sábado, 19 de abril de 2014

Homilía de la RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses: 3, 1-5.


Por tanto, si han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios, piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos y su vida está escondida con Cristo en Dios.


Cuando se manifieste Cristo, que es vida de ustedes, entonces también ustedes aparecerán con él, llenos de gloria.

Por tanto hagan morir en ustedes todo lo terrenal: la inmoralidad sexual, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y la avaricia, que es una especie de idolatría.

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No podemos vivir como los ángeles, 
pero si como hijos resucitados.

¡Felices pascuas a todos! queridos hermanos y hermanas.

Hoy el Señor resucitó, de la muerte nos libró, por eso digamos ¡ALELUIA!. 

Este día, que se extiende en nuestro tiempo limitado hasta los 50 días, Jesucristo el Señor resucitó. Desde ayer en la Vigilia pascual todos los textos de la Biblia que escuchamos están relacionados con este gran acontecimiento de nuestra fe, desde tiempos antiguos los profetas, el pueblo de Dios, la gente común y corriente esperaban este acontecimiento. La creación, el hombre creado a imagen de Dios, el paso del mar rojo, los profetas, la venida de Jesús en la carne, su vida, su pasión y su muerte, todo tiene sentido por la RESURRECCIÓN DEL CRISTO.

Este acontecimiento, la misma persona de Jesús Resucitada, el mismo Dios que esta siempre con nosotros cambia todas las realidades, humanas, cósmicas y naturales. Pero en el plano humano ¿Cómo cambia al genero humano, como nos cambia personalmente? ¿Cómo podemos reconocer la Resurrección de nuestros ambientes, de nuestra propia persona?

Así como nos sentimos cuando tomamos un baño despues de un día ajetreado; así como como nos sentimos despues de tomar un cafecito despues de estar muy cansados; así como nos sentimos despues de pedir perdón a alguien a quien hemos ofendido y recibimos su perdón; así como nos sentimos despues de abrazar a una persona que no veíamos hace mucho o que no me cae o no le caigo tan bien; así como nos sentimos cuando alguien nos hace el bien o nosotros lo hacemos; así como nos sentimos cuando amamos a alguien aunque no nos corresponda del todo; así como nos sentimos despues de ayudar a alguien que nos necesita; así como nos sentimos cuando salimos de una enfermedad; así como nos sentimos cuando hacemos lo que nos toca responsablemente; algo así es la RESURRECCIÓN en nuestras vidas, cuando nos pasan todas estas cosas es como si resucitáramos, así que podemos volver a realizar estas cosas para sentirnos resucitados. 

Por eso nos dice san Pablo en esta segunda lectura de hoy, que nos apartemos de "la inmoralidad sexual, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y la avaricia, que es una especie de idolatría", pues solo apartándonos de esto podemos ser personas resucitadas. Pero estemos conscientes que san Pablo no nos pide vivir como ángeles, pero si como hijos resucitados, es decir, que resuciten de su mala vida, de los pecados que nos esclavizan, que resuciten a vivir más en el amor. Y si caemos en el camino recordemos que tenemos los sacramentos (la confesión en especial) para levantarnos y seguir el camino del amor, de la cruz con amor, del camino luminoso de Jesús.

Recordemos hermanos y hermanas, que la decisión para vivir como muertos o resucitados en esta vida o en la otra es de cada uno, si vivimos como resucitados desde ahora no podemos tener duda de que estaremos cara a cara con el Señor Resucitado. Tengamos la valentía de vivir como resucitados, como hijos de la luz y solo así anunciaremos la RESURRECCIÓN en nuestras vidas, más que con nuestras palabras, pues María Magdalena antes de haber anunciado la RESURRECCIÓN  a los apóstoles con sus palabras lo había hecho ya con su vida, convirtiendo su corazón, toda su vida a Jesucristo.

Con alegría les repito la bendición de San Francisco, que encontramos en el libro de los Números:

El Señor les bendiga y les guarde,
les muestre su rostro y tenga misericordia de ustedes,
les mire benignamente y les conceda su paz,
el Señor les bendiga a todos ustedes, hermanos y hermanas.


Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

domingo, 13 de abril de 2014

Homilía de DOMINGO DE RAMOS, DE LA PASIÓN DEL SEÑOR.

De la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2,6-11.
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
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Veamos en el espejo del crucificado, 
y de tantos crucificados de nuestro tiempo.


Hola a todos y a todas, que el Señor les de la paz.

Hoy celebramos con toda la Iglesia esparcida por todo el mundo el DOMINGO DE RAMOS en el que recordamos la entrada de Jesús a Jerusalen, aún sabiendo que le esperaba una muerte cruel. Jesús enfrenta esta dura realidad y va con toda determinación a Jerusalen. Podríamos aprender de Jesús, en este gesto, enfrentar nuestra realidad por más difícil o dura que parezca, no podemos escapar de nuestra realidad. Muchos jóvenes y no tan jóvenes encuentran en la droga o el alcohol, en el placer y el tener, en este mundo caduco el escape a esta realidad, tenemos que enfrentar con la ayuda de Jesús la realidad que a cada uno le ha tocado vivir.

Quiero proponerles esta reflexión del crucificado. Todos tenemos un espejíto o espejote en nuestro cuarto, en el baño en la casa, para ver si estamos bien peinados, bien arreglados (aunque en exceso puede ser dañino), lo que vemos en el espejo es la hermosura que somos cada uno, pero también las imperfecciones, las cosas que no nos gustan de nosotros mismos, cosas que quisiéramos cambiar. Jesús crucificado es el espejo de nuestro interior, el espejo de nuestra alma, el espejo con el podemos ver nuestra grandeza y nuestra bajeza, nuestra capacidad de hacer el bien, pero también para hacer el mal. Con este espejo, como el de nuestras casas, podemos ver que es lo que podemos mejorar en nuestra vida para ser mejores, para amar como Él (Jesús) ama.

De hecho Jesús en la Cruz, es espejo de la humanidad, pone al descubierto que es lo que el hombre hace con su hermano hombre. Pone al descubierto la mal, al diablo, cuando es levantado como aquella serpiente del desierto nos sana de nuestras heridas, con sus heridas vemos nuestras heridas para que las podamos sanar. Jesús es el espejo de nuestra vida como cristianos, como sus seguidores, si seguimos esta carta de san Pablo que leemos en la segunda lectura, renunciando a lo que somos, renunciando a las ansias de poder, de aparecer, cuando actuamos como Jesús como un hombre (mujer) cualquiera estamos viéndonos bien en este espejo.

Cuando nos vemos en el espejo del crucificado vemos nuestra propia debilidad, el potencial que tenemos para mejorar, pero necesitamos estar consientes que Jesús esconde nuestras imperfecciones, hace como que no ve, pero solo cuando reconocemos (nos arrepentimos) nuestros pecados. No podemos quedar curados, arreglados de estas heridas si no nos reconocemos humildemente pecadores ante el espejo la cruz del Señor.

Cuantos crucificados en nuestro tiempo que no queremos ver, cuantos hermanos que viven en el sufrimiento, en la pobreza y en la enfermedad que están abandonados, ¿abandonamos a Jesús así como sus apóstoles? ¿lo negamos como Pedro, en estos hermanos? ¿nos burlamos de los hermanos que no son como nosotros, que no piensan como nosotros? ¿crucificamos a los hermanos que no queremos muy bien, o que nos cae mal su forma de hablar, de denunciar?

Hermanos y hermanas, iniciemos con la vivencia de la SEMANA SANTA no con animo pesado, con tristeza, con sentimientos de culpa, sino con una actitud de agradecimiento a Dios por su amor, por su Hijo que nos salva, un fuerte sentido de esperanza en que por Jesús todos encontramos el sentido de nuestras vidas, la salida a los problemas cotidianos, la ayuda para seguir en el camino del Señor. Saquemos de nuestros corazones los sentimientos negativos, la envidia y vistámonos de los mismos sentimientos de Cristo, que aún en la cruz dice: "Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen".

Buena SEMANA, y no nos quedemos en el viernes santo, lleguemos hasta el sábado santo y al DOMINGO DE LA RESURRECCIÓN!!!

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.





lunes, 7 de abril de 2014

Homilía del 5to. Domingo de Cuaresma

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 8, 8-11.

Los que se dejan arrastrar por ellos (bajos instintos) no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por los bajos instintos, sino por el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes.

Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece. Pero si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo muera por el pecado, el espíritu vivirá por la justicia.Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en ustedes, el que resucitó a Cristo de la muerte dará vida a sus cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en ustedes.

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REANIMADOS POR EL ESPÍRITU DEL RESUCITADO.


Hola hermanos y hermanas, les deseo la paz del Señor Jesús en sus corazones.

Estamos terminando la cuaresma en este V domingo de cuaresma, y hoy todo habla de resurrección, de que Jesús es nuestra vida plena, de que solo con su Espíritu seremos reanimados por el que lo resucito al tercer día del sepulcro.

El Beato, casi santo el 27 de abril, Juan Pablo II en muchas ocasiones hablo de la cultura de la muerte en que vivimos, decía que esta cultura trataba de influir en nosotros hasta tal punto que hasta la muerte, la violencia, la maldad nos parecería normal. Yo creo que esta profecía de este Papa, tan querido por muchos de nosotros, ahora se ha cumplido; todo nos parece tan normal: el pecado, la maldad, la corrupción, la violencia, la guerra, los chismes, las divisiones en las Iglesias, hablar mal de alguien, todo es normal en este mundo que tiene como estandarte la cultura de muerte. Incluso nosotros los cristianos-católicos empezamos la cuaresma con mucho animo y no terminamos con la celebración de la resurrección, nos quedamos en la muerte y no pasamos a la resurrección de Jesús. Nuestro Dios esta vivo, nos ayuda, llora con nosotros (es lo que dice el Evangelio de la resurrección de Lázaro: Jesús se conmovió y lloro), que se alegra con nosotros, que esta cercano a nosotros y esta vivo, aun en viernes santo.

Si queridos hermanos y hermanas, tenemos que desterrar esta cultura de muerte aún de nuestros ambientes religiosos, aún de nuestra Iglesia, es lo que el Papa Francisco llama "la mundanalidad", y lo tenemos que hacer, para que habite en nosotros el Espíritu de Cristo. Solo así podremos contrarrestar esta cultura de muerte con una cultura de vida, de amor, de libertad, pues la cultura de Jesús es esta, una cultura que libera al ser humano, que lo dignifica, que le da vida plena.

Muchas veces por nuestro pecado comunitario o personal, vivimos en el espíritu de los bajos instintos, como dice san Pablo, vivimos como muertos como Lázaro. Pero Jesús nos viene a liberar de esto, el nos desata como le dice a Lázaro, nos libera con su paciencia, con su amor. El Espíritu de Cristo que habita en nosotros desde el bautismo es nuestra fuerza para desterrar el desanimo, producto del pecado. Jesús nos reanima, nos resucita, pero tenemos que estar en la misma sintonía de Él, abrirnos para seguirlo en los Evangelios, abrir nuestro ser para encontrarnos con el en la oración y en los hermanos.

En lo personal no me gusta ver a una persona que yace en su lecho de muerte, pues me gusta recordarla como fue en vida, pero algunas veces lo he hecho y en esas pocas veces he visto que estas personas tienen una serenidad en el rostro, una paz, una tranquilidad, incluso algunas pareciera que sonríen. ¿Porque no pasa esto con nosotros, ahora que aún vivimos? pareciera que estamos más muertos que los muertos.

Dejemos, queridos hermanos y hermanas, que esta conmemoración del Señor que se acerca en la semana santa no ayude a tener una actitud de agradecimiento  y alegría por lo que hizo, hace y seguirá haciendo nuestro Dios en favor de nosotros, que no sea una semana pesada, llena de tristeza, de pena, sino todo lo contrario, llena de agradecimiento por su gran amor por nosotros. Tenemos ya su Espíritu que nos reanima cada día, confiemos en que Él nos ha ganado la resurrección, muramos con Él para resucitar con Él.

¡¡Buena semana!!, 
aún hay tiempo para reconciliarnos con Dios, con nuestros hermanos y con la creación.

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

martes, 1 de abril de 2014

CEGUERA DE SALOMÉ ARRICIBITA

No hay peor ceguera que el que no quiere ver.

Homilía del 4to. Domingo de Cuaresma.

JUAN 9, 1-41

Al pasar vio Jesús un hombre ciego de nacimiento. Le preguntaron sus discípulos:

- Maestro, ¿quién había pecado, él o sus padres, para que naciera ciego?

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CAMINOS HACIA LA FE.

El relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente "La curación del ciego de nacimiento", pero es mucho más, pues el evangelista nos describe el recorrido interior que va haciendo un hombre perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del mundo».

No conocemos su nombre. Sólo sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento, que pide limosna en las afueras del templo. No conoce la luz. No la ha visto nunca. No puede caminar ni orientarse por sí mismo. Su vida transcurre en tinieblas. Nunca podrá conocer una vida digna.

Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.

Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que sólo lo reconocen como hombre.

Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. El les habla de su experiencia: «sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús y él les dice lo que siente: «que es un profeta». Lo que ha recibido de Él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.

Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.

Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, sólo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del Hombre?» ¿Crees en el Hombre Nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser expresión y encarnación del misterio insondable de Dios? El mendigo está dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»

Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es». Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le dice: «Creo, Señor». Sólo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él, vamos caminando hacia una fe más plena y también más humilde.

José Antonio Pagola