Lucas 9, 11-17.
En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los
enfermos.
Cuando caía la tarde, los apóstoles se acercaron a decirle: “despide a la
gente para que vaya a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida,
porque aquí estamos en despoblado”. El les contesto: “denles ustedes de comer”.
Pero ellos replicaron: “no tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser
que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Eran como
cinco mil varones.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “hagan que se sienten en grupos de
cincuenta”. Así lo hicieron, y todos se sentaron. Después Jesús tomo en sus
manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo,
pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue
dando a los discípulos para que ellos los distribuyesen a la gente.
Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se
llenaron doce canastos.
¿EL CUERPO DE CRISTO?
Hoy
celebramos una de las fiestas en la Iglesia, con más sentido para la misma
Iglesia. Pero como pasa con muchas cosas de Dios queda ensombrecida con
discursos u homilías piadosas que no tienen nada que ver con lo esencial de la celebración,
que es que la Iglesia somos todos los bautizados, y que por medio de la
comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos convertimos en su cuerpo
místico, es decir, en un reflejo de su cuerpo, nosotros el cuerpo y Él la
cabeza.
El
concilio Vaticano II dio una nueva interpretación de la Iglesia que se percibía
como una estructura bien diseñada, como una jerarquía, como una estructura
piramidal, donde en lo más alto estaban los jerarcas, después los sacerdotes y
religiosos, y por último la muchedumbre de los fieles. Hoy es distinto, por lo
menos en el papel, pues en los documentos conciliares se nos da una nueva
visión de la Iglesia, que muchos estudiosos dicen que no hemos puesto en
practica al 100 %. Y una de estas visiones es la de “cuerpo de Cristo”, es
sobre esto que quiero ahondar.
Si
la Iglesia es el “cuerpo de Cristo” como afirman los textos del concilio, ¿porque
seguimos pensando que las cabezas de la Iglesia son los jerarcas, los
sacerdotes, los “señores de este mundo”? ¿Por qué en la práctica seguimos
viendo a la jerarquía como la cabeza del “cuerpo de Cristo”? la respuesta es
sencilla, porque la cabeza visible del “Cuerpo del Señor” que es la Iglesia, en
realidad, son el Papa, los Obispos, los Sacerdotes, los Diáconos, sin embargo
se nos olvida que la cabeza visible e invisible del “cuerpo” es Cristo. Desde
todos los tiempos la Iglesia es “cuerpo de Cristo” con su cabeza Cristo el
Señor, por lo tanto los que vemos como señores, lo son por este momento, mientras
que Jesús es el Señor del tiempo. Todos estamos llamados (señores y bautizados
en general) a dar de comer a todos, como dice el Evangelio, el mundo vivé en
hambre de Dios, de amor, de justicia y no hay quien les dé de comer. Se nos ha
olvidado que estamos llamados a dar, a servir, a alimentar. Como “cuerpo” demos
el “Cuerpo del Cristo” con nuestro ejemplo antes que sacramentalmente, para que
cuando lo recibamos sacramentalmente todos seamos “uno”.
Queridos
hermanos y hermanas, si somos un “cuerpo”, como Iglesia, entonces lo que
hagamos, bueno o malo, repercutirá en todo el cuerpo. Si se enferma el riñón,
todo el cuerpo se enferma, si hay una herida en el pie todo el cuerpo siente, así
como cuando un órgano siente un placer lo siente todo el cuerpo. Somos “uno” en
el cuerpo de Cristo, queramos o no influimos de manera positiva o negativa en
él, seamos consientes de que forma queremos influir.
Si
somos un cuerpo, el cuerpo siempre obedece lo que dice la cabeza. Y obedecer no
es sometimiento pasivo, es una decisión activa que hacemos cuando creemos en
Cristo, cuando confiamos en Él, de él podemos estar seguros que no nos
defraudará, que no esclavizará, que no nos humillará, que siempre nos amará. Lo
difícil empieza cuando obedecemos a las cabezas visibles, que el mismo Dios
pone, pues somos humanos todos, que podemos corrompernos con el poder, el
placer y el tener, y podemos aprovecharnos de los demás o ser dominadores. Sin
embargo si nos sometemos a la obediencia de los “señores del momento” nos
sometemos a Dios, pues Dios obra con nosotros, sin nosotros y a pesar de
nosotros, es decir, al que obedecemos, al final de los casos, es a Dios, aunque
las cabezas piensen que tienen el poder, el único que lo tiene para siempre es
Dios, y nuestro Dios es el único justo.
Cada
uno en la Iglesia es también “cuerpo del Señor”. Por eso si ese cuerpo no anda
bien nos sentimos como enfermos, desanimados, enojados, sin sentido, en una
palabra “tibios”. Y somos “cuerpo de Cristo” porque cada vez que comulgamos
Jesús-Dios nos hace como Él, cada vez que comulgamos Él hace cumplir su misma
palabra: “que todos sean uno como tu y yo somos uno”, sin embargo esta palabra
se cumple a medias, no por responsabilidad de Dios, sino por nuestra
responsabilidad. No podemos llamarnos verdaderos cristianos si no procuramos
cada día ser uno con Dios y los hermanos, podemos comulgar el Cuerpo de Cristo,
pero no hacer el “cuerpo de Cristo”.
Hermanos
y hermanas, creo que es tiempo de hacer un examen de conciencia personal, comunitaria,
global, social y estructural, para que podamos avanzar con decisión hacia Dios,
pero como Iglesia-asamblea de Dios, pues Dios nos llama como fraternidad, no
como islas. No debemos desanimarnos, antes bien hay que anunciar y denunciar con
valentía que el Cuerpo de Cristo que celebramos y comulgamos en la Misa esta
vivo entre nosotros, que nos une en un mismo espíritu con Dios-Trinidad. Solo
con esta conciencia, con este empeño podrá crecer el número de los verdaderos “creyentes”
en Jesús.
¡Animo!
Sigamos caminando, pues nuestra vida es un camino de retorno a Dios, pues de
Dios salimos y a Él volvemos, así como el Hijo Prodigo.
Fray
Juan Gerardo Morga, OFMCap.