domingo, 22 de febrero de 2015

Homilía I DOMINGO DE CUARESMA.

Del libro del Génesis 9, 8-15.


Dios dijo a Noé y a sus hijos:

—Yo hago una alianza con ustedes y con sus descendientes, con todos los animales que los acompañaron: aves, ganado y fieras; con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Hago alianza con ustedes: El diluvio no volverá a destruir la vida ni habrá otro diluvio que destruya la tierra.


Y Dios añadió:

—Ésta es la señal de la alianza que hago con ustedes y con todos los seres vivientes que viven con ustedes, para todas las edades: Pondré mi arco en el cielo, como señal de alianza con la tierra. Cuando yo envíe nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco, y recordaré mi alianza con ustedes y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir los vivientes.


¿APROVECHAS LAS OPORTUNIDADES 
DE DIOS?

Hola hermanos y hermanas, el Señor les de su paz.

Hoy es el primer domingo de cuaresma, iniciamos el miércoles de ceniza pero es hoy que iniciamos formalmente. Y las lecturas de este domingo pueden tener muchas enseñanzas, pero quiero compartirles lo que esta lectura me ha inspirado a reflexionar ante Dios, que "Dios es un Dios de oportunidades".

Quiero parafrasear una frase del papa Francisco: La naturaleza nunca da oportunidades, el ser humano a veces da oportunidades, Dios, en cambio, siempre nos da oportunidades. Esta frase la dice el papa con respecto al perdón, pero dar una oportunidad es igual a decir "te perdono", esto lo podemos comprobar en la vida diaria. Cuando hay un desastre natural casi nunca las cosas salen bien, pero no olvidemos que nosotros los seres humanos hacemos mucho daño a la naturaleza y ella nos cobra las facturas, deja fluir los efectos de nuestras faltas de irresponsabilidad. Cuando las personas nos herimos mutuamente en ocasiones uno de los dos perdona, incluso el que perdona sale beneficiado, sale ganando. Cuando nos alejamos de Dios, cuando le ofendemos, cuando perdemos la conciencia de su amor, cuando nos desesperamos porque queremos que todo sea como queremos, Dios nos da una nueva oportunidad y no le importa cuantas nos da, porque esa es la manifestación de su infinito amor.

Esto que digo se demuestra en la primera lectura de hoy, una vez que terminó el diluvio Dios hizo una alianza que es signo de una nueva oportunidad que Dios da al genero humano. Sin embargo, ¿somos capaces de aprovechar las oportunidades de Dios? ¿aprovechamos o echamos en saco roto las gracias de Dios? En las dificultades de la vida, en las pruebas que se nos presentan para crecer nos podemos desesperar, incluso de tanto tratar nos cansamos, así nos podemos cansar de pedir perdón, nos podemos cansar de decir nuestros mismos pecados, podemos decirnos, como consolación o aburrimiento: "para que me confieso si sigo igual".

Nos ha dicho muchas veces el papa Francisco: "Dios no se cansa de perdonar, nosotros nos cansamos de pedir perdón", y a esto me refiero cuando digo que las frases que decimos reflejan este cansancio, esta asedia, este conformismo. No nos dejemos llevar por la experiencia de este mundo sobre la naturaleza, sobre nosotros mismos, fijemos más los ojos y la atención en Dios que siempre perdona, que siempre nos da oportunidades.

Recordemos que las oportunidades solo se dan una sola vez en la vida, así que no desperdiciemos la vida pensando que luego vendrá otra oportunidad de Dios, aprovechemos todas sus oportunidades, que no se nos pase ninguna y seamos mejores personas al final de esta cuaresma. Dios nos ama y por eso nos tiene paciencia, pero necesitamos responder por lo menos con ser mejores a tanta generosidad de nuestro Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Feliz domingo!

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.


jueves, 19 de febrero de 2015

Homilía del 6º Domingo del Tiempo Ordinario.

Del libro del Levítico 13,1-2. 44-46.


El Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: "¡Impuro, impuro!" Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento.»

Abrazar al leproso.

Hola hermanos y hermanas, que Dios les de su paz.

San Francisco de Asís tenía mucha repugnancia con las personas que tenían esta enfermedad, incluso dice el mismo en las palabras que dejo como testamento a los frailes: 
"...como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo".
Creo que si cualquiera de nosotros viera un enfermo como estos, experimentaríamos lo mismo que experimento el santo de Asís, pues es muy feo ver que a una persona se le caiga en pedazos la carne que se va pudriendo como efecto de la enfermedad. Sabemos que esta enfermedad esta erradicada en un porcentaje alto en el mundo, aunque la sufren algunas personas en África y Brasil.

Pero el pecado es como la lepra, poco a poco sin darnos cuenta nos va pudriendo el alma, hasta que el espíritu pareciera que cae en pedazos como la carne de los leprosos. Tenemos como leprosos a los homosexuales, a las prostitutas, a los que hacen violencia, a los que secuestran, a los que son lacras de la sociedad, pero no vemos la lepra propia, la lepra de nuestro pecado ¿Acaso hay alguien en el mundo sin la lepra del pecado?

También tratamos como leprosos a los ancianos que no visitamos, como si ellos nos contagiaran de lepra; a los jóvenes que andan desorientados o en las drogas, de vagos, como si ellos fueran los únicos responsables de su situación, pero no nos damos cuenta que son hijos de sus padres leprosos que no han sabido abrazar su lepra, que no han sabido reconocer su falta de responsabilidad y no han tenido la valentía de cambiar el rumbo de sus vidas y la de sus hijos.

¡Hermanos y hermanas todos somos leprosos!, todos somos pecadores, pero no debemos de permitir que esta lepra avance, tenemos un remedio en el área espiritual que es la confesión, es como la medicina, como el antídoto para esta enfermedad (el pecado) que va carcomiendo el alma, tengamos la valentía de "lavar nuestras culpas con las lagrimas", -como dice el Papa Francisco- tengamos la valentía de abrazar nuestro leproso a ejemplo de san Francisco, pues a él le repugnaba porque en el hermano leproso veía su propia lepra, en la enfermedad física veía su enfermedad espiritual.

Abrazar al leproso en los diferentes niveles; primero en el particular, reconociendo nuestras faltas, nuestro poco compromiso personal en todos los sentidos, reconociendo que somos pecadores pero con capacidad de ser santos; y en segundo lugar, solo reconociendo la propia lepra y abrazarla (asumirla) puedo acercarme a los que considero leprosos, solo así se entiende el trabajo con los enfermos terminales, con enfermos de sida (incluso homosexuales) que realizan varias congregaciones u ordenes en la Iglesia. El papa Francisco nos ha dicho en su reciente mensaje de cuaresma que no tengamos miedo de tocar las heridas de los hermanos, que no tengamos miedo de mezclarnos con los que el mundo estigmatiza: con los ancianos, con los jóvenes en situación vulnerable, con los homosexuales, con los pobres, con los que podrían contagiarnos, pues la caridad, el amor no conoce limites.

Si no tenemos prejuicios con estas cosas, con estos hermanos que tienen lepra igual que nosotros, estaremos abrazando a nuestros propio leproso y en los hermanos se hace más tangible abrazar la propia lepra. Cuando estamos acostumbrados de tratar con espontaneidad a todos, aun aquellos que consideramos pecadores públicos, entonces "lo amago se nos convertirá en dulzura" como a san Francisco. Sería una buena forma de iniciar la cuaresma ya próxima.

¡No tengas miedo y abraza a tu hermano leproso, pues en él abrazas a tu propia lepra! ¡Buen domingo!

Fray Juan Gerardo Morga, OFM Cap.

domingo, 8 de febrero de 2015

Homilía del 5º Domingo del Tiempo Ordinario.


Del libro de Job: 7,1-4.6-7. 
Habló Job, diciendo: «El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero; Como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario. Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba. 
Mis días corren más que la lanzadera, y se consumen sin esperanza. Recuerda que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha.»

 ¿CUANDO ME LEVANTARE?

Hola hermanos y hermanas, paz y bien.

Este domingo el Señor por medio de su Palabra nos invita a reflexionar en nuestra vida personal y comunitaria, sobre todo en el sentido de las depresiones, estrés, desánimo o como dice la lectura del libro Job estamos como fatigados, desolados, vivimos como esclavos o jornaleros sin esperanzas en la vida.

Es cierto que estamos cumpliendo un servicio como padres de familia, como hijos en una familia, como ciudadanos, como empleados, como patrones, como consagrados, como sacerdotes o ministros del Señor, sin embargo no hay que hacerlo con la actitud de un esclavo o como un asalariado.

Podemos pensar que la esclavitud es parte del pasado, sin embargo la Iglesia nos invita a reflexionar el día de hoy, y sobre todo a pedir, por los que son esclavizados en la prostitución, en la trata de personas o en las esclavitudes modernas, como son las tecnologías. Un esclavo hace lo que el dueño le manda y no siempre lo hace por gusto o con  amor, es raro que alguien que es sometido haga las cosas con amor, porque le gusta hacerlo, pues la idea de sometimiento no nos gusta, incluso cuando alguien nos somete no nos sentimos bien y hacemos lo contrario de lo que nos dice o nos manda. A veces también nosotros vamos por la vida como esclavos, trabajamos o hacemos las cosas como sin sentido, sin amor, no porque me guste sino porque me toca hacerlo. Es curioso que trabajamos toda la vida como esclavos y terminamos esclavo de nuestras actitudes, o no queremos ser esclavos pero vivimos con actitudes que nos esclavizan. Somos el único ser viviente que trabaja como esclavo para ganar dinero y pierde todo su dinero para recuperar la salud que perdió por trabajar como esclavo. No perdamos la oportunidad con la familia, con los que nos rodean, no nos esclavicemos aunque tengamos que trabajar como esclavos, pues nuestros horarios en las maquilas de nuestras ciudades son esclavizantes pues no hay tiempo para la familia, no permitamos que el sistema esclavizante que impera, el sistema del "dios dinero" - dice el papa Francisco- nos envuelva, nos quite la oportunidad de relacionarnos como familia, como pareja, como hermanos. Pues el sistema nos va metiendo la idea de que somos enemigos que compiten para hacer mejor las cosas y por tanto ganar más dinero. Sin duda que no podemos ser pasivos, que no trabajen para no hacer caso al sistema, pero tenemos que tomar una actitud de hermanos que trabajan para vivir y vivir bien.

El asalariado compite con sus compañeros, los cree sus enemigos, trata de hacer su trabajo bien pero no porque tenga un gusto por el trabajo sino para ganar más dinero, con el tiempo solo hace su trabajo porque le pagan, lo hace solo por dinero, incluso no tiene amor a lo que hace. Todo lo hace porque le toca, porque tiene la responsabilidad y porque no le pagan. A veces podemos ir por la vida como asalariados, y no precisamente de dinero, sino también de fama, de otras satisfacciones que nos da trabajar o servir en la vida. Pero lo mejor es trabajar y servir con gusto, con ganas, con amor, que no nos importe lo que ganamos, sea dinero, fama, reconocimiento, aprobación, poder. En la Iglesia creo que pecamos mucho de asalariados, no todos los servidores, pero si algunos, no hacemos las cosas con amor, con una sonrisa, con una palabra amable, con un trato cercano, con docilidad, con generosidad.

Que bueno seria que todos estuviéramos conscientes de un servicio con estas características, pensemos lo último que dice esta lectura de Job, nuestros días son un soplo, y si no servimos en la vida con sentido, con gusto, con amor, no veremos con seguridad la dicha como dice Job. 

Un abrazo a todos, y a hacer todo con amor, con gusto, aunque seamos asalariados o nos traten como esclavos, hagamos todo con la certeza y la convicción que viene del amor de un Dios que es cercano con nosotros.

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.



Homilía del 4º Domingo del Tiempo Ordinario.

Del libro del Deuteronomio: 18,15-20

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Un profeta, de entre los tuyos, de entre tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: "No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir." El Señor me respondió: "Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá”.»