martes, 5 de marzo de 2013

Reflexión del III Domingo de Cuaresma.


“Dar fruto a tiempo”

Lc 13, 1-9.
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera".

Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?". Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás".


Muchas veces por el apresurado ritmo del mundo en que vivimos no nos detenemos a ver que es lo más importante, incluso cuando llegamos después de trabajar todos los días, buscamos el ruido al que estamos habituados para no pensar en esto. Nos da miedo estar solos, estar en silencio, pues de esta forma se descubre en nuestro interior “lo que es verdaderamente importante”, pues Dios habla a la profundidad de nuestro ser cuando estamos solos, cuando estamos en silencio y nos dice lo que es importante en nuestras vidas.

Hoy, en este tercer domingo, mitad del tiempo cuaresmal, Dios nos habla como a Moisés (en la primera lectura): “¡Moisés, Moisés!”, y nos conviene responderle como lo hizo él: “aquí estoy”, y atender a su voz haciendo vida lo que el nos recomienda. Puede ser que a lo largo de la vida veamos muchos acontecimientos sin preguntarnos el porque pasan o si estas personas tenían culpas que Dios les cobro por esto, recuerdo ahora un acontecimiento de hace algunos años: la caída de las Torres Gemelas de Nueva York, solo decimos ¡pobrecitas estas gentes!, y como no nos afecta directamente seguimos nuestra vida como si no pasará nada, seguimos haciendo las mismas cosas y no reflexionamos más profundamente, ¿qué tal si nos hubiera tocado a nosotros? ¿Qué aspectos de mi vida hubiera querido cambiar antes morir en las Torres? ¿De qué le hubiera pedido perdón a Dios, en el momento de morir? ¿Qué me faltó cumplir o que sueños realizar?

Queridos hermanos y hermanas, a nosotros no nos ha tocado estar en estas Torres, y por ello tenemos oportunidad de cambiar nuestra vida, de cumplir tantos sueños que tenemos, de reconciliarnos con nosotros mismo, con la naturaleza (incluidos los demás seres humanos, hermanos nuestros) y con Dios. Los que murieron en las Torres de Nueva York o los galileos o los de la Torre de Siloe, no eran más o menos pecadores que nosotros, eran igual de pecadores, sólo que a ellos se les terminó el tiempo y nosotros podemos aprovechar el tiempo para ser mejores personas cada día, para amar más intensamente a los demás hermanos, para crecer en el conocimiento de Dios. Si no hacemos esto en nuestra vida, moriremos de forma semejante que estas personas, como dice Jesús.

Recordemos, hermanos y hermanas, que hemos venido al mundo para amar y ser amados, este es el fruto que debemos dar, sino lo damos nos parecemos a esta higuera del Evangelio. Nuestra vida es seca, sin sentido, no da frutos. Dios nos tiene paciencia, pero recordemos que no tenemos todo el tiempo como Dios lo tiene, nosotros no somos dioses y no tenemos todo el tiempo, el tiempo es precioso, y solo en esta vida podremos hacer las cosas buenas. El Juicio de Dios, no será otra cosa que la ratificación de lo que hagamos en esta vida, y si en esta vida no escogemos el bien, en la otra vida no lo podrá ratificar Cristo. Dios nos da muchas oportunidades a lo largo de nuestra vida, como lo hace con la higuera, nos remueve la tierra y nos abona, con tantos acontecimientos en nuestra vida, con tantos momentos bellos y difíciles, sin embargo a veces elegimos seguir igual.

Es tiempo, hermanos y hermanas, de dar frutos, sólo esta vida tenemos para darlos. Si nos sorprende la muerte de repente, Dios no podrá salvarnos aunque Él quiera, pues no dimos frutos. Dar fruto en esta vida es saber elegir el bien, fuimos hechos para hacer el bien, pues venimos de la Bondad misma que es Dios, y por lo mismo nosotros estamos hechos para obrar el bien, el amor, la solidaridad, etc., si no lo hacemos en esta vida no lo podremos hacer en la otra. Hay que armarnos de la fuerza de Dios, no nos creamos mejores por estar en la Iglesia, pues nadie estamos exentos de tentación y pecado, como dice san Pablo (en la segunda lectura): “Así, pues, el que crea estar firme, tenga cuidado de no caer”. Y si caemos, tengamos la certeza y confianza en Dios, vayamos a pedir perdón, pues el pecado también nos da cosas buenas, es como el veneno del alacrán, en él se contiene el antídoto para el veneno. Sólo un corazón contrito (que reconoce sus faltas y pide perdón) es capaz de ver la inmensidad de Dios, de su amor, de sus maravillas en el mundo, y puede con todas sus fuerzas cambiar su propia vida, la de los demás, y probablemente las de la sociedad.
¡Animo, aún es tiempo!
Fray Juan Gerardo Morga, OFMcap.

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