domingo, 21 de septiembre de 2014

Homilía del 24º Domingo del Tiempo Ordinario.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 14, 7-9.
Ninguno vive para sí, ninguno muere para sí. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para eso murió Cristo y resucitó: para ser Señor de muertos y vivos.

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VIVE EN PLENITUD DESDE AHORA.

Hola queridos hermanos y hermanas, paz y bien.

Hoy san Pablo nos invita a vivir ya desde ahora como si estuviéramos en la vida eterna. Es muy común pensar que la vida eterna la alcanzamos cuando morimos, sin embargo la vida eterna se empieza a vivir aquí y ahora.

Cuando hablamos de vida eterna es como decir "vida plena", y la vida plena con Dios, con Jesús es desde ahora, pues la vida eterna es plenitud de esta vida terrena. Uno puede empezar a vivir un infierno desde aquí, pero también una vida plena con Dios. Ciertamente que la vida eterna estará con Dios cuando estemos cara a cara con Él, pero empezamos a vivir esta vida cuando hacemos el bien a los demás, cuando trabajamos por la justicia y la paz. Lo que importa es vivir plenamente esta vida para vivir plenamente la otra, así esta vida se convierte en una extensión de la vida plena con Dios (vida eterna). Pero también si vivimos una vida sombría, sometidos al mal, a nuestros egoísmos, al odio y a la violencia también esta vida es una extensión de la vida oscura, de la vida sin Dios que llamamos a infierno.

Por eso hay que vivir sin miedo por la muerte, haciendo el bien a todos, pues en la vida o en la muerte somos del Señor, como dice san Pablo. Si ya somos del Señor animémonos a vivir ya como salvados, como santos, haciendo obras concretas de amor. La muerte de Jesús nos salvó de una muerte eterna y nos fue dada una vida eterna aunque muramos físicamente con este cuerpo mortal, pero si no reconocemos a Jesús, sino creemos en Él como salvador no puede incluirnos en su salvación. Es como si no quisiéramos abrir la puerta de nuestras casas a un amigo, a un hermano, y Jesús no entra a la fuerza, es un caballero y solo entra si le abrimos.

No tengamos miedo de vivir plenamente, a vivir con Jesús, con Dios, pues desde ahora podemos vivir realmente como Dios nos pensó, ahora somos del Señor en vida o en muerte, porque no existe la muerte eterna. Solo puede existir nuestra muerte eterna si no creemos en Jesús, en Dios, si no aceptamos su mandamiento de amor, si no vivimos de verdad la vida de Jesús en nosotros. Pidamos la ayuda de Jesús siempre, pues no vivimos para nosotros mismos si no para Jesús.
 
¡Feliz domingo!
 
Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

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