sábado, 20 de febrero de 2016

Homilía -¿ERES UN CRISTIANO ILUMINADO?- II Domingo de Cuaresma.

De la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (3,17–4,1

Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

¿ERES UN CRISTIANO ILUMINADO O TE CREES LA LUZ?

Paz y bien hermanos y hermanas. Hoy en el segundo domingo de cuaresma Jesús nos hace reflexionar en su Palabra que el es la Luz que ilumina nuestras vidas y que a su vez cada uno puede ser iluminado por la Luz de Jesús cuando anunciamos esta realidad a los demás.

Pero la gran tentación es creerse la Luz o creer que uno tiene luz propia, pero lo cierto es que si somos como las estrellas del cielo, pues somos descendencia de Abraham -según la primera lectura- y las estrellas no tienen luz propia, no iluminan por si solas, es gracias al sol que iluminan o parece que brillan. Somos iluminados por la LUZ-JESÚS y como las estrellas resplandece en nosotros su luz. Un cristiano que se siente iluminado es generoso por encima de leyes, no necesita de reflectores mundanos, no necesita ser el centro de atención, no necesita pelear para obtener el poder, recordemos que estas tentaciones las tuvo Jesús y las tenemos cada uno, era el tema del domingo pasado.

Cuantas veces somos torpes y nos creemos las luz, anunciamos leyes, doctrinas, queremos una perfección en nuestra Iglesia, pero la ley de Dios es el amor, la doctrina tiene un nombre, JESÚS y la perfección se encuentra amando y siendo feliz con la compañía de Jesús. Un cristiano que se siente iluminado por Jesús no solo quiere estar así siempre, sino que quiere que otros sean iluminados.

Por eso es importante lo que dice san Pablo, el ejemplo o el testimonio es resplandor que irradiaba Jesús, no solo en la Transfiguración sino en toda su vida, y es lo que se debe notar en nosotros, dejarnos iluminar por Jesús implica que de repente no nos guste que se iluminen los más secretos íntimos, los pecados más recónditos o que nos avergüenzan, pero tenemos que pasar por esto para llegar a una verdadera conversión, como estamos llamados en esta cuaresma. No tengamos miedo de dejarnos iluminar por Jesús, pues es el único camino para ser un buen misionero, que ilumina con la Luz de Jesús las vidas de los demás. Aún que haya oscuridad: digamos como el salmista "el Señor es mi Luz y mi salvación!

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.