pregoneros de ese Dios-para-los-pobres, sino ostentación de poder, esplendores dorados y sabiduría, que no consuelan ni liberan a nadie. Nosotros la iglesia, en nuestro quehacer cotidiano, no somos un colectivo que dé esperanza al emigrante, al homosexual, a la gente de escasos recursos, a los divorciados, a los esclavizados.

Hay colectivos en la iglesia que sí dan esa esperanza, pero nosotros la iglesia, especialmente la iglesia de los países ricos, como colectivo global, no somos ese signo de esperanza. Me parece que la dimensión de esperanza para los pobres es para nosotros un adjetivo, añadido porcentual a una fe más preocupada del dogma, del rito y de la norma. Y no es un adjetivo, es lo más, lo único sustantivo de los que siguen a Jesús.


José Enrique Galarreta

lunes, 5 de diciembre de 2011

Reflexión de Diciembre de San Pio


Diciembre 2011


Estimados amigos de Padre Pío,

Dios nos tomó encuentra con la llegada de su Hijo Jesús. Qué estemos en vela esperando activamente recibirlo en un encuentro ahora y para siempre.

El tiempo de adviento es un tiempo de anhelos. Anhelamos por reuniones familiares, fiestas, posadas, viajes y qué comprar por la persona que amamos. La mayoría de nuestros anhelos son un testimonio de dónde está nuestro corazón en realidad. Tristemente, nos damos cuento si somos honestos, que, a pesar de lo que afirmamos, Jesús Cristo está en una fila larga de espera en nuestra lista de prioridades para la temporada navideña. No anhelamos mucho la llegada de Jesús porque no lo conocemos personalmente y porque no vemos claramente lo bueno que nos trae. Tenía y tiene que mandar adelante emisarios como Juan el Bautista, Padre Pío y los demás santos para prepararle el camino a nuestro corazón. Ojalá hubiéramos aprendido del testimonio de esos emisarios que Dios ha puesto como faros de luz a través de los siglos. 

Padre Pío anhelaba mucho la llegada del Señor en la navidad. Conoció y apreció el don de la vida que el Mesías le traía. Su corazón limpio y dispuesto le capacitó de estar en vela por la llegada a Jesús y de saborear íntimamente el encuentro con el niño “Dios-entre-nosotros”. Padre Pío en su carta a su dirigida Raffaelina Cerase el 17 de diciembre 1914, expresa los anhelos en su corazón sobre la venida de Jesús a nuestra casa:

Al comienzo de la sagrada novena en honor del santo Niño Jesús, mi espíritu se ha sentido como renaciendo a nueva vida: el corazón se siente como bastante pequeño para contener los bienes celestiales; el alma se siente desfallecer del todo ante la presencia de este nuestro Dios hecho carne por nosotros. ¡¿Qué hacer para resistirse a no amarlo siempre con nuevo ardor?! Oh, acerquémonos al Niño Jesús con corazón limpio de culpa, y gustaremos qué duce y suave es amarlo. No dejaré nunca, y mucho menos en estos días santos, de suplicar al divino Niño por todos los hombres, especialmente por ti y por todas las personas que tanto amas. Le rogaré que quiera hacerte partícipe de todos los dones que tan generosamente ha derramado y que derrama cada día más en mi espíritu.

Notamos cómo Padre Pío se daba cuenta de la grandeza del Señor y como se sintió  su incapacidad de recibirlo como quisiera. Esto indica una sensibilidad y receptividad profunda de parte de Padre Pío a lo que hizo Jesús por nosotros. Padre Pío anhelaba la vida y reconoció que este don fue precisamente lo que traía Jesús.  Además, se sintió movido a compartir este anhelo y los dones que había recibido con otras personas, especialmente con su dirigida, Raffaelina.

Cuando recibimos algo de mucho valor, el amor verdadero reconoce que es para compartirlo con los demás. Ojalá que seamos generosos en esta manera durante este aniversario de la Encarnación y que no tengamos vergüenza de compartirlo con las personas a quienes amamos más. ¡Feliz Navidad!

Dios le bendiga a cada uno,
Fray Guillermo Trauba, OFM Cap.

Custodia de los Franciscanos Capuchinos del Norte de México.




Nuestra presencia de Capuchinos en el norte de México, será elevada a CUSTODIA, es decir, tendrá una nueva cara ante la Ordén Franciscana Capuchina y ante la Iglesia universal. Agradecemos infinitamente a Dios por este acontecimiento y agradezco como fraile menor a todas las personas que nos ayudan, que construyen con nosotros lo que somos y lo que seremos en el futuro. GRACIAS A TODOS POR SER PARTE DE NUESTROS SUEÑOS.

¡El Señor no ha hecho nada igual con ninguna nación!

sábado, 3 de diciembre de 2011

Reflexión del 2do. Domingo de Adviento

(pinchar cita para leer evangelio)

BUENA NOTICIA


A lo largo de este nuevo año litúrgico los cristianos iremos leyendo los domingos el evangelio de Marcos. Su pequeño escrito arranca con este título: «Comienza la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de Dios». Estas palabras nos permiten evocar algo de lo que encontraremos en su relato.

Con Jesús «comienza» algo nuevo. Es lo primero que quiere dejar claro Marcos. Todo lo anterior pertenece al pasado. Jesús es el comienzo de algo nuevo e inconfundible. En el relato, Jesús dirá que "el tiempo se ha cumplido". Con él llega la Buena Noticia de Dios.

Esto es lo que están experimentando los primeros cristianos. Quien se encuentra vitalmente con Jesús y penetra un poco en su misterio, sabe que empieza una vida nueva, algo que nunca había experimentado anteriormente.

Lo que encuentran en Jesús es una «Buena Noticia». Algo nuevo y bueno. La palabra «Evangelio» que emplea Marcos es muy frecuente entre los primeros seguidores de Jesús y expresa lo que sienten al encontrarse con él. Una sensación de liberación, alegría, seguridad y desaparición de miedos. En Jesús se encuentran con "la salvación de Dios".

Cuando alguien descubre en Jesús al Dios amigo del ser humano, el Padre de todos los pueblos, el defensor de los últimos, la esperanza de los perdidos, sabe que no encontrará una noticia mejor. Cuando conoce el proyecto de Jesús de trabajar por un mundo más humano, digno y dichoso, sabe que no podrá dedicarse a nada más grande.

Esta Buena Noticia es Jesús mismo, el protagonista del relato que va a escribir Marcos. Por eso, su intención primera no es ofrecernos doctrina sobre Jesús ni aportarnos información biográfica sobre él, sino seducirnos para que nos abramos a la Buena Noticia que sólo podremos encontrar en él.

Marcos le atribuye a Jesús dos títulos: uno típicamente judío, el otro más universal. Sin embargo reserva a los lectores alguna sorpresa. Jesús es el «Mesías» al que los judíos esperaban como liberador de su pueblo. Pero un Mesías muy diferente del líder guerrero que muchos anhelaban para destruir a los romanos. En su relato, Jesús es descrito como enviado por Dios para humanizar la vida y encauzar la historia hacia su salvación. Es la primera sorpresa.

Jesús es «Hijo de Dios», pero no dotado del poder y la gloria que algunos hubieran imaginado. Un Hijo de Dios profundamente humano, tan humano que sólo Dios puede ser así. Sólo cuando termina su vida de servicio a todos, ejecutado en una cruz, un centurión romano confiesa: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios". Es la segunda sorpresa.


José Antonio Pagola