domingo, 26 de octubre de 2014

Homilía del 30º Domingo del Tiempo Ordinario.

De la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses: 1, 5c-10.


Hermanos: Saben cuál fue nuestra actuación entre ustedes para su bien. Y ustedes siguieron nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegaron a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Desde su comunidad, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Su fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la visita que les hicimos: cómo, abandonando los ídolos, se volvieron a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.


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La vida cristiana se contagia cuando se vive con sinceridad.

Hola hermanos y hermanas, paz y bien.

Casi estamos al final del ciclo o año litúrgico, iniciaremos de nuevo un nuevo ciclo. Este domingo la segunda lectura que es de san Pablo a los Tesalonicenses nos da una mensaje muy claro. Y se basa en que si vivimos nuestra fe de verdad se contagia.

El papa Francisco se refirió al papa emérito Benedicto XVI, cuando algunos jóvenes le preguntaban como invitar a sus amigos a abrazar la fe,  veamos un estracto de lo que decía:
“Parto de una frase de Papa Benedicto XVI. La Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción… La atracción la da el testimonio.

Nosotros no somos salvadores de nadie. Somos transmisores de alguien que nos salvó a todos. Y eso solamente lo podemos transmitir si asumimos en nuestra vida en nuestra carne, en nuestra historia, la vida de ese alguien que se llama Jesús. O sea testimonio. Y esto no sólo en las obras de caridad. Por supuesto hay que hacerlas porque la medida con la cual nos van a juzgar a todos está en Mateo 25 ¿no cierto? Bueno entonces sí, testimonio en las obras de caridad, etc. ¿No? En el trabajo de promoción, de educación, de hacer cosas por los demás.

No sólo eso no. Sino testimonio de vida. ¿Cómo vivo yo? ¿Tengo doble vida? Es decir ¿me proclamo cristiano y vivo como pagano? La mundanidad espiritual, el espíritu del mundo que Jesús condena tanto. Basta leer el Evangelio de Juan, como es repetitivo en eso. ¿Yo lo comparto más o menos con mi fe cristiana? ¿Mitad y mitad? El testimonio te tiene que agarrar todo. ¿No? Es una opción de vida. Yo testimonio porque esa es la consecuencia de una opción de vida. Así es que eso es el primer paso. Sin testimonio no podés ayudar a ningún joven ni a ningún viejo. ¡A nadie! Y, evidentemente que todos flaqueamos, que todos somos débiles, que todos tenemos problemas y no siempre damos un buen testimonio. Pero la capacidad de humillarnos dentro, la capacidad de pedir perdón cuando nuestro testimonio no es el que debe ser.

Y un testimonio que también tenga dentro la capacidad de movernos, de hacernos salir, de ir en misión, que no es ir a hacer proselitismo. Es ir a ayudar, a compartir, y que vean cómo lo hacemos y qué hacemos. Yo me repito mucho en esto. Una Iglesia que no sale es una Iglesia “de exquisitos”. Un movimiento eclesial que no sale en misión, es un movimiento “de exquisitos”. Y a lo más, en vez de ir a buscar ovejas para traer, o ayudar o dar testimonio, se dedican al grupito, a peinar ovejas. ¿No? Son peluqueros espirituales. ¿No? Eso no va.

Así es que yo te diría: testimonio, para que la luz brille, que no esté escondida debajo de la cama, ¿no?, que brille la luz, y vean las obras buenas que hace el Padre a través de nosotros, obviamente, ¿no? Testimonio. Para que pregunten por qué vivís así, coherencia de vida caminar, caminantes no errantes y cuidarse de la tentación del cansancio. No se me ocurre otra cosa, no cierto. ¿Qué consejo nos da para invitar a nuestros amigos a compartir una vida más plena en Cristo? Creo que con eso basta, ¿no?”

Creo que no hay más que decir, lo explica el Papa muy bien. Solo si vivimos la fe con sinceridad y sin dobles de corazón entonces contagiaremos a otros a creer en Jesùs, a caminar por sus huellas.

Seamos valientes y decididos, hermanas y hermanos para ser testimonio viviente, otros cristos, como los tesalonicenses. Contagiemos con nuestras vidas, con nuestras actitudes de tolerancia, de respeto, pero sobre todo de que somos verdaderos cristianos, cristianos de verdad no de doble vida, no intrigosos, no chismosos o que dividen en lugar de unir. Solo recordemos que si somos instrumentos de la división, somos instrumentos del mal y no del Señor, pues diablo significa división. Ya basta de ver solo por mi grupo, por lo mio y abramos el corazón al hermano, a la unidad, a la gran comunidad que somos la Iglesia de los bautizados. Solo así dejaremos de dar falsos testimonios.


¡Alabado sea Jesucristo!

Fray Juan Gerardo Morga, OFM Cap.




Homilia del Domingo Mundial de las Misiones.

De la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo: 2, 1-8.

Ante todo recomiendo que se ofrezcan súplicas, peticiones, intercesiones y acciones de gracias por todas las personas, especialmente por los soberanos y autoridades, para que podamos vivir tranquilos y serenos con toda piedad y dignidad.

Eso es bueno y aceptable para Dios nuestro salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen a conocer la verdad. No hay más que un solo Dios, no hay más que un mediador, Cristo Jesús, hombre, él también que se entregó en rescate por todos conforme al testimonio que se dio en el momento oportuno; y yo he sido nombrado su heraldo y apóstol —digo la verdad sin engaño—, maestro de los paganos en la fe y la verdad.

Quiero que los hombres oren en cualquier lugar, elevando sus manos a Dios con pureza de corazón, libres de enojos y discusiones.

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Mensaje del Santo Padre Francisco
para la Jornada Mundial de las Misiones 2014.

"Queridos hermanos y hermanas:


Hoy en día todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la misión ad gentes, en la que todos los miembros de la iglesia están llamados a participar, ya que la iglesia es misionera por naturaleza: la iglesia ha nacido “en salida”. La Jornada Mundial de las Misiones es un momento privilegiado en el que los fieles de los diferentes continentes se comprometen con oraciones y gestos concretos de solidaridad para ayudar a las iglesias jóvenes en los territorios de misión. Se trata de una celebración de gracia y de alegría. De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción. De alegría, porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar al mundo, sostiene y acompaña nuestra obra misionera. Precisamente sobre la alegría de Jesús y de los discípulos misioneros quisiera ofrecer una imagen bíblica, que encontramos en el Evangelio de Lucas (cf. 10, 21-23).

1. El evangelista cuenta que el Señor envió a los setenta discípulos, de dos en dos, a las ciudades y pueblos, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a preparar a los hombres al encuentro con Jesús. Después de cumplir con esta misión de anuncio, los discípulos volvieron llenos de alegría: la alegría es un tema dominante de esta primera e inolvidable experiencia misionera. El Maestro Divino les dijo:

«No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo. En aquella hora, Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra...” (…) Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!”» (Lc 10, 20-21. 23).Son tres las escenas que presenta San Lucas. Primero, Jesús habla a sus discípulos, y luego se vuelve hacia el Padre, y de nuevo comienza a hablar con ellos. De esta forma Jesús quiere hacer partícipes de su alegría a los discípulos, que es diferente y superior a la que ellos habían experimentado.

2. Los discípulos estaban llenos de alegría, entusiasmados con el poder de liberar de los demonios a las personas. Sin embargo, Jesús les advierte que no se alegren por el poder que se les ha dado, sino por el amor recibido: «porque vuestros nombres están inscritos en el cielo» (Lc 10, 20). A ellos se les ha concedido experimentar el amor de Dios, e incluso la posibilidad de compartirlo. Y esta experiencia de los discípulos es motivo de gozosa gratitud para el corazón de Jesús. Lucas entiende este júbilo en una perspectiva de comunión trinitaria:«Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo», dirigiéndose al Padre y glorificándolo. Este momento de profunda alegría brota del amor profundo de Jesús en cuanto Hijo hacia su Padre, Señor del cielo y de la tierra, el cual ha ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las ha revelado a los pequeños (cf. Lc 10, 21). Dios ha escondido y ha revelado, y en esta oración de alabanza se destaca sobre todo el revelar. ¿Qué es lo que Dios ha revelado y ocultado? Los misterios de su Reino, el afirmarse del señorío divino en Jesús y la victoria sobre Satanás.

Dios ha escondido todo a aquellos que están demasiado llenos de sí mismos y pretenden saberlo ya todo. Están cegados por su propia presunción y no dejan espacio a Dios. Uno puede pensar fácilmente en algunos de los contemporáneos de Jesús, que Él mismo amonestó en varias ocasiones, pero se trata de un peligro que siempre ha existido, y que nos afecta también a nosotros. En cambio, los “pequeños” son los humildes, los sencillos, los pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimidos, a los que Jesús ha llamado “benditos”. Se puede pensar fácilmente en María, en José, en los pescadores de Galilea, y en los discípulos llamados a lo largo del camino, en el curso de su predicación.

3. «Sí, Padre, porque así te ha parecido bien» (Lc 10,21). Las palabras de Jesús deben entenderse con referencia a su júbilo interior, donde la benevolencia indica un plan salvífico y benevolente del Padre hacia los hombres. En el contexto de esta bondad divina Jesús se regocija, porque el Padre ha decidido amar a los hombres con el mismo amor que Él tiene para el Hijo. Además, Lucas nos recuerda el júbilo similar de María: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador» (Lc 1, 47). Se trata de la Buena Noticia que conduce a la salvación. María, llevando en su vientre a Jesús, el Evangelizador por excelencia, encuentra a Isabel cantando el Magnificat exulta de gozo en el Espíritu Santo. Jesús, al ver el éxito de la misión de sus discípulos y por tanto su alegría, se regocija en el Espíritu Santo y se dirige a su Padre en oración. En ambos casos, se trata de una alegría por la salvación que se realiza, porque el amor con el que el Padre ama al Hijo llega hasta nosotros, y por obra del Espíritu Santo, nos envuelve, nos hace entrar en la vida de la Trinidad.

El Padre es la fuente de la alegría. El Hijo es su manifestación, y el Espíritu Santo, el animador. Inmediatamente después de alabar al Padre, como dice el evangelista Mateo, Jesús nos invita:

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y Yo os aliviaré. Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (11,28-30).
«La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1).

De este encuentro con Jesús, la Virgen María ha tenido una experiencia singular y se ha convertido en “causa nostrae laetitiae”. Y los discípulos a su vez han recibido la llamada a estar con Jesús y a ser enviados por Él para predicar el Evangelio (cf. Mc 3, 14), y así se ven colmados de alegría. ¿Por qué no entramos también nosotros en este torrente de alegría?

4. «El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2). Por lo tanto, la humanidad tiene una gran necesidad de aprovechar la salvación que nos ha traído Cristo. Los discípulos son los que se dejan aferrar cada vez más por el amor de Jesús y marcar por el fuego de la pasión por el Reino de Dios, para ser portadores de la alegría del Evangelio. Todos los discípulos del Señor están llamados a cultivar la alegría de la evangelización. Los obispos, como principales responsables del anuncio, tienen la tarea de promover la unidad de la Iglesia local en el compromiso misionero, teniendo en cuenta que la alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en la preocupación de anunciarlo en los lugares más distantes, como en una salida constante hacia las periferias del propio territorio, donde hay más personas pobres que esperan.

En muchas regiones escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. A menudo esto se debe a que en las comunidades no hay un fervor apostólico contagioso, por lo que les falta entusiasmo y no despiertan ningún atractivo. La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres. Por tanto, animo a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos a vivir una vida fraterna intensa, basada en el amor a Jesús y atenta a las necesidades de los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones. Entre éstas no deben olvidarse las vocaciones laicales a la misión. Hace tiempo que se ha tomado conciencia de la identidad y de la misión de los fieles laicos en la Iglesia, así como del papel cada vez más importante que ellos están llamados a desempeñar en la difusión del Evangelio. Por esta razón, es importante proporcionarles la formación adecuada, con vistas a una acción apostólica eficaz.

5. «Dios ama al que da con alegría» (2 Co 9, 7). La Jornada Mundial de las Misiones es también un momento para reavivar el deseo y el deber moral de la participación gozosa en la misión ad gentes. La contribución económica personal es el signo de una oblación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos, porque la propia ofrenda material se convierte en un instrumento de evangelización de la humanidad que se construye sobre el amor.

Queridos hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de las Misiones mi pensamiento se dirige a todas las Iglesias locales. ¡No dejemos que nos roben la alegría de la evangelización! Os invito a sumergiros en la alegría del Evangelio y a nutrir un amor que ilumine vuestra vocación y misión. Os exhorto a recordar, como en una peregrinación interior, el “primer amor” con el que el Señor Jesucristo ha encendido los corazones de cada uno, no por un sentimiento de nostalgia, sino para perseverar en la alegría. El discípulo del Señor persevera con alegría cuando está con Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la caridad evangélica.

Dirigimos nuestra oración a María, modelo de evangelización humilde y alegre, para que la Iglesia sea el hogar de muchos, una madre para todos los pueblos y haga posible el nacimiento de un nuevo mundo".

Vaticano, 8 de junio de 2014, Solemnidad de Pentecostés.

PP. Franciscus



martes, 21 de octubre de 2014

Homilia del 28º Domingo del Tiempo Ordinario

De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses: 4, 12-14. 19-20.
Sé lo que es vivir en la pobreza y también en la abundancia. Estoy plenamente acostumbrado a todo, a la saciedad y el ayuno, a la abundancia y la escasez. Todo lo puedo en aquel que me da fuerzas. Con todo, hicieron bien en mostrarse solidarios de mis sufrimientos. Mi Dios, colmará todas sus necesidades según su riqueza y generosidad por medio de Cristo Jesús. Al Dios y Padre nuestro sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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"TODO LO PUEDO EN AQUEL QUE ME DA FUERZAS"
 
Hermanos y hermanas, ¿Cómo están?, les deseo la paz que viene de Dios.
 
San Pablo nos da un testimonio hoy, él se encuentra encarcelado en Tesalónica y los hermanos de la Iglesia de Filipos le envían una ayuda para su sustento mientras se encuentra en la cárcel, les agradece y constata que esta desprendido de los bienes materiales y tiene bien definido que lo que importa más en la vida son los bienes de Dios, les agradece no solo por el dinero que le mandan, sino por ser generosos y solidarios con él, con lo que sufre en la cárcel. Y por esta generosidad les dice que Dios les pagara todo lo que hacen por él.
 
El mensaje de esta lectura de hoy es que tenemos que ser solidarios en toda circunstancia, a padecer con los que padecen y a tender la mano a quienes nos necesitan. Pero no nos conformemos con dar una moneda, también preguntemos el nombre de la persona a quien ayudamos, pues lo primero que necesita es que le reconozcamos como persona, que reconozcamos la dignidad que posee por el solo hecho de ser persona, además de reconocer a la persona como hijo de Dios, amada por Él. Solo se puede exclamar como san Pablo "todo lo puedo en aquel que me da fuerzas", cuando tenemos el apoyo de alguien, y ese alguien por supuesto que es Dios, pero Dios se hace patente con tu solidaridad concreta, es decir, si eres generoso, si ayudas a los demás, si les reconoces su dignidad estas siendo fuerza para que el que la pasa mal pueda levantarse.
 
Cuanto nos hace falta para ser una civilización del amor, cuanta indiferencia e individualismo podemos constatar, cuanto rechazo de aquellos que no piensan como nosotros, que no sienten como nosotros, que no desean como nosotros, que no prefieren como nosotros, antes de llamarnos cristianos tendríamos que ser plenamente humanos. Un cristiano debe esforzarse por ser verdaderamente humano, de ser solidario, de erradicar de su persona el egoísmo, el materialismo, el utilitarismo, si esto hiciéramos cada uno seria más feliz, más pleno, más humano.
 
El mensaje de san Pablo para nosotros la Iglesia es: "ser solidarios no en razón de nuestro amor propio, sino en razón del amor de Dios que se hizo hombre en Jesús". Dios se hizo solidario, se hizo uno de nosotros para solidarizarse y no solo eso, pago por nosotros la deuda de amor al Padre. Cuantos años hace que Él realizo este solidario gesto, este amor generoso a la humanidad y la humanidad no hemos aprendido a ser humanos de verdad, "a amar como Él nos amo". Cuanta falta nos hacen los testigos de Cristo que aman de verdad, sin esperar nada a cambio, cuanta falta le hacen a Él hombres y mujeres valerosos que sean solidarios, que demuestren el amor de Dios. Tu y yo somos esos hombres y mujeres, ¡testimoniemos este amor solidario!
 
Muchos hermanos y hermanas andan mendigando amor en el mundo, y nosotros que hemos conocido el amor de Dios, tenemos el caro deber de testimoniar el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu que sigue hoy, más que nunca, vigente y tan urgente de que sea conocido y reconocido. No tengamos miedo de ser solidarios, de demostrar el amor, no solo digamos que estamos "bendecidos" cuando nos preguntan como estamos, sino que bendigamos a todos sin distinción, anunciemos que Dios "se hizo pobre con el pobre, se hizo rico con el rico, se hizo todo a todo para ganarlos a todos".
 
¡Feliz domingo!
 
Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.
 
 


domingo, 5 de octubre de 2014

Homilía del 27º Domingo del Tiempo Ordinario.

De la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos: 4, 6-9.

Hermanos: No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.
 
En fin, mis hermanos, todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamientos. Pongan en práctica lo que han aprendido y recibido, lo que han oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con ustedes.
 
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"ORA, TEN FE, NO TE PREOCUPES"
San Pio de Pietrelcina.
 
 
Hola a todos, que el Señor les de su paz.
 
Hay muchas preocupaciones en nuestras vidas, hay muchas desilusiones, nos desanimamos por todo, nos estresamos por nada, nos enojamos por insignificancias, pensamos que los demás nos hacen muchos problemas y el problema somos nosotros mismos, pues nos preocupamos de más y no hacemos oración por lo que nos preocupa, por el problema, pensamos incluso que el problema que tenemos es más importante que otra cosa.
 
Cuando pensamos que los problemas que tenemos son imposibles de resolver, lo son eh, cuando pensamos que es una carga, lo es, cuando damos un poder extra a las dificultades que cada uno tenemos estamos encerrándonos en nosotros mismos y no permitimos ni siquiera la ayuda de Dios y menos de los hermanos que viven con nosotros. En cambio una persona que ora y tiene fe, ve en los problemas, en las dificultades, en los retos, una oportunidad de crecer como persona. Por eso san Pio, que acabamos de celebrar el 23 de septiembre decía: "ora, te fe y no te preocupes", es decir, hablar con Dios antes de decir que tu problema es grande y no tiene remedio, ver el problema con ojos de fe, pues si se ve sin fe se ve el problema, el reto o la dificultad más grande que nuestras propias fuerzas y más grande que Dios.
 
No sirve de nada preocuparse, no sirve de nada patalear o hacer berrinche como un niño que no sabe hacer con una situación y se tira en el suelo para llamar la atención. En cambio si sirve mucho orar y tener fe, tener confianza en que Dios nos ayuda siempre y nos ayuda por medio de los demás. Si todo lo que pensáramos fuera "verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza", todo seria mejor, pero no siempre estamos conscientes de esto que nos dice san Pablo, por eso hay que permanecer en continua oración con Dios, en continua comunión y comunicación con Dios.
 
Por eso hermanos hay que confiar siempre en Dios, confiar en que siempre esta con nosotros. Tener la certeza de que siempre nos ayuda, de tener los pensamientos de Cristo cuando tenemos dificultades, preguntarnos ¿Qué haría Jesús en mi lugar? ¿Cómo lo resolvería el Señor?, y así vendan algunas respuestas de las que leemos y reflexionamos cada domingo. Aunque haya muchos problemas en la familia, hay que confiar en Dios que Él nos ayudará, y recordemos que como dice el salmo de hoy: "la viña es la casa de... (ponga cada uno el nombre de su familia) y esta viña no es nuestra sino de Dios, solo somos su administradores, hay que hacer lo mejor para los hijos y hacerlos responsables de sus actos pero conscientes de lo que fallamos también nosotros en relación con nuestro padre Dios. Animados y alegres caminemos hacia ser mejores personas, mejores familias, mejor Iglesia, mejores comunidades, y oremos por el Sínodo sobre la familia que se llevará a cabo esta semana en Roma junto con toda la Iglesia y el Papa Francisco.

 
¡Excelente Domingo y semana!
 
Fray Juan Gerardo Morga, OFM Cap.