jueves, 9 de mayo de 2013

Reflexión del 6to. Domingo de Pascua.


Segundo anuncio del Espíritu Consolador.
Jn 14, 23-29.

Jesús dijo a sus discípulos: el que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a él y viviremos en él. Por el contrario, el que no pone en práctica mis palabras, es que no me ama. Y las palabras que escuchan no son más, sino del Padre, que me envió.

Les he dicho todo esto mientras estoy con ustedes, pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recuerden lo que les he enseñado y les explicará todo.

Les dejo la paz, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar. No se inquieten ni tengan miedo. Ya escucharon lo que dije “me voy, pero regresaré a ustedes”. Si de verdad me aman deberían de alegrarse de que me voy al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Les he dicho esto antes de que suceda, para que cuando suceda crean.
¿Cuánto es nuestro amor a Jesús y su Padre?

Muchas veces decimos que queremos a alguien y podemos decirlo de dientes para afuera. Le decimos a nuestros padres que los queremos mucho, sin embargo con nuestras acciones los hacemos sufrir; decimos que queremos a nuestra esposa o esposo, pero no lo demostramos con hechos. Es común escuchar a las parejas como se hablan, “mi princesa”, “mi amor”, “mi cariñito”, “mi puchungüito”, “osito”, etc. También ver los regalos que se obsequian: un oso de peluche del tamaño del mundo, una caja grande de chocolates, un ramo de flores hermosas, pero como dice un dicho popular, “el amor son acciones y no buenas razones”. Estamos acostumbrados que todo sea fácil, superficial, cómodo, y aplicamos estas misma categorías al amor, al amor en todas sus facetas, entre padres e hijos o entre hermanos (filia), entre hombre y mujer (eros), entre los amigos o cristianos (ágape) o entre la Trinidad y los seres humanos (jesed). Pero el amor es mucho más que regalos, que expresarlo con palabras. Siempre debe de ir acompañado de acciones concretas.

Este domingo la enseñanza de Jesús es que no seamos tibios en el amor, superficiales, nos invita a acoger el Espíritu Santo, que es amor, para amar con valentía a todos y en todos a Él. Y es que si nos damos cuenta en el Evangelio se nos presenta un camino, pues siempre el Evangelio y nuestra propia fe son un camino por donde se transita hacia Dios-Amor. Ester camino empieza en Dios, pues es Dios quien nos ama primero de una forma extraordinaria, pero en lo ordinario de la vida. Dios nos ama al crearnos, nos ama al enviarnos a Jesús su Hijo, nos ama con pasión (eros) en la Pasión de su Hijo y nos ama al Resucitar a su Hijo, para decirnos que “el amor es más fuerte que la muerte” (cf. Cant. 8, 6). Fuimos creados a semejanza de Dios, por lo tanto amamos, a su semejanza. Pero el amor con que fuimos creados no es estático, el amor es movimiento, es acción, son obras; por eso la invitación de Jesús es creer en el amor. Muchos católicos y cristianos decimos que seguimos a Cristo, que lo amamos, pero cuando se trata de perdonar, de amar, de ayudar, de ser compasivos, de ser misericordiosos, de amar aún a los enemigos, de amar a los pecadores para atraerlos hacía 
Dios, parece que somos hijos del diablo (hijos divididos, que dicen una cosa y hacen otra).

Jesús es claro, “quien no cumple mi palabra, no me ama”; si hermanos y hermanas, solo amamos verdaderamente a Jesús, y por consiguiente a su Padre, si vivimos en su amor y haciendo el amor a la manera de Jesús, Él nos vino a enseñar todo. Pero como se nos olvida todo, y lo pasamos por alto, nos envía a Uno que nos lo recuerde y nos de su mismo amor para amar, al Espíritu Santo. Muchos no sabemos que el Espíritu Santo es el amor entre el Padre y el Hijo, y si es el amor en la Trinidad, también lo es entre nosotros hermanos, hijos del Padre de Jesús, y entre nosotros y la Trinidad. El amor tiene varias dimensiones, pero todas estas dimensiones son el único amor de Dios, no podemos decir que amamos a Dios, sino lo expresamos y demostramos con obras a los hermanos, y en especial a los que nos necesitan, no podemos decir que amamos a Dios si no amamos y cuidamos la creación (naturaleza) que es fruto de su amor por nosotros, no podemos decir que amamos a Dios en la Eucaristía, haciendo reverencias, sino hacemos estas mismas reverencias ante los hermanos y hermanas que están a nuestro lado (nuestros prójimos).

Solo si tenemos la valentía de amar a la forma de Jesús viviremos en la paz que nos da Él mismo, pues la paz que nos da el mundo es pasajera, es superficial, así como el amor que nos enseña a expresar. Quien no tiene paz y no vive en paz, es porque no se ha atrevido a amar de verdad (amar sin esperar nada a cambio) o no se ha dejado amar por los demás por sus prejuicios o miedos.

Jesús dice que se va al Padre, pero que estará con nosotros, y es que el amor es la prueba de que somos seguidores suyos, Él esta con nosotros cuando amamos a nuestros hermanos y más cuando lo hacemos con alguien que nos hace mal o sigue, según nosotros, en pecados. Él esta con nosotros cuando ponemos en practica sus palabras, esto es lo que significa ser santo, somos santos (otros cristos) cuando ponemos en practica las palabras de Jesús, cuando amamos como Él amó (amó a los pecadores, a las prostitutas, a los ladrones, a los lisiados, a los leprosos, a los ricos, a los pobres, a sacerdotes, a infieles).

No tengamos miedo a amar o ser amados, pues es natural en el amor sufrir, no hay amor sin sufrimiento, no es parte del amor pero no se llega a madurar en el amor si no hay problemas, dificultades, ansiedades, pero hay que superarlas. Tengamos la valentía de salir del atolladero en que nos encontramos; si no hemos amado así como dice Jesús, animémonos a hacerlo; si estamos en el proceso pero nos hemos quedado hundidos en las dificultades derivadas del amor, salgamos de allí, aprovechemos estas cosas para madurar en el amor;  y si estamos luchando por seguir en el camino, hagámoslo con alegría porque después de todo esta la paz plena, que no solamente la sentiremos cuando estemos cara a cara con Dios, sino desde ahora si somos valientes en la lucha.
Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

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