viernes, 28 de junio de 2013

Reflexión del 13° Domingo del Tiempo Ordinario.

Del Evangelio según San Lucas. 9, 51-62.

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de salir de este mundo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".

Y dijo a otro: "Sígueme". Él respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios".

Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".

La vocación,
iniciativa de Dios.


Hola hermanos y hermanas, paz y bien.

Hoy las lecturas, no solo el Evangelio, tienen como tema principal la vocación. Vocación viene de la palabra latina vocare que significa llamar o evocar. Pero esta llamada de Dios no empieza del hombre o la mujer, es decir, uno no puede decir que quiere seguir a Jesús, que quiere estar con Dios, sino es llamado por Él a seguirlo o ha estar con Él.

He sido promotor vocacional varias veces y he notado en mi poca experiencia que hay diferentes tipos de llamados, unos vienen a estar con Jesús para refugiarse o para esconderse de algo o de alguien, otros vienen con una recta intención pero no comprenden, a lo largo de la formación, que son llamados por Dios de manera libre, y de manera libre están llamados a responder con generosidad y sin mirar atrás. Sin duda es un gran misterio la vocación, pues en la medida que se va avanzando, siguiendo al Maestro, se va uno dando cuenta para que lo ha llamado a su lado.

Hay varios tipos de personas con vocación-llamada, una es la de los que piensan que ellos son los que siguen a Jesús por su propia iniciativa. Pero no es uno el que toma la iniciativa, vemos en la primera lectura que es Dios quien dice a Elías que escoja a Eliseo para que sea su servidor, es decir, Dios es el que toma la iniciativa llamando, eligiendo, escogiendo al que Él quiere, por eso cuando vemos a algún joven le interrogamos diciéndole: “¿te has preguntado si tienes vocación?”, es decir, “¿te has dado cuenta que Dios tal vez te esta llamando? Pues el seguimiento de Jesús inicia con una llamada suya, por eso dice Jesús al que le dijo, “Te seguiré a donde quiera que vayas”, oye no puedo ofrecerte algo, ¿serás capaz de pasar por lo que yo paso? (aquí estaba contenido el desprecio, las maledicencias y la cruz).

Otros son invitados por Jesús de una forma sincera, pero ellos no quieren responder con prontitud, son aquellos que son llamados pero los quehaceres de la vida, la responsabilidad de los padres u otra cosa no les permite hacer la opción o la respuesta por Jesús. Sin embargo Dios respeta la decisión, pues nos habla en libertad. De esto habla la segunda lectura de Pablo, de que la vocación, es decir el llamado, nuestra vocación es la libertad; Dios nos llama y nosotros tenemos toda la libertad de responderle de forma positiva o negativa, o decirle que después, sin embargo el mismo Pablo, habla de que esta libertad no se vuelva egoísmo, es decir, que si Dios nos llama a seguirle es porque ve en nosotros potencialidades y si no le respondemos afirmativamente queremos tener este potencial, que nos lo ha dado Él, solo para nosotros de una forma egoísta. He visto a tantos hermanos que tienen una vocación-llamado, y reúsan responderle con un “si” sostenido a Dios por su egoísmo, porque solo piensan en si mismos.

Hay un tercer tipo de llamados, los que responden con sinceridad al Señor, pero después de un tiempo empiezan a añorar lo que dejaron por amor a Jesús, es decir, empiezan a pensar que hubiera sido si se hubiesen casado, si habrían tenido hijos, si no hubieran dejado a sus padres; como dice Jesús en el Evangelio, estos son los que ponen las manos en el arado pero voltean hacia atrás. No es malo pensar o tener esta tentación, una vez que se ha respondido a Jesús afirmativamente, pues aún después de que le hemos dicho que si, tenemos libertad, pero si le hemos dicho que si libremente, pues libremente cumplamos, no por obligación sino por amor.

Queridos hermanos y hermanas, todos como bautizados somos llamados a seguir a Jesús (en cualquier estado de vida: matrimonio, soltería o vida consagrada), Él nos invita a participar de su vida, de su misma vida divina, nos llama a vivir en el amor y ha dar amor, pero el amor, como la llamada, no se puede dar sin libertad. Esta es la primera vocación-llamado de Dios a los seres humanos, a que sean realmente libres, y se es libre, siendo pobre. Más adelante en este mismo Evangelio de San Lucas, Jesús exhorta a los que lo siguen como discípulos a no dejarse llevar por los bienes materiales, pues apropiarse de cosas, de personas, de lugares, de situaciones, nos hace esclavos, en cambio cuando soltamos todas estas cosas somos libres, es decir, pobres. La pobreza de Jesús como la de los que Él llama, no se reduce a una pobreza material, es una pobreza material pero también una pobreza espiritual.

Todos los cristianos, y más especialmente a los que nos ha llamado a una misión específica de estar con Él y extender su Reino, estamos llamados a seguirlo por el camino de la pobreza, que nos lleva a la libertad; con sinceridad, no huyendo a algo; y con fidelidad, sin ver hacia atrás. Que en nuestro camino de seguimiento de Jesús siempre haya estas características, para llamarnos sus seguidores, consientes de su llamado-vocación.



¡Animo hermanos y hermanas a seguirlo con generosidad y entusiasmo!


Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

lunes, 24 de junio de 2013

Solemnidad de San Juan Bautista.


Del santo Evangelio según san Lucas 1, 57-66.80 

Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

sábado, 22 de junio de 2013

Reflexión del 12° Domingo del Tiempo Ordinario.

Lucas 9, 18-24.

Un día que estaba Jesús orando a solas, sus discípulos se le acercaron. Jesús les preguntó:
-          ¿Quién dice la gente que soy yo?
Respondieron:
-          Según unos, Juan Bautista; según otros, Elías; según otros, uno de los antiguos profetas, que ha resucitado.
Él les dijo:
-          Y según ustedes ¿Quién soy yo?
Pedro respondió:
-          El Mesías de Dios.
Pero Jesús le ordenó terminantemente que no hablara de esto con nadie.
Luego les dijo que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, que sería rechazado por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; que lo matarían y que al tercer día resucitaría.
Entonces se puso a decir a todo el pueblo:
-          El que quiera venir en pos de mi, renuncie a si mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi, ese la salvará.

El camino, Jesús.

Hola hermanos y hermanas, paz y bien.

Jesús dice que “Él es el camino, la verdad y la vida”, sin embargo nos hemos acostumbrado de que el cristianismo sea una doctrina, a veces fría o teórica, y no como lo es en realidad, un camino por donde avanzamos hacia Dios. Y como todo camino tiene que haber unos pasos que seguir, y como es camino, necesitamos estar siempre en movimiento. De tal forma que el cristiano que esta estancado, detenido, acomodado, no es un genuino o auténtico seguidor de Cristo. Pero veamos los pasos que, nos sugiere este Evangelio, hay que seguir para ser un auténtico cristiano (seguidor de Cristo).

EL PRIMER PASO ES CONOCER A JESÚS. Imaginemos que no conocemos el nombre, lo que le gusta o lo que le apasiona en la vida, de la persona que amamos, de la novia o novio, del esposo o esposa. A poco no les ha pasado que se quedan apenados porque no saben lo esencial de la persona amada, y es que sino sabemos esto no amamos de verdad, pues nadie ama lo que no conoce. Así pasa con Jesús, antes de decir que lo amamos debemos conocerlo, aunque no hay que apresurarse o frustrarse porque no lo conocemos suficiente, pues al igual que con las personas, a Jesús lo vamos conociendo en la medida que nos relacionamos con Él, pues también es una persona.

Nuestro proceso de conocimiento de algo o alguien, siempre empieza por lo que dice los demás que es aquello o aquella persona. Pero en realidad lo que cuenta es lo que tu descubras que es aquello o aquella persona, es decir, si queremos conocer de verdad a Cristo, hay que relacionarnos con Él, convivir con Él, encontrarnos con Él en los hermanos, descubrirlo en todo lo que ha creado junto son su Padre y el Espíritu de Amor. La fe, nuestra fe en Jesús, debe de estar anclada en nuestra experiencia personal con Él y no en lo que los demás dicen que es. No somos cristianos-católicos porque lo fueron nuestros mayores, sino porque nos hemos encontrado con Jesús vivo, con Dios en persona.

EL SEGUNDO PASO ES LA REVELACIÓN DE JESÚS. Pero pensamos que conocer a Dios es conocer lo que dicen los libros o catecismos solamente, sin embargo como dijimos, conocer a Dios, conocer a Jesús es relacionarse con una persona.  En esta relación Jesús viene a nuestro encuentro, a veces pensamos que nosotros empezamos este proceso de seguimiento de Jesús y no, Jesús es el que se hace encontradizo, es quien nos encuentra para que lo sigamos.

Jesús se revela como un hombre que sufre desprecios, malentendidos y hasta la muerte en cruz, la muerte de un ladrón sin serlo. Con esto nos quiere decir, que seguirlo no significa que el camino siempre va a ser fácil, es decir, no siempre va a ser fácil ser cristiano o su discípulo, pero sin duda que si caminamos por esta senda, seguro que llegaremos a Dios. No podemos caminar, decía el Papa Francisco en su primera misa, sin Cristo, pues caminamos mucho si, pero sin sentido. Debemos caminar con Él, caminar con los problemas de la vida, con los dolores y sufrimientos de la vida presente, pues después vendrá la recompensa. El camino del cristiano no es un camino de triunfos humanos, pareciera que a los ojos de los hombres el cristiano es un fracasado, masoquista o sumiso, pero no, seguimos a Cristo que paso por esto no por que le gustara, sino porque era necesario para vencer el fracaso en el cayo la humanidad, con el fracaso de un solo hombre. Además, hermanos y hermanas, no vamos solos, pues cuando seguimos el camino de Jesús vamos acompañados por Él.

EL TERCER PASO ES LA INVITACIÓN DE JESÚS A SEGUIRLO. Jesús después de revelar lo que es y lo que vino a realizar a este mundo, invita a que lo sigan, y  que lo sigan por el mismo camino de la cruz, cada uno vive un viacrucis en la vida, consciente o  inconscientemente el ser humano sufre, solo que hay diferencia, no es igual sufrir sin Dios, que sufrir con, por y en Dios. Cuando un enfermo sufre sin Dios, es quejumbroso, se siente mártir, quiere que lo atiendan con lastima, vive aun en su egoísmo, el cambio el enfermo que sufre con Dios, por Dios y en su nombre, es una persona alegre, se siente amado o amada, es independiente en la medida de lo posible, incluso da ánimos a los sanos a que vivan su vida con sentido.

Así también pasa con los que decimos que seguimos a Jesús. Nos encontramos con hermanos tan negativos o tan positivos que parece que no es posible seguir a Jesús. Cuando nos encontramos con Jesús, cuando nos encontramos con su amor seguro que queremos seguirlo y anunciarlo con un equilibrio realista, es decir, no podemos seguir a Jesús con una actitud tan negativa, pero tampoco con una actitud excesivamente positiva que nos haga fantasear, idealizar nuestro seguimiento a veces es decepcionante. Hay que tener una gran pasión al seguir a Jesús, pero no hay que ser ilusos, pues siempre hay retos en el camino.

Hay muchos hermanos que piensan que ellos escogieron seguir a Jesús, pero no queridos hermanos y hermanas, es Jesús siempre quien invita, quien llama, si nos quedamos con la idea de que nosotros decidimos seguir a Jesús somos infelices por el camino, nos desesperamos, se nos acaba la ilusión y la pasión de seguirlo. Y como Él es el que nos llama, los hermanos con quienes nos toca vivir no los escogimos nosotros, es “el Señor que nos da hermanos”, esto es lo que decía san Francisco. Solo con esta certeza y esta conciencia podemos sobre llevar los obstáculos en el camino del seguimiento de Cristo, pues es fascinante seguirlo.

Solo salvaremos la vida si seguimos a Jesús, pues quien sigue a Jesús es salvado por su amor y por haber transitado por su camino, que es su propia vida.

¡No tengamos miedo de seguirlo por el camino de la cruz, pues después de la cruz esta la luz!


Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

sábado, 15 de junio de 2013

Reflexión del 11o. Domingo del Tiempo Ordinario.

Lucas 7, 36 - 8, 3.

En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomo consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con las lagrimas le bañaba los pies, los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.

Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: “si ese hombre fuera un profeta, sabría que clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora”. Entonces Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. El fariseo contestó: “dímelo, maestro”. Él le dijo: “dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía 500 denarios y el otro, 50. Como no tenían con que pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos le amará más?”. Simón le contestó: “supongo que aquel a quien le perdonó más”.

Entonces Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: “¿ves a esta mujer? Entre en tu casa y tu no me ofreciste agua para mis pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lagrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies.  Tu no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama”. Luego le dijo a la mujer: “tus pecados te han quedado perdonados”.

Los invitados empezaron a preguntarse a si mismos: “¿Quién es éste, que hasta los pecados perdona?” Jesús le dijo a la mujer: “tu fe te ha salvado; vete en paz”.

Después de esto, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido liberadas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas iba María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que lo ayudaban con sus propios bienes.

“Ha amado mucho”

Hola hermanos y hermanas, paz y bien.

Quiero felicitar a todos los papas, a quienes festejamos este domingo. La labor del padre en nuestras familias es de dar a los hijos la parte del vigor en el carácter, el apoyo de su fuerza y su amor, y aunque haya madres que dan a los hijos, no solo la ternura, si no también el vigor del padre, jamás se sustituye el amor, el apoyo y la firmeza del padre. Un abrazo a los padres y a las madres que también han sido padres.

Este domingo, tanto la primera lectura del libro de Samuel como el Evangelio de San Lucas, hablan de la misericordia de Dios.  Dios es nuestro Padre, y Jesús, su Hijo, nos vino a enseñar como era su Padre. Por eso cuando vemos a Jesús actuar es como si el Padre actuará en Él. Por eso les invito a leer este trozo del evangelio en esta perspectiva.

En la primera lectura Dios se da cuenta de las trampas de David, así como cuando un padre de familia descubre algunas fechorías de su hijo. Dios reacciona como un verdadero Padre ante David, pues sabe de que esta hecho, y que a pesar que le ha dado todo puede fallar, es así como reacciona también el padre de familia, más aún es condescendiente porque sabe que él también la a regado cuando era hijo, y a veces ha pasado una situación parecida con su padre. Dios es como un padre comprensivo, un padre que entiende la debilidad del hijo, y que lo ama a pesar de todo. Si por alguna razón nos hace falta nuestro padre, no dudemos de tomar por padre a Dios, que es el mismo Padre de Jesús, de hecho el padre que cada uno tenemos en la tierra es apenas un destello de lo que es Dios para nosotros. ¡Dios es el padre de las misericordias!

En el Evangelio, Jesús, también se comporta como un padre con “la mujer pecadora”, según el fariseo. Mientras los demás hijos etiquetan a los hermanos que se han extraviado, que se han alejado de la casa paterna, el padre (Jesús, quien da a conocer al Padre) tiene gran compasión por la hija que se ha equivocado, tal vez por necesidad, por ignorancia, por lo que sea; pero la perdona y tiene gran amor por ella, y es precisamente al descubrir el gran amor de Dios que la mujer pide perdón no solo con palabras sino con hechos, hasta tal punto que Jesús se admira y le adorna con palabras bellas: “sus pecados le son perdonados porque ha amado mucho”.

Hermanas y hermanos, Jesús, y a la vez el Padre de Jesús, siempre nos esperan a que regresemos a la casa paterna, siempre está Jesús colgado de un madero con los brazos abiertos para esperarnos. Dios es amor, y solo amando a Dios podemos comprender que este es el sentido de la vida, pero nuestro a mor a Dios no solo es vertical, es decir, yo y Dios, sino también con los hermanos porque en ellos encuentro a Dios, en ellos esta Dios. Tomemos conciencia de cuanto no ama Dios particularmente y como Iglesia, convirtamos (volteemos la mirada a Dios) en sus verdaderos seguidores, no como quien sigue a alguien como a escondidas. Amemos a Dios por sobre todas las cosas, no tengamos miedo de acercarnos, pues es mejor que cualquier padre amoroso del mundo y mucho mejor que un padre que no toma la responsabilidad de padre aquí en al tierra.

Jesús se hacía acompañar por pecadores, por los doce y por mujeres, todos personas débiles como nosotros, pero que fueron descubriendo a Dios en la persona de Jesús, a un Dios que los amaba con entrañable amor y ternura, y solo así pudieron hacer de su vida un instrumento de Dios. No tengamos miedo cuando nos sentimos nada ante Dios, cuando nos sentimos los más pecadores como esta mujer, no pensemos que no somos dignos de Dios, pues Dios construye en el desastre, construye desde las ruinas, construye y cuenta con nosotros pobres hombres y mujeres, pues él nos ayuda con su amor, con su gracia, con su paz.

Abramos nuestro corazón al amor, pues solo los que han amado mucho, se les perdonará mucho, recordemos que san Juan en sus cartas dice que “seremos juzgados en el amor”. Amemos con toda la pasión que Dios puso en nosotros, amemos sin prejuicios y libremente, hagamos el amor, no solo en la cama, sino también en el trabajo, en la escuela, en todos los ambientes en que nos desenvolvemos.

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

viernes, 14 de junio de 2013

San Antonio de Padua.

SEGUNDA LECTURA DEL OFICIO DE SAN ANTONIO.

El que está lleno del Espíritu Santo habla diversas lenguas. Estas diversas lenguas son los diversos testimonios que da de Cristo, como por ejemplo la humildad, la pobreza, la paciencia y la obediencia, que son las palabras con que hablamos cuando los demás pueden verlas reflejadas en nuestra conducta. La palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras. Cesen, por favor, las palabras y sean las obras quienes hablen. Estamos repletos de palabras, pero vacíos de obras, y por esto el Señor nos maldice como maldijo aquella higuera en la que no halló fruto, sino hojas tan sólo. «La norma del predicador -dice san Gregorio- es poner por obra lo que predica.» En vano se esfuerza en propagar la doctrina cristiana el que la contradice con sus obras.


Pero los apóstoles hablaban según les hacía expresarse el Espíritu Santo. ¡Dichoso el que habla según le hace expresarse el Espíritu Santo y no según su propio sentir!
Porque hay algunos que hablan movidos por su propio espíritu, roban las palabras de los demás y las proponen como suyas, atribuyéndolas a sí mismos. De estos tales y de otros semejantes dice el Señor por boca de Jeremías: Aquí estoy yo contra los profetas que se roban mis palabras uno a otro. Aquí estoy yo contra los profetas -oráculo del Señor- que manejan la lengua para echar oráculos. Aquí estoy yo contra los profetas de sueños falsos -oráculo del Señor-, que los cuentan para extraviar a mi pueblo, con sus embustes y jactancias. Yo no los mandé ni los envié, por eso son inútiles a mi pueblo -oráculo del Señor-.

Hablemos, pues, según nos haga expresarnos el Espíritu Santo, pidiéndole con humildad y devoción que infunda en nosotros su gracia, para que completemos el significado quincuagenario del día de Pentecostés, mediante el perfeccionamiento de nuestros cinco sentidos y la observancia de los diez mandamientos, y para que nos llenemos de la ráfaga de viento de la contrición, de manera que, encendidos e iluminados por los sagrados esplendores, podamos llegar a la contemplación del Dios uno y trino.

domingo, 9 de junio de 2013

Reflexión del 10mo. Domingo del Tiempo Ordinario

Resucita al hijo de una viuda.
Lucas 7, 11-17.


Después se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de los discípulos y de un gran gentío. Justo cuando se acercaban a las puertas de la ciudad, sacaban a un muerto, hijo único de una viuda; la acompañaba un grupo considerable de vecinos. Al verla el Señor sintió compasión y le dijo:
-          No llores.
Se acercó, tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo:
-          Muchacho, yo te lo ordeno, levántate.
El muerto se incorporó y empezó a hablar, Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos y daban gloria a Dios diciendo:
-          Un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios se ha ocupado de su pueblo.
La noticia de lo que había hecho se divulgó por toda la región y por Judea.

“…SINTIÓ COMPASIÓN…”

Hola hermanos y hermanas, paz y bien. Espero en Dios que en esta semana les haya ido bien y haya aumentado su fe en Él y en ustedes mismos.

El domingo pasado el tema principal en las lecturas era la fe. La fe de un hombre que quería mucho a su criado pudo hacer que Jesús lo curara. Este domingo pasa algo distinto, por la compasión del corazón de Jesús resucita al hijo de una viuda. Son cosas distintas, pero a la vez los dos milagros nacen del corazón de las personas (del corazón del centurión y del corazón de Jesús).

Este viernes pasado festejamos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, y este corazón “es compasivo y misericordioso”, tal como lo dice el trozo del evangelio de hoy. Por compasión Jesús resucita a este joven que era la única esperanza de una viuda, recordemos que en la cultura judía una mujer no valía sin un esposo o, en caso de muerte del marido, del hijo, y si esta mujer estaba perdiendo al hijo, no había ya esperanza para ella, quedaba al amparo de Dios solamente. Y es precisamente con Dios con quien se encuentra, y por eso le restablece la vida al muchacho pero a la vez a la mujer.

Hay que notar varias cosas en este Evangelio, primero que Jesús es la vida, los dos grupos y quienes va a la cabeza, y por último el “levántate” de Jesús.

Jesús es la vida del mundo, esta es una gran verdad. Pues sin él, sin Dios, el hombre y el mundo pierden la vitalidad, la bondad, la generosidad, la gentileza. Nuestra sociedad hoy sufre de la ausencia de Dios y es por esto que tenemos tantos problemas que no hayamos como solucionar. Pero sin duda no hay problema más grande que Dios, que JESÚS, pero necesitamos confiar en él y caer en cuenta que solo con él seremos plenos, tendremos vida. Jesús es quien da vida, y todo lo que es tocado por él es vida, recordemos que en las bodas, convirtió en vino el agua, el vino que es signo de alegría, de vida; también cuando multiplica el pan, signo de vida, pues sin pan no hay vida en el hombre; o cuando resucita a su amigo Lázaro, cuando perdona a la mujer pecadora le da vida, y así todo lo que toca, con los que se relaciona, con los que le toca vivir les da vida. Seria bueno preguntarnos personalmente, ¿Cuánta vida doy a los demás? ¿Soy factor de vida o muerte, de ánimo o desánimo?

Los dos grupos y quien va a la cabeza, es el segundo punto de reflexión. Jesús iba a Naím acompañado de sus discípulos y un gentío, dice el evangelio, y se encuentra con otro grupo acompañando a un muerto rumbo al lugar de los muertos. Como cristianos católicos ¿en que grupo nos encontramos?, sin duda podemos estar en los dos grupos, pues en los dos grupos esta Dios, solo en el de Naím, la cabeza esta muerta. Como creyentes a veces nos pasa que vemos a Dios lejos, que no hay sentido creer en Dios, estamos lejos de Dios por nuestras propias decisiones o por la influencia de otras personas o por el mal testimonio de los demás, sin embargo nuestra fe en Dios esta como ensombrecida por el manto de la muerte, del desanimo, de la negatividad, del orgullo, de nuestro propio egoísmo. Tenemos que ser como el segundo grupo, pero si nos encontramos en el otro grupo, no nos preocupemos pues Jesús va al encuentro del grupo de Naím y resucita a su cabeza, que en realidad es un signo de su propia resurrección. Solo tengamos presente que la respuesta que demos a Dios tenemos que sostenerla cuando todo vaya viento en popa o cuando haya una tormenta que amenace a hundir la barca. Tenemos que estar en el segundo grupo acompañando a los que sufren a los que no tienen esperanza, pero sin perder de vista que Jesús esta con nosotros, pasa muy a menudo que quien acompaña a personas que sufren también se llena de desanimo por que lo contagian, pero nosotros tenemos que tener bien puesta la fe, la esperanza y el amor en Cristo, que vive en medio de nosotros. Como dice san Pablo “¿quién podrá apartarnos del amor de Cristo?”.

Otra reflexión puede ir encaminada a la palabra que le dice Jesús al muerto, “levántate”. Y es que nos pasa que las contrariedades, los problemas, los cambios, los malos ratos con algunas personas, las dificultades, nos quitan la alegría, el animo, y parece que andamos como muertos por la vida, caminamos pero no en nuestro crecimiento personal. Somos creyentes tristes, desanimados o a veces negativos. Jesús nos dice a todos, como al muchacho que estaba muerto, “levántate”. Nos dice levántate, hermanos y hermanas, de tu vida que no parece vida, levántate cada día con positivismo y alegría, levántate a hacer cosas nuevas y creativas, levántate y sirve a los demás, pues si sigues en tu egoísmo y en tu “yoyo” te vas a morir de verdad.

Les invito, hermanos y hermanas, a que pongamos nuestra mirada, nuestra fe y nuestra esperanza en Cristo. Solo Él puede darnos vida en abundancia, y cuando nos separamos de él es como si anduviésemos por la vida como muertos. Tengamos la valentía de incorporarnos a la vida de Dios, sin importar los problemas que tengamos, sin importar del mal testimonio de nuestra familia o de los miembros de nuestra comunidad de fe, pues recordemos que todos fallamos a Dios y todos estamos luchando a nuestra forma por ser mejores, y aunque algunos parecieran que no lo están haciendo tengamos la certeza de que va llegar el tiempo en que Dios les confronte y empiecen a ser mejores.

Un abrazo, y ni el hambre, ni la desnudes, ni la cárcel, ni las penas de este mundo, podrán apartarnos del amor de Dios, que nos ha amado primero. No permitamos que estas cosas nos aparten de Dios.

Buen domingo.


Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

domingo, 2 de junio de 2013

Reflexión del 9no. Domingo del Tiempo Ordinario.

Sana al criado de un oficial romano. Lucas 7, 1-10.


Cuando Jesús terminó de hablar al pueblo, entro en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía a un criado a quien quería mucho, y estaba muy enfermo, apunto de morir. Oyó hablar de Jesús, y envió unos ancianos judíos para rogarle que viniera a sanar a su criado. Los enviados, acercándose a Jesús, le suplicaban con insistencia.

- Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo y ha sido él quien nos ha edificado la sinagoga.

Jesús los acompañó. Estaban ya cerca de la casa cuando el oficial romano envió unos amigos para que le dijeran:

- Señor no te molestes en venir. Yo no soy digno de que entres en mi casa, por eso no me he atrevido a presentarme personalmente a ti; pero basta una palabra tuya, para que mi criado quede sano. Porque yo, que no soy más que un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y si digo a uno de ellos: “ve”, él va; y a otro: “ven”, él viene; y a mi criado: “Haz esto”, él lo hace.

Al oír esto Jesús, quedo admirado y, dirigiéndose a la gente que lo seguía, dijo:

- Les digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.

Y cuando regresaron a casa, los enviados encontraron sano al criado.

“…una fe tan grande.”

Hola hermanos y hermanas, paz y bien.

El evangelio este domingo nos habla de la fe. La fe que es una virtud teologal, es decir, nos es dada por Dios por medio del bautismo, junto con la esperanza y la caridad. Nosotros usamos en el lenguaje ordinario: “creo que si”, refiriéndonos a una posibilidad, no a una certeza. Es como decir, “tal vez si o tal vez no”.

Pero la fe, es más que una posibilidad. Es la absoluta certeza en alguien o en algo. En nuestra vida ordinaria necesitamos fe para todo, por ejemplo para emprender algo nuevo, necesitamos fe en nosotros mismos, en las personas, en los acontecimientos para poder lograrlo. Sin fe no podemos hacer nada, cuando una persona dice: “no puedo”, no va a poder por más que trate, pues la fe también es una actitud y un estado mental de la persona y cuando esta es negativa, no puede realizar lo que se ha propuesto por no creer que puede hacerlo.

También nos pasa esto con las personas que nos rodean. Nunca hay que influir negativamente en los niños, en los jóvenes, cuando quieren emprender algo nuevo, diciéndoles que no van a poder, porque cuando sean adultos, serán personas inseguras, que no confían en si mismos, o personas negativas o faltas de autoestima. Al contrario, siempre hay que animarlos a que hagan cosas nuevas, que se aventuren y se lancen a realizar sus sueños, pues esto ayudará a que sean personas maduras, seguras de si mismas. Muchas personas viven hoy como un animal agazapado que tiene miedo de todo, como estancados en su vida por que no tienen el coraje y el arrojo de hacer algo nuevo por los demás y a la vez por si mismo, y esto por que les falta fe en si mismos o en los demás. No faltan, hermanos y hermanas, en los grupos de nuestra parroquias con actitud negativa y sin ganas de luchar o seguir, que siempre que se quiere emprender algo nuevo dicen: "es que no se va a poder", "no es posible".

Pero si esto de no tener fe en nosotros o en los demás es grave, no creerle a Dios o no creer en Dios es como estar muerto en vida. Hay muchos que dicen no creer en Dios, o si creen en Dios pero no en la Iglesia, o tienen una fe natural, es decir, creen en un ser que lo ha creado todo, un ser trascendente, absoluto, etc. Sin embargo todos los seres humanos tenemos que creer en algo o en alguien, pues sino no podemos subsistir. Necesitamos creer, para estar seguros, necesitamos tener puesta nuestra confianza en algo o alguien para poder vivir, por desgracia el ser humano moderno hace dioses de todo, del dinero, del placer, las posesiones, el poder, el ser importante. Pero estos son dioses vacíos, que no llenan por más que uno confíe en ellos; en cambio Dios, Jesús, el Espíritu de Amor es un Dios que llena por entero en la sencillez, en la humildad, en el amor a los demás, y entonces nos sentimos plenos, llenos.

Si hermanos y hermanas no nos engañemos pensando que en los dioses que hacemos encontramos la felicidad, la plenitud, la paz, solo en Dios que se da sin esperar nada a cambio es donde encontramos nuestra paz, nuestra felicidad, nuestra plenitud. Pero necesitamos creer en Él para que posamos realizar el amor en medio de este mundo que no quiere amar, que no quiere amor, y que no reconoce a Dios como el Único Bien que puede llenarnos, esto es, vivir la fe amando y dejándose amar con la esperanza de un nuevo cielo, algo así como dice el oficial romano del Evangelio, solo necesitamos “una palabra de Jesús”, y entonces nosotros y todos los hombres quedarán sanos del egoísmo, del materialismo, del poder, del placer desmedido, de la explotación esclavizante.

Pidamos en nuestra oración en este domingo que Dios aumente nuestra fe, primero en Él, que es la fuente, y después en nosotros, en los hermanos y en todas las cosas que vamos realizando en el camino de la vida. No tengamos miedo de creer, de confiar, de adherirnos a Dios, pues aunque los seres humanos esclavizamos o sometemos cuando creen o confían en nosotros, Dios es el único que no falla, es el único que se mantiene fiel, no esclaviza ni somete de forma humillante.

Pidamos que con “una sola palabra suya” nos sane de nuestra mala fe, de nuestra indiferencia, de nuestra desidia, de la negatividad. Y tengamos una fe activa, que se aventura a lo nuevo, que cree aún que todo se vea perdido. Pidamos esta “fe tan grande” como la del oficial romano, para que Jesús haga como dijo María, “cosas grandes por mi”.

“Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.