domingo, 13 de abril de 2014

Homilía de DOMINGO DE RAMOS, DE LA PASIÓN DEL SEÑOR.

De la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2,6-11.
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
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Veamos en el espejo del crucificado, 
y de tantos crucificados de nuestro tiempo.


Hola a todos y a todas, que el Señor les de la paz.

Hoy celebramos con toda la Iglesia esparcida por todo el mundo el DOMINGO DE RAMOS en el que recordamos la entrada de Jesús a Jerusalen, aún sabiendo que le esperaba una muerte cruel. Jesús enfrenta esta dura realidad y va con toda determinación a Jerusalen. Podríamos aprender de Jesús, en este gesto, enfrentar nuestra realidad por más difícil o dura que parezca, no podemos escapar de nuestra realidad. Muchos jóvenes y no tan jóvenes encuentran en la droga o el alcohol, en el placer y el tener, en este mundo caduco el escape a esta realidad, tenemos que enfrentar con la ayuda de Jesús la realidad que a cada uno le ha tocado vivir.

Quiero proponerles esta reflexión del crucificado. Todos tenemos un espejíto o espejote en nuestro cuarto, en el baño en la casa, para ver si estamos bien peinados, bien arreglados (aunque en exceso puede ser dañino), lo que vemos en el espejo es la hermosura que somos cada uno, pero también las imperfecciones, las cosas que no nos gustan de nosotros mismos, cosas que quisiéramos cambiar. Jesús crucificado es el espejo de nuestro interior, el espejo de nuestra alma, el espejo con el podemos ver nuestra grandeza y nuestra bajeza, nuestra capacidad de hacer el bien, pero también para hacer el mal. Con este espejo, como el de nuestras casas, podemos ver que es lo que podemos mejorar en nuestra vida para ser mejores, para amar como Él (Jesús) ama.

De hecho Jesús en la Cruz, es espejo de la humanidad, pone al descubierto que es lo que el hombre hace con su hermano hombre. Pone al descubierto la mal, al diablo, cuando es levantado como aquella serpiente del desierto nos sana de nuestras heridas, con sus heridas vemos nuestras heridas para que las podamos sanar. Jesús es el espejo de nuestra vida como cristianos, como sus seguidores, si seguimos esta carta de san Pablo que leemos en la segunda lectura, renunciando a lo que somos, renunciando a las ansias de poder, de aparecer, cuando actuamos como Jesús como un hombre (mujer) cualquiera estamos viéndonos bien en este espejo.

Cuando nos vemos en el espejo del crucificado vemos nuestra propia debilidad, el potencial que tenemos para mejorar, pero necesitamos estar consientes que Jesús esconde nuestras imperfecciones, hace como que no ve, pero solo cuando reconocemos (nos arrepentimos) nuestros pecados. No podemos quedar curados, arreglados de estas heridas si no nos reconocemos humildemente pecadores ante el espejo la cruz del Señor.

Cuantos crucificados en nuestro tiempo que no queremos ver, cuantos hermanos que viven en el sufrimiento, en la pobreza y en la enfermedad que están abandonados, ¿abandonamos a Jesús así como sus apóstoles? ¿lo negamos como Pedro, en estos hermanos? ¿nos burlamos de los hermanos que no son como nosotros, que no piensan como nosotros? ¿crucificamos a los hermanos que no queremos muy bien, o que nos cae mal su forma de hablar, de denunciar?

Hermanos y hermanas, iniciemos con la vivencia de la SEMANA SANTA no con animo pesado, con tristeza, con sentimientos de culpa, sino con una actitud de agradecimiento a Dios por su amor, por su Hijo que nos salva, un fuerte sentido de esperanza en que por Jesús todos encontramos el sentido de nuestras vidas, la salida a los problemas cotidianos, la ayuda para seguir en el camino del Señor. Saquemos de nuestros corazones los sentimientos negativos, la envidia y vistámonos de los mismos sentimientos de Cristo, que aún en la cruz dice: "Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen".

Buena SEMANA, y no nos quedemos en el viernes santo, lleguemos hasta el sábado santo y al DOMINGO DE LA RESURRECCIÓN!!!

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.





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