jueves, 29 de marzo de 2012

Reflexión de S. Pio de Pietrelcina

Estimados amigos de Padre Pío,

¡Dios les dé fortaleza y paz en este tiempo de conversión! Durante esta Cuaresma queremos arrepentirnos de nuestros pecados y convertirnos a Dios. Es decir, tenemos buenos propósitos. Pero para muchos de nosotros la Cuaresma no hace más que mostrarnos nuestra debilidades y engendrar más culpa en nosotros cuando no cumplimos los grandes propósitos que nos hemos prometidos a Dios y a nosotros mismos. Dios nos tiene compasión pero nosotros mismos nos regañamos y sentimos frustración y culpa. De hecho, sin la compasión que aprendemos de Jesús hacia nosotros nuestras penitencias cuaresmales pueden ser nada más que un ejercicio en egoísmo dado que nuestro enfoque interior se mantiene ni a Dios ni el bien del prójimo sino a nosotros mismos.
Pero no todo es oscuro. En medio de la noche de nuestras inhabilidades nos queda un deseo de ser mejor. Este deseo se queda frustrado pero está presente como un dolor y a la vez como una luz al corazón puro y sincero. Para entender mejor el sentido de este dolor del alma leamos el consejo de Padre Pío a su dirigida, María Gargani en el 9 de abril de 1918:

Confianza y amor, hijita mía, confianza y amor en la bondad de nuestro Dios. Tú sufres, pero anímate, que tu sufrimiento es con Jesús y por Jesús; y no es un castigo sino una prueba para tu salvación. Convéncete, pues; yo te lo aseguro de aparte del Señor: en tus dolores está Jesús, y además en el centro de tu corazón; tú no estás separada ni lejos del amor de este Dios tan bueno. Experimentas en ti la delicia del pensamiento de Dios, pero sufres aún al estar lejos de poseerlo plenamente y al verlo ofendido por las criaturas desagradecidas. Pero no puede ser de otro modo, hijita mía; quien ama, sufre; es la norma constante para el alma que peregrina en esta tierra; el amor no plenamente satisfecho es un tormento, pero tormento dulcísimo. Tú lo experimentas.
Continúa sin temor, hijita mía, envolviéndote en este misterio de amor y de dolor al mismo tiempo, hasta que le plazca a Jesús. Este estado es siempre temporal; vendrá la divina consolación completa, irresistible. En este estado de aflicción, continúa, mi buena hijita, rezando por todos, sobre todo por los pecadores, para reparar tantas ofensas como se hacen al divino Corazón
Me parece que tú un día te ofreciste víctima por los pecadores; Jesús escuchó tu plegaria, aceptó tu ofenda. Jesús te ha dado la gracia de soportar el sacrificio. Pues bien, ¡adelante todavía un poco más!; la recompensa no está lejos.

Notamos como Padre Pío se muestra compasivo y sensible a la situación de María. Lo hace porque él mismo ha experimentado este dolor y sabe su significado. Lo que él ha aprendido del Espíritu Santo comparte con ella y con nosotros.
Lo importante en sus consejos son dos cosas: primero, él nota que el corazón de María está en su profundidad dirigido a Dios y no a sí misma. Su intención de estar con Jesús es sincera. Segundo, el amor no completado es sumamente doloroso. Esto da un significado purificador al dolor de María. Su dolor no es a causa de un mal que ha hecho; no es resultado de un corazón dividido por el pecado. Más bien es el resultado de su inhabilidad de amar a la profundidad a la cual le llama el anhelo del Espíritu Santo dentro de ella.
¡Adelante hermanos! El Señor nos llama a amarlo con todo nuestro ser con todo el dolor que esto nos implique porque nuestra herencia es nada menos que nuestra santificación completa, es decir, la vida eterna. 

Dios los bendiga a cada uno,

Fray Guillermo Trauba, OFM Cap.

Reflexión del Domingo de Ramos.

(pinchar cita para leer evangelio)


IDENTIFICADO CON LAS VÍCTIMAS


Ni el poder de Roma ni las autoridades del Templo pudieron soportar la novedad de Jesús. Su manera de entender y de vivir a Dios era peligrosa. No defendía el imperio de Tiberio, llamaba a todos a buscar el reino de Dios y su justicia. No le importaba romper la ley del sábado ni las tradiciones religiosas, solo le preocupaba aliviar el sufrimiento de las gentes enfermas y desnutridas de Galilea.

No se lo perdonaron. Se identificaba demasiado con las víctimas inocentes del imperio y con los olvidados por la religión del templo. Ejecutado sin piedad en una cruz, en él se nos revela ahora Dios, identificado para siempre con todas las víctimas inocentes de la historia. Al grito de todos ellos se une ahora el grito de dolor del mismo Dios.

En ese rostro desfigurado del Crucificado se nos revela un Dios sorprendente, que rompe nuestras imágenes convencionales de Dios y pone en cuestión toda práctica religiosa que pretenda dar culto a Dios olvidando el drama de un mundo donde se sigue crucificando a los más débiles e indefensos.

Si Dios ha muerto identificado con las víctimas, su crucifixión se convierte en un desafío inquietante para los seguidores de Jesús. No podemos separar a Dios del sufrimiento de los inocentes. No podemos adorar al Crucificado y vivir de espaldas al sufrimiento de tantos seres humanos destruidos por el hambre, las guerras o la miseria.

Dios nos sigue interpelando desde los crucificados de nuestros días. No nos está permitido seguir viviendo como espectadores de ese sufrimiento inmenso alimentando una ingenua ilusión de inocencia. Nos hemos de rebelar contra esa cultura del olvido, que nos permite aislarnos de los crucificados desplazando el sufrimiento injusto que hay en el mundo hacia una "lejanía" donde desaparece todo clamor, gemido o llanto.

No nos podemos encerrar en nuestra "sociedad del bienestar", ignorando a esa otra "sociedad del malestar" en la que millones de seres humanos nacen solo para extinguirse a los pocos años de una vida que solo ha sido muerte. No es humano ni cristiano instalarnos en la seguridad olvidando a quienes solo conocen una vida insegura y amenazada.

Cuando los cristianos levantamos nuestros ojos hasta el rostro del Crucificado, contemplamos el amor insondable de Dios, entregado hasta la muerte por nuestra salvación. Si lo miramos más detenidamente, pronto descubrimos en ese rostro el de tantos otros crucificados que, lejos o cerca de nosotros, están reclamando nuestro amor solidario y compasivo.


José Antonio Pagola

miércoles, 21 de marzo de 2012

Reflexión del 4to.Domingo de Cuaresma.

No mandó a su hijo para condenar al mundo, sino para que se salve 

SALVARSE NO ES EVITAR LA CONDENACIÓN
        
CONTEXTO

Hoy es imprescindible tener en cuenta el contexto del evangelio que leemos. Estamos en el capítulo 3º de Juan. Este evangelio está estructurado según un esquema teológico. Cada capítulo es un tema que tiene identidad por sí mismo. Es muy interesante el paralelismo asombroso que tienen los 21 capítulos, con las cartas del tarot. Este esoterismo es precisamente una de las claves para descubrir toda su profundidad.
        
El punto de partida del discurso que Juan pone en boca de Jesús, es el diálogo con Nicodemo, que empieza sin que le haya preguntado nada:
“Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”.
Nicodemo le responde: “Eso es imposible”.
Pero Jesús insiste: “El que no nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu”.
Nicodemo insiste: ¿Cómo puede ser eso?
Y comienza el discurso cuyo final acabamos de leer.

El domingo pasado, Jesús arremetió contra el culto que se desarrollaba en el templo. Hoy arremete contra la manera de interpretar la Ley que tienen los fariseos. En ambos casos se trata de instituciones antiguas vacías de contenido que hay que sustituir. No se trata de una nueva interpretación, (es lo que busca Nicodemo) sino de algo completamente distinto: hay que nacer de nuevo.

No debemos pensar en discursos pronunciados por Jesús. Juan pone en boca de Jesús una cristología propia de finales del siglo I.

EXPLICACIÓN

Lo mismo que Moisés levantó la serpiente” No podemos entender una comparación si no comprendemos los dos términos de la misma. Lo que hizo Moisés es recordar en un momento de verdadero apuro, al dios egipcio Ranenutet (representado por una serpiente). A los que habían construido un becerro de oro a sus espaldas, no dudó en hacerles beber el metal fundido. Ahora es el mismo Dios el que le manda construir la imagen de otro dios.

Para entender la comparación con la cruz, es imprescindible saber que el dios egipcio era a la vez veneno y antídoto; muerte y vida; opresión y salvación. Al ser crucificado, Jesús representa a la vez, la muerte y la vida, la humillación y la exaltación.

Al decir “levantado”, va mucho más allá de una alusión a la figura de la serpiente. La cruz es la manifestación suprema del amor y la lealtad de Dios. Es el momento de la exaltación definitiva de Jesús. En el hombre levantado se manifiesta la verdadera Vida. Jesús ha llegado a lo más alto; se ha identificado con Dios.

Para que todo el que lo haga objeto de su adhesión (crea), tenga Vida definitiva. "Vida definitiva" Denota la calidad de vida propia del estadio final y definitivo. Traducir por "Eterna", empobrece el significado, por insistir solo en la duración y no en la calidad. La consecuencia de “ser levantado en alto”, es dar plenitud de Vida. El Espíritu que nos comunicará, será la verdadera fuente de Vida para todos los que le acepten.

“Demostró Dios su amor al mundo" El amor se hizo visible en un acto. No se dirige solo a los cristianos, sino al mundo. Jesús es el don de Dios a la humanidad. "Dar a su Hijo" no se refiere, aquí, únicamente a la encarnación, sino a la crucifixión.

Porque no envió Dios el Hijo al mundo para que de sentencia contra el mundo, sino para que el mundo se salve por él”. Para Juan, Jesús es enviado al mundo, Para los sinópticos, a Israel. La salvación está destinada a todos. No solo al pueblo elegido, sino a todas las naciones. Se acabaron los privilegios. La Vida del Espíritu se ofrece a todos. Quién no obtenga esa Vida, será porque rechaza su oferta, negando su adhesión a Jesús.
        
El que le presta adhesión no está sujeto a sentencia; el que se niega a prestársela ya tiene la sentencia. No hay lugar para la indiferen­cia. O se presta adhesión o se niega esa adhesión. O se nace del espíritu o se permanece en la carne.

Es este un dato importantísimo para entender la manera de actuar (no actuar) de Dios. Tanto la sentencia negativa como la positiva, no es consecuencia de un acto externo de Dios. Es el resultado de una actitud permanente identificada con el mismo acto de adhesión.

Bien entendido este versículo, cambiaría todo el modo de entender la moral. Desde la visión farisaica (y la nuestra), Dios juzgaba a los hombres después de examinar sus acciones. Si eran conforme a la Ley, los salvaba; si eran contrarias a la Ley, los condenaba. La justicia de Dios sería el trasunto de la justicia humana.

Juan nos dice que Dios es justicia; pero en Él, la justicia es una realidad permanente. Todo está en su sitio en cada instante. Cada actitud, cada acto del hombre, lleva incorporada la justicia.
        
Los hombres han preferido las tinieblas a la luz. "Su modo de obrar" Denota el proceder habitual, no un acto puntual.  

En el prólogo se nos había dicho: "y la Vida era la luz de los hombres". No es la luz la que da Vida (como maestro), sino al revés, es la Vida la que te iluminará. Sin Vida no se puede aceptar la luz. La falta de Vida lleva consigo el rechazo de la luz.

Mantener una relación con Dios desde la Ley, desde lo externo, sin Vida, es mantener la relación de injusticia en que están los dirigentes religiosos. El que oprime al hombre no puede aceptar la luz. La adhesión a Jesús, exige salir de la situación de opresión.

El que obra con bajeza...  El que practica la lealtad. "Obra con bajeza (practicar lo malo), se opone a “practicar la lealtad”. "Hacer la verdad" es un semitismo que utiliza Juan, y lo opuesto es "hacer la falsedad".

El que es cómplice de la muerte, no aguanta la Vida. La considera como una agresión. No se eligen las tinieblas por el valor que puedan tener en sí, sino por odio a la luz. No son las doctrinas (luz) las que separan de Dios, sino las conduc­tas (Vida).

Quien con su modo de obrar daña al hombre, se opone al amor-vida. Rechazando la luz, cree poder continuar haciendo el mal sin ser descubierto.

"Practicar la lealtad" equivale a hacer lo que es bueno para el hombre. Al emplear "lealtad" nos está diciendo que el amor no es algo teórico, sino práctico. Una vez más la Vida es anterior a la luz. "Y así". El acercamiento a la luz, se hace por amor a la luz, no para que se vean las  obras.

"Realizadas en unión con Dios". No obras hechas según Dios quiere, sino algo más. Obras en las que, con la actividad del hombre, se ve la de Dios revelando en ellas su gloria-amor.

Creer va unido a las obras buenas. La incredulidad acompaña a las obras malas. Jesús evidencia lo que es un hombre.
        
APLICACIÓN

En el trozo del discurso que acabamos de analizar nos encontramos con los aspectos más originales de la salvación ofrecida por Jesús:

1) La salvación es Vida.
2) Viene de Dios.
3) Es fruto del amor de Dios.
4) No es una alternativa a la condenación.
5) Exige la adhesión a Jesús.
6) Se manifiesta en las obras.

Cada uno de estos puntos nos tendría que advertir de los errores en que caemos a la hora de hablar de esa salvación que Jesús nos ofrece. “Por pura gracia estáis salvados”.

Hablar de salvación, es plantearse el sentido último de la vida humana. Sería desplegar las más elevadas posibilidades humanas.

El término “salvación” tiene connotaciones negativas, y eso es muy peligroso a la hora de entender lo que dice el evangelio. El médico salva una vida cuando está a punto de perderse. El pensar en la salvación en términos negativos nos ha paralizado en nuestro desarrollo. Nos hemos creído que, si elimino el pecado, estoy salvado. Salvarse no es evitar la condenación. La salvación por parte de Dios tiene una connotación positiva. Salvarse sería llevarnos a una plenitud de ser, más allá de las mismas posibilidades naturales de la persona.

La salvación no es algo que me venga de fuera. La salvación surge de lo más hondo de mi ser. Desde ahí, Dios con su presencia posibilita mi plenitud. Hay que tener muy claro, que me salva totalmente Dios y me salvo totalmente yo. La acción de Dios y la del hombre, ni se suman ni se restan ni se interfieren, porque son de naturaleza distinta. "Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti". Todo lo que depende de Dios para mi salvación ya está hecho. Por tanto, mi salvación, aquí y ahora, depende de mí.

La conciencia que tenemos de que Dios puede no salvarme, es consecuen­cia de que esperamos de Dios una salvación equivocada. Queremos que Dios nos libere de nuestras limitaciones, es decir que nos quite el sufrimiento, el dolor, la enfermedad, la muerte. Todo eso forma parte de nuestra condición de criaturas y es inherente a nuestro ser. Ni Dios puede hacer que sigamos siendo criaturas, y sin limitacio­nes. Buscar la salvación por ese camino, es un error garrafal. La salvación que Dios nos da, tiene que realizarse mientras seguimos siendo criaturas, y por tanto, a pesar de nuestras limitaciones.
        
La salvación no es cambiar lo que soy ni añadir nada a lo que ya soy. Es una toma de conciencia de lo que en realidad soy, y vivir en esa conciencia. Es descubrir el tesoro que está escondido dentro de mí y disfrutar de él. “La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo”. Se trata de “conocer”.




Meditación-contemplación


Hay que nacer de nuevo.
Toda la enseñanza de Jesús está resumida en esta breve frase.
Somos fruto de la evolución de la carne,
y tenemos que dar el paso hacia el espíritu.
…………

Yo no he nacido como ser espiritual.
Tengo la capacidad de llegar a serlo,
pero debo desplegar esa capacidad que se me ha dado.
Si no la despliego, me quedaré en la carne.
………..

Nacer de nuevo es desplegar la verdadera VIDA.
La Vida se potencia en la medida que trasciendo la materia.
Pablo nos dice que incorporarse a Cristo,
es incorporarse a su muerte, para vivir resucitados.
………..

Fray Marcos 

jueves, 8 de marzo de 2012

Reflexión del 3er. Domingo de Cuaresma.

“Ya no habrá comerciantes en la casa del Señor, en aquel día”.

UNA RELACIÓN DE AMOR, NO COMERCIAL

INTRODUCCIÓN

En las tres primeras lecturas de los domingos que llevamos de cuaresma, se nos ha hablado de pacto. Después de la alianza con Noe (Dom. 1) y con Abraham (Dom. 2), se nos narra hoy la tercera alianza, la del Sinaí. La alianza con Noe, fue la alianza cósmica del miedo. La de Abrahán fue la familiar de la promesa. La de Moisés fue la nacional de la Ley.

¿Cómo debemos entender hoy estos relatos? Noe, Abrahán y Moisés, son personajes legendarios. La historia “sagrada” que narra la vida y milagros de estos personajes empezó a escribirse hacia el siglo IX antes de Cristo. Son míticas leyendas que no debemos entender al pie de la letra. Se trata de experiencias vitales que responden a las categorías religiosas de cada época.

Hoy nadie, en su sano juicio, puede pensar que Dios le dio a Moisés unas tablas de piedra con los diez mandamientos. No fue Dios quien utilizó a Moisés para comunicar su Ley, sino Moisés el que utilizó a Dios para hacer cumplir unas normas que él consideró imprescindibles para la construcción y supervivencia del un pueblo.
        
Dios no puede hacer pactos con nadie porque no puede ser “parte”. Una cosa es la experiencia de Dios que los hombres tienen según su nivel cultural, y otra muy distinta lo que Dios es. Jesús nos habló del Dios de la “alianza eterna”.

Dios actúa de una manera unilateral y desde el amor, no desde un ‘toma y daca’ con los hombres. Dios se da totalmente sin condiciones ni requisitos, porque el darse (el amor) es su esencia. En el Dios de Jesús no tienen cabida los pactos ni las alianzas. Lo único que espera de nosotros es que descubramos la presencia de ese amor total identificado con nuestro propio ser, y actuemos con los demás como Él actúa con nosotros.

EXPLICACIÓN DEL EVANGELIO

El nombre de “purificación del templo” no es adecuado, porque no se trata de purificar, sino de sustituir. El pasaje del templo lo hemos entendido de una manera demasiado simplista. Una vez más la exégesis viene en nuestra ayuda para descubrir el significado profundo del relato.

Como buen judío, Jesús desarro­lló su vida espiritual en torno al templo; pero su fidelidad a Dios le hizo comprender que lo que allí se cocía no era lo que Dios esperaba de los seres humanos. Es muy importante recordar que cuando se escribió este evangelio, ni existía ya el templo ni la casta sacerdotal tenía ninguna influencia en el judaísmo. Pero el cristianismo se había convertido ya en una religión y podía caer en la tentación de repetir aquella manera de dar culto a Dios.
        
Es casi seguro que algo parecido a lo que nos cuentan, sucediera realmente, porque el relato cumple perfecta­mente los criterios de historici­dad. Por una parte lo narran los cuatro evangelios. Por otra es algo que podía interpretarse por los primeros cristianos (todos judíos) como desdoro de la persona de Jesús: no es fácil que nadie se lo pudiera inventar si no hubiera ocurrido y no hubiera estado en las fuentes.
        
Nos han repetido, por activa y por pasiva, que lo que hizo Jesús en el templo fue purificarlo de una actividad de compraventa ilegal y abusiva. Según esa versión, Jesús lo que intenta es que al templo se vaya a rezar y no a comprar y vender.

Esto no tiene fundamento alguno, puesto que lo que estaban haciendo allí los vendedores y cambistas, era completa­mente imprescindible para el desarrollo de la actividad del templo. Se vendían bueyes ovejas y palomas, que eran la base de los sacrifi­cios que se ofrecían en el templo. Los animales vendidos en el templo para sacrificarlos estaban controlados por los sacerdotes; de esa manera se garantizaba que cumplían todos los requisitos de legalidad.

También eran imprescindibles los cambistas, porque al templo solo se le podía ofrecer dinero puro, es decir, acuñado por el templo. En la fiesta de Pascua, llegaban a Jerusalén israelitas de todo el mundo, a la hora de hacer la ofrenda no tenían más remedio que cambiar su dinero romano o griego por el del templo.
        
Jesús quiso manifestar con un acto profético, que aquella manera de dar culto a Dios, no era la correcta. Imaginad que una persona entra en la sacristía de una iglesia, se apropia del vino y las formas e impide que se diga la misa. No se le juzgaría por apoderarse de unos gramos de pan y una mínima cantidad de vino, sino por impedir la celebración de la eucaristía.

No podemos pensar en una acción espectacular. En esos días de fiesta podía haber en el atrio del templo ocho o diez mil personas. Es impensable que un sólo hombre con unas cuerdas pudiera arrojar del templo a tanta gente. Además, el templo tenía su propia guardia, que se encargaba de mantener el orden.

Por si esto fuera poco, en una esquina del templo se levantaba la torre Antonia, con una guarnición romana. Los levantamientos contra Roma tenían lugar siempre durante las fiestas. Eran momentos de alerta máxima para las autoridades romanas. Cualquier desorden hubiera sido sofocado en unos minutos.
        
Los textos que citan los evangelistas son la clave para interpretar el hecho. Debemos tener claro que la Biblia no estaba dividida en capítulos y en versículos como ahora. Era una escritura continua que ni siquiera separaba las palabras unas de otras. Para citar la Biblia se recordaba una frase y con ella se hacía alusión a todo el contexto.

Los sinópticos ponen en labios de Jesús una cita de (Is 56,7) "mi casa será casa de oración para todos los pueblos"; y otra de (Jer 7,11) "pero vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos".

El texto de Isaías hace referencia a los extranjeros y a los eunucos que estaban excluidos del templo, y dice: “yo los traeré a mi monte santo y los alegraré en mi casa de oración. Sus sacrificios y holocaus­tos serán gratos sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos."

Isaías está diciendo, que en los tiempos mesiánicos, los eunucos y los extranjeros podrán dar culto a Dios. Ahora no podían pasar del patio de los gentiles.
        
El texto de Jeremías (Jer 7,8-11) dice así: "No podéis robar, matar, adulterar, jurar en falso, incensar a Baal, correr tras otros dioses y luego venir a presentaros ante mí, en este templo consagrado a mi nombre, diciendo: ‘Estamos seguros’ y seguir cometiendo los mismos crímenes. ¿Acaso tenéis este templo por una cueva de bandidos?”

Los bandidos no son los que venden palomas y ovejas, sino los que hacen las ofrendas sin una actitud mínima de conversión. Son bandidos, no por ir a rezar, sino porque solo buscaban seguridad. Lo que Jesús critica es que con los sacrificios se intente comprar a Dios.    
Juan va por otro camino y cita un texto de Zacarías (14,20) "En aquel día se leerá en los cascabeles de los caballos: "consagrado a Yahvé", y serán las ollas de la casa del Yahvé como copas de aspersión delante del altar; y toda olla de Jerusalén y de Judá estará consagrada a Yahvé y los que vengan a ofrecer comerán de ellas y en ellas cocerán; y ya no habrá comerciante en la casa de Yahvé en aquel día".

Esa inscripción "consagrado a Yahvé" la llevaban los cascabeles de las sandalias de los sacerdotes y las ollas donde se cocía la carne consagrada. Quiere decir que en los tiempos mesiánicos, no habrá distinción entre cosas sagradas y cosas profanas, Dios lo inundará todo y todo será sagrado, es decir, ordenado al Señor.

Las personas no serán santas porque vengan a rezar al templo, su santidad se hará presente en la vida ordinaria. En el Apocalipsis (Ap. 21.22) se dice: "No vi santuario en la ciudad, pues el Señor todopoderoso y el Cordero, eran su santuario."
        
Los vendedores interpelados (los judíos) le exigen un prodigio que avale su misión. No reconocen a Jesús ningún derecho para actuar así. Ellos son los dueños y Jesús un rival que se ha entrometido. Ellos están acreditados por la institución misma, quieren saber quién le acredita a él. No les interesa la verdad de la denuncia, sino la legalidad de la situación, que les favorece. Pero Jesús les hace ver que sus credenciales han caducado. Las credenciales de Jesús serán ‘hacer presente la gloria de Dios a través de su amor’.

Suprimid este santuario y en tres días lo levantaré. Aquí encontramos la razón por la que leemos el texto de Juan y no el de Marcos. Esta alusión a su resurrección da sentido al texto en medio de la cuaresma. Le piden una señal y él contesta haciendo alusión a su muerte.

Su muerte hará de él el santuario único y definitivo. Una de las razones para matarlo, será que se ha convertido en un peligro para el templo. Es interesante descubrir que, para Juan, el fin de los templos está ligado a la muerte de Jesús.
        
APLICACIÓN

La aplicación a nuestra vida del mensaje del evangelio de hoy, podría tener consecuencias espectaculares en nuestra relación con Dios.

Si dejásemos de creer en un Dios ‘que está en el cielo’, no le iríamos a buscar en la iglesia (edificio), donde nos encontramos tan a gusto.

Si de verdad creyésemos en un Dios que está presente en todas y cada una de sus criaturas, trataríamos a todas con el mismo cuidado y cariño que si fuera Él mismo.

Nos seguimos refugiando en lo sagrado, porque seguimos pensando que hay realidades que no lo son. Una vez más el evangelio está sin estrenar.



Meditación-contemplación


“Ya no habrá comerciantes en la casa del Señor, en aquel día”.
Ha llegado, de verdad, para mí “aquel día”.
¿He salido ya de un toma y daca en mis relaciones con Dios?
¿He descubierto que Él me lo ha dado todo
y que yo tengo que hacer lo mismo?
…………………

Mis relaciones con Dios tienen como base su amor total.
Nada puedo pedir ni esperar de Él que no me haya dado ya.
Mi tarea consiste en tomar conciencia de ese don total.
Mi vida real responderá entonces a esa realidad.
…………………

Todas las criaturas son manifestación de Dios.
La única Realidad es Él mismo.
Nosotros solo somos la imagen que se refleja en el espejo,
que no estaría ahí si Él no estuviera presente al otro lado.
…………………
  

Fray Marcos