viernes, 12 de abril de 2013

Reflexión del 3er. Domingo de Pascua.



Juan 21, 1-19.
Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.

Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.

Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres?", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.

Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme".

La otra pesca milagrosa.

Hoy en el Evangelio se repite el mismo milagro de la pesca milagrosa con la que Jesús llamó algunos de los discípulos, es el mismo mar, la misma circunstancia de tristeza y desamparo por no pescar nada, aparece de nuevo Jesús y no lo conocen como la primera vez, en que a lo mejor Pedro enojado dijo: este pobretón que no sabe nada de pesca viene a enseñarme a mi. Jesús nuevamente con la misma paciencia les dice que hacer, y al repetirse el milagro de la pesca uno de ellos le reconoce y el primero en ir hacia Jesús es Pedro, el renegón, el incrédulo como Tomas, al que le pidió a Jesús que lo salvará porque se hundía, el que le hizo una de las confesiones más memorables a Jesús: “Tu eres el Hijo de Dios”, el que lo negó, al que confirma el mismo Jesús en su amor en este mismo Evangelio.

Si queridos hermanos, el gran mensaje de este domingo es que no importa que grandes sean nuestro pecados, que grandes sean nuestras faltas de amor a Dios y a los hermanos, Dios, el Padre amoroso que revela Jesús siempre tiene paciencia, siempre enseña, siempre hace recuperar el primer amor con el que nos encontramos. La invitación este domingo es a tener la valentía, si estamos emprendiendo un nuevo rumbo en nuestra vida, a permanecer en el amor de Jesús, y si ya he llevado una vida cristiana, como la de aquel Joven rico, pero en los últimos años se me ha ido el animo, el entusiasmo y me he vuelto un poco negativo, recuperemos el primer amor, es decir, recuperemos el mismo entusiasmo con el que fuimos ha encontrarnos con Jesús por primera vez; y por supuesto que no será lo mismo pues hemos madurado ahora más, será como una respuesta más generosa, más consiente, pero con el mismo entusiasmo.

Esta Palabra de Dios nos ayuda a entender que a Dios y a su Hijo Jesús Resucitado, no le interesa la poca fe, la poca entrega, le importa el mucho amor. Por eso en este pasaje Pedro es confirmado tres veces por Jesús con la pregunta: “Simón, Hijo de Juan, ¿me amas?”; esta triple pregunta y la triple respuesta de Pedro: “Señor, tu lo sabes todo, tu bien sabes que te amo”, es la alusión de las tres negaciones de Pedro, como si el Señor estuviera sanando sus heridas, la herida de Pedro de haber negado a su Dios. También nosotros cuantas veces no nos sentimos dignos de acercarnos a Dios con todo el corazón, nos quedamos agazapados en un rincón, como cuando un gato tiene miedo,  pero Él siempre esta esperándonos y el mismo nos hace dignos, quien sobre esta bendita tierra es digno, es perfecto, para acercarse a Dios.

Queridas hermanas y hermanos no tengamos miedo de pescar a la forma de Jesús, y si lo hemos olvidado o si lo hemos dejado de hacer como la primera vez que nos dijo, recuperemos esa primera forma como Jesús nos enseño, no tengamos miedo de acercarnos a Dios, a Jesús, y aunque hayan mucho que no dan buen testimonio, y aunque hayan muchos hermanos que no comprenden su mensaje acerquémonos, pues los que nos estamos perdiendo sus regalos somos nosotros al no acercarnos a Él. Dejemos de lado nuestras malas concepciones de pureza, de dignidad, de perfección, solo Él nos hace puros, solo Él nos hace dignos, solo Él nos hace perfectos. Nos escoge, nos llama, no por ser los mejores, sino por amor, por que nos quiere, solo si descubrimos su amor podremos ser pescadores de hombres en esta sociedad sin sentido, sin valores, sin Dios, aunque andamos todos buscando a Dios.

Jesús nos habla a todos los cristianos “comprometidos”, a todos los bautizados: “apacienta mis ovejas”, no solo Pedro es el encargado de apacentar, también nosotros simples cristianos, hermanos menores, tenemos que apacentar con nuestro ejemplo a otros hermanos que andan perdidos, que otros se sientan contagiados a ser cristianos de verdad. A todos nos dice: “sígueme”, y sígueme por el mismo camino, pues Él es el camino, la verdad y la vida.

¡Con ánimo alegre sigamos a Jesús, pesquemos a su forma, amemos a su manera!

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

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