lunes, 5 de diciembre de 2011

Reflexión de Diciembre de San Pio


Diciembre 2011


Estimados amigos de Padre Pío,

Dios nos tomó encuentra con la llegada de su Hijo Jesús. Qué estemos en vela esperando activamente recibirlo en un encuentro ahora y para siempre.

El tiempo de adviento es un tiempo de anhelos. Anhelamos por reuniones familiares, fiestas, posadas, viajes y qué comprar por la persona que amamos. La mayoría de nuestros anhelos son un testimonio de dónde está nuestro corazón en realidad. Tristemente, nos damos cuento si somos honestos, que, a pesar de lo que afirmamos, Jesús Cristo está en una fila larga de espera en nuestra lista de prioridades para la temporada navideña. No anhelamos mucho la llegada de Jesús porque no lo conocemos personalmente y porque no vemos claramente lo bueno que nos trae. Tenía y tiene que mandar adelante emisarios como Juan el Bautista, Padre Pío y los demás santos para prepararle el camino a nuestro corazón. Ojalá hubiéramos aprendido del testimonio de esos emisarios que Dios ha puesto como faros de luz a través de los siglos. 

Padre Pío anhelaba mucho la llegada del Señor en la navidad. Conoció y apreció el don de la vida que el Mesías le traía. Su corazón limpio y dispuesto le capacitó de estar en vela por la llegada a Jesús y de saborear íntimamente el encuentro con el niño “Dios-entre-nosotros”. Padre Pío en su carta a su dirigida Raffaelina Cerase el 17 de diciembre 1914, expresa los anhelos en su corazón sobre la venida de Jesús a nuestra casa:

Al comienzo de la sagrada novena en honor del santo Niño Jesús, mi espíritu se ha sentido como renaciendo a nueva vida: el corazón se siente como bastante pequeño para contener los bienes celestiales; el alma se siente desfallecer del todo ante la presencia de este nuestro Dios hecho carne por nosotros. ¡¿Qué hacer para resistirse a no amarlo siempre con nuevo ardor?! Oh, acerquémonos al Niño Jesús con corazón limpio de culpa, y gustaremos qué duce y suave es amarlo. No dejaré nunca, y mucho menos en estos días santos, de suplicar al divino Niño por todos los hombres, especialmente por ti y por todas las personas que tanto amas. Le rogaré que quiera hacerte partícipe de todos los dones que tan generosamente ha derramado y que derrama cada día más en mi espíritu.

Notamos cómo Padre Pío se daba cuenta de la grandeza del Señor y como se sintió  su incapacidad de recibirlo como quisiera. Esto indica una sensibilidad y receptividad profunda de parte de Padre Pío a lo que hizo Jesús por nosotros. Padre Pío anhelaba la vida y reconoció que este don fue precisamente lo que traía Jesús.  Además, se sintió movido a compartir este anhelo y los dones que había recibido con otras personas, especialmente con su dirigida, Raffaelina.

Cuando recibimos algo de mucho valor, el amor verdadero reconoce que es para compartirlo con los demás. Ojalá que seamos generosos en esta manera durante este aniversario de la Encarnación y que no tengamos vergüenza de compartirlo con las personas a quienes amamos más. ¡Feliz Navidad!

Dios le bendiga a cada uno,
Fray Guillermo Trauba, OFM Cap.

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