martes, 11 de septiembre de 2012

Reflexión del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario.


evangelio

MARCOS 7, 31-37

31 Dejó Jesús la comarca de Tiro, pasó por Sidón y llegó de nuevo al mar de Galilea por mitad del territorio de la Decápolis.
32 Le llevaron un sordo tartamudo y le suplicaron que le aplicase la mano. 33Lo tomó aparte, separándolo de la multitud, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. 34 Levantando la mirada al cielo dio un suspiro y le dijo:
- Effatá (esto es: "Ábrete del todo").
35 Inmediatamente se le abrió el oído, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. 36 Les advirtió que no lo dijeran a nadie, pero, cuanto más se lo advertía, más y más lo pregonaban ellos. 37 Extraordinariamente impresionados, decían:
- ¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

“Effetá” (“ábrete”).

Por Fray Juan Gerardo Morga. OFMCap.

Aun recuerdo como si fuera ayer, a un amigo de la Congregación de Santa Cruz, que después dejo la comunidad y se dedico a la enseñanza, no he sabido de él en estos últimos años, pero quiero compartirles una experiencia que me enriqueció sobremanera. Un día este amigo me dijo: “Juan me podrías hacer un favor, fíjate que necesito que me ayudes a dar una platiquita a papas y padrinos de niños que van a hacer los sacramentos de iniciación”, yo conteste que con mucho gusto le ayudaba. Se llegó el día, era en la parroquia de Ntra. Sra. de la Luz que se encuentra en Monterrey, pero no fue en la parroquia sino en un salón de eventos muy grande. Llegue temprano, mi amigo me llevo al salón, y me pareció extraño que el salón estuviera tan grande, entonces le pregunte ¿por qué un salón muy grande?, entonces me contesto que se los habían prestado gratis, “pero no va a ver mucha gente verdad” pregunte. En ese tiempo cuando estaba en los primeros años de mi formación tenía mucho miedo de hablar en público, bueno aún hasta hoy, pero menos que en ese tiempo. Empezó a llegar tanta gente que según eran como unas 500 ó 600 personas. Cuando me dijo, “listo”, le dije “oye yo no voy a poder hablar con tanta gente”. Me dijo “tu tranquilízate que Dios va hablar”. Al principio recuerdo que estaba muy nervioso, no podía siquiera estar de pie, pues las rodillas sentía que vacilaban de los nervios, pero poco a poco me fui tranquilizando, al final mucha gente vino hacia mi para agradecerme por la charla, el párroco y mi amigo también, fue cunado comprendí que es Dios quien actúa por medio de uno, aunque no sea uno capaz, él nos cura del miedo.

De esto es lo que habla el evangelio de hoy, en esta ocasión llevaron ante Jesús un hombre sordo y tartamudo. Como sabemos, si una persona es sorda es muy difícil que hable, o hable bien. Jesús al ver aquella persona de aspecto temeroso, relegada de los suyos, imposibilitada por completo de comunicación, la curo, y lo hizo de una forma misteriosa, “le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva”. Sin duda el evangelista tiene una intención concreta al narrar este hecho, sin embargo a mi me da pensar que la forma como la cura es muy a la forma de Dios, es decir, “lo toca”, cosa que los judíos y a veces nosotros no hacemos, vemos a un hermano enfermo y la reacción inmediata es alejarnos de él, y si es un desconocido para nosotros ni nos acercamos. Jesús lo toca, y no solo eso “le pone saliva en la lengua”, es como si Jesús le diera su palabra, su voz al tartamudo, como si el tartamudo a partir de ese día fuera un interlocutor de Jesús. En realidad lo es, pues el mismo evangelista nos dice que Jesús les prohibía hablar del hecho y ellos con más insistencia proclamaban el hecho.

Podemos preguntarnos, que me quiere decir Jesús, con esta “Palabra de Dios”. Sin duda que nos dice que tenemos que ser condescendientes con nuestros hermanos que padecen alguna enfermedad como esta, pero también nos dice que debemos comprender a nuestros hermanos que tienen esta enfermedad desde el punto de vista de su vida interior, es decir, en ocasiones nos encontramos que hay algunos hermanos y hermanas nuestras que viven como esta persona del evangelio, no se atreven a abrir su vida a Dios, incluso puede pasarnos a nosotros también. Tenemos miedo de entregarnos a Dios, y pasamos la vida como sordos, no escuchamos a Dios; t tartamudos, no hablamos de Dios a los demás por miedo “al que dirán”. Jesús nos enseña que todas las enfermedades físicas e interiores las cura solo Él, sin embargo porque nos elige a nosotros para ser una extensión suya en el mundo y con los hermanos más necesitados, también nosotros debemos curar, sin embargo no puedes curar si no estas curado de tus propios egoísmos, de tus juicios, de tus favoritismos -como dice Santiago hoy en la segunda lectura-, con nuestra cerrazón al cambio, a la admiración de lo que Dios hace nuevo cada día.

Sin duda la palabra más importante de hoy es “Effetá”, es decir “¡ábrete!”. Jesús nos dice: “effetá” a experiencias nuevas conmigo, confía más en mi y en ti; “effetá” a la vida verdadera conmigo; “effetá” a cambios radicales en tu vida y renuncia a estancamientos en tu vida; “effetá” a amar de una forma nueva, separando las acciones de la persona y la persona en sí; “effetá” a entregarle a tu creador todo lo que eres, pues de él venimos, nos movemos y somos. “Effetá” y deja de estar encerrado en tu cuarto y disfruta todas las cosas que hace Dios por amor a ti, “effetá” a los hermanos pues en ellos me manifiesto más vivamente, “effetá” en fin a toda la creación, que es el libro de la vida, junto con la palabra viva que es Jesús.

Sin duda queridos hermanos y hermanas que Jesús nos sana, y también quiere que sanemos a este mundo egoísta, que reclama éxito para ser reconocido, que demanda tener cosas para ser respetado e importante. Sin embargo los verdaderos importantes para Dios son los que son como estas personas del evangelio, enfermas, pero curadas por Dios para cumplir una misión, curar con el bálsamo del Espíritu de Dios a los hermanos y hermanas todos.

Como nos dice el Profeta Isaías en la primera lectura: “¡Animo! No teman. He aquí que su Dios… viene ya para salvarlos”. No hay certezas claras en el mundo en que vivimos, sin embargo lo único certero es que Dios esta con nosotros, nos busca siempre, nos espera siempre, nos ama siempre y a pesar de nuestra condición y esta siempre con los brazos abiertos para recibirnos cuando hacemos caso a su “Effetá”.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario