viernes, 19 de abril de 2013

Reflexión del 4to. Domingo de Pascua.


¿Quiénes son las ovejas de Jesús?


Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa.
(Juan 10,17-30)


Jesús se encuentra en el Templo ante los judíos, y seguramente ante los fariseos y saduceos, los cuales dicen que se presente tal cual es, si es el Hijo de Dios o el Mesias que lo diga claramente. Jesús contesta que ellos no creen ni por las obras que Él ha realizado y porque no son de sus ovejas. Es entonces cuando dice las palabras que hoy leemos este domingo en el Evangelio de San Juan. Pero, ¿Quiénes son, en realidad, las ovejas de Jesús? San Juan expone en estas palabras como debemos ser las ovejas que seguimos al Buen Pastor, expone la actitud de la oveja, la actitud del pastor y el camino que sigue la oveja.

Veamos detenidamente. Las ovejas del rebaño de Jesús, escuchan su voz: esta es la primera actitud de nosotros si queremos ser cristianos de verdad. Escuchar significa en la lengua judía “poner por obra lo que se conoce”, es decir, Jesús nos da a conocer lo que es Él, y lo escuchamos si ponemos en practica sus enseñanzas, su ejemplo, su mandamiento de amor, sus palabras, que son palabras de vida, pues las puso por obra Él primero, y dan vida si nosotros la ponemos en practica.

Después dice el texto, yo las conozco: Jesús, el Buen Pastor, conoce de que estamos hechos, pues Él nos ha creado, junto con el Padre y el Espíritu Santo, nos ha hecho con polvo (adan) y aliento de vida (eva), sin embargo nos ha creado a su Imagen y Semejanza (Cf. Gn 1, 26-31). Queridos hermanos y hermanas, Dios, la Trinidad, nos ha creado en su amor y por su gracia, antes de existir el pecado nos creo en gracia original, antes del pecado fuimos hechos en su amor, un amor puro, recuperemos este amor puro, reconociendo nuestras faltas claro, pero sin que ellas nos impidan acercarnos a Dios que nos ha creado, si nos acercamos con un corazón arrepentido Él nos perdona, pues conoce todo antes que se lo digamos. No tengamos miedo de encontrarnos con Dios, con su Hijo, el Señor Resucitado, pues Él conoce de que estamos hechos, pero nos da su gracia y amor para poder ser como Él, es decir, perecidos a Él, semejantes a Él, por eso en la misa al alimentarnos, Él nos hace como Él.

Otra característica de las ovejas es que ellas siguen al Pastor. Seguir y no imitar, pues imitar presupone copiar gestos, palabras, actitudes, copiar a la misma persona. En cambio, seguir, supone creatividad en el camino en el que se sigue a una persona, en este caso a Jesús. Si queridos hermanos y hermanas, seguimos a Jesús, pues “la vida Cristiana es un camino, es un movimiento” (Cf. Papa Francisco, Homilía de 1ra. Misa con el Colegio de Cardenales) es el camino que Jesús mismo marco, y es este camino que debemos seguir, la persona de Jesús es el camino y el Espíritu de Dios nos guía a cada uno de manera diferente por este mismo camino. Lo comprobamos cuando nos acercamos a Jesús. Él nos trata a todos de diferente forma, Él no quiere que lo sigamos como robots, en serie, se relaciona con nosotros como personas libres que somos, y a la vez como personas diferentes. Jesús quiere que lo sigamos libremente, y con gran amor, manifestado a aquellos que nos rodean, a los que están más próximos (prójimos) su amor de Padre y Madre. Por eso dice el mismo San Juan, “es así como conocerán a los cristianos, que se aman los unos a los otros”.

Si escuchamos la voz de Jesús, si tenemos siempre la conciencia de que Él nos conoce y nos perdona siempre, y si lo seguimos por el camino del amor tendremos vida eterna, no pereceremos y nadie nos arrebatará de sus manos. Jesús y el Padre son la misma cosa, es decir, son Dios, por lo mismo si permanecemos en Dios, en sus manos, junto a Él, con Él, nada nos faltará. ¡Animo! No tengamos miedo de escuchar su voz en el sagrario de nuestra conciencia, en los hermanos, en las circunstancias de la vida, en toda su creación. No tengamos miedo de acercarnos a Él, pues conoce perfectamente todo lo que somos, y “esto que Él sabe que somos es lo que somos en realidad y nada más” (San Francisco de Asís). No tengamos miedo de seguirlo por el camino difícil, por el camino de espinas, pues después de este camino esta Él mismo esperándonos, como nos espera en la cruz, con los brazos abiertos y entrar en su gloria. Solo se llega a la gloria pasando (pascua) por la cruz, que no es símbolo de martirio, sino de amor, un amor al recibir los bienes de Dios, pero también los males que nos aquejan por nuestra condición.
Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

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