jueves, 19 de febrero de 2015

Homilía del 6º Domingo del Tiempo Ordinario.

Del libro del Levítico 13,1-2. 44-46.


El Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: "¡Impuro, impuro!" Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento.»

Abrazar al leproso.

Hola hermanos y hermanas, que Dios les de su paz.

San Francisco de Asís tenía mucha repugnancia con las personas que tenían esta enfermedad, incluso dice el mismo en las palabras que dejo como testamento a los frailes: 
"...como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo".
Creo que si cualquiera de nosotros viera un enfermo como estos, experimentaríamos lo mismo que experimento el santo de Asís, pues es muy feo ver que a una persona se le caiga en pedazos la carne que se va pudriendo como efecto de la enfermedad. Sabemos que esta enfermedad esta erradicada en un porcentaje alto en el mundo, aunque la sufren algunas personas en África y Brasil.

Pero el pecado es como la lepra, poco a poco sin darnos cuenta nos va pudriendo el alma, hasta que el espíritu pareciera que cae en pedazos como la carne de los leprosos. Tenemos como leprosos a los homosexuales, a las prostitutas, a los que hacen violencia, a los que secuestran, a los que son lacras de la sociedad, pero no vemos la lepra propia, la lepra de nuestro pecado ¿Acaso hay alguien en el mundo sin la lepra del pecado?

También tratamos como leprosos a los ancianos que no visitamos, como si ellos nos contagiaran de lepra; a los jóvenes que andan desorientados o en las drogas, de vagos, como si ellos fueran los únicos responsables de su situación, pero no nos damos cuenta que son hijos de sus padres leprosos que no han sabido abrazar su lepra, que no han sabido reconocer su falta de responsabilidad y no han tenido la valentía de cambiar el rumbo de sus vidas y la de sus hijos.

¡Hermanos y hermanas todos somos leprosos!, todos somos pecadores, pero no debemos de permitir que esta lepra avance, tenemos un remedio en el área espiritual que es la confesión, es como la medicina, como el antídoto para esta enfermedad (el pecado) que va carcomiendo el alma, tengamos la valentía de "lavar nuestras culpas con las lagrimas", -como dice el Papa Francisco- tengamos la valentía de abrazar nuestro leproso a ejemplo de san Francisco, pues a él le repugnaba porque en el hermano leproso veía su propia lepra, en la enfermedad física veía su enfermedad espiritual.

Abrazar al leproso en los diferentes niveles; primero en el particular, reconociendo nuestras faltas, nuestro poco compromiso personal en todos los sentidos, reconociendo que somos pecadores pero con capacidad de ser santos; y en segundo lugar, solo reconociendo la propia lepra y abrazarla (asumirla) puedo acercarme a los que considero leprosos, solo así se entiende el trabajo con los enfermos terminales, con enfermos de sida (incluso homosexuales) que realizan varias congregaciones u ordenes en la Iglesia. El papa Francisco nos ha dicho en su reciente mensaje de cuaresma que no tengamos miedo de tocar las heridas de los hermanos, que no tengamos miedo de mezclarnos con los que el mundo estigmatiza: con los ancianos, con los jóvenes en situación vulnerable, con los homosexuales, con los pobres, con los que podrían contagiarnos, pues la caridad, el amor no conoce limites.

Si no tenemos prejuicios con estas cosas, con estos hermanos que tienen lepra igual que nosotros, estaremos abrazando a nuestros propio leproso y en los hermanos se hace más tangible abrazar la propia lepra. Cuando estamos acostumbrados de tratar con espontaneidad a todos, aun aquellos que consideramos pecadores públicos, entonces "lo amago se nos convertirá en dulzura" como a san Francisco. Sería una buena forma de iniciar la cuaresma ya próxima.

¡No tengas miedo y abraza a tu hermano leproso, pues en él abrazas a tu propia lepra! ¡Buen domingo!

Fray Juan Gerardo Morga, OFM Cap.

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