domingo, 16 de febrero de 2014

Homilía del 6° Domingo del Tiempo Ordinario.

De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios: 2, 6-10.


A los maduros en la fe les proponemos una sabiduría: no sabiduría de este mundo o de los jefes de este mundo, que van siendo derribados. Proponemos la sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, la que Él preparó desde antiguo para nuestra gloria. Ningún príncipe de este mundo la conoció: porque de haberla conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria. Pero, como está escrito: Ningún ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana concibió, lo que Dios preparó para quienes lo aman.

A nosotros nos lo ha revelado Dios por medio del Espíritu; porque el Espíritu lo escudriña todo, incluso las profundidades de Dios.

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JESÚS: sabiduría de DIOS.

Hola hermanos y hermanas, el Señor les de la paz.

El domingo pasado san Pablo hablaba de como anunciar a Jesús, no con palabras rebuscadas o con sabiduría humana, sino con la sencillez que caracterizaba al mismo Señor cuando anunciaba a su Padre, el Reino y la vida feliz en compañía de Dios y de los que son de Dios.

Hoy la segunda lectura va en el mismo tono, pues es una continuación de la lectura del domingo pasado, pero ahora san Pablo dice que los que tienen una fe madura se les propone una sabiduría, y es la sabiduría de Dios. Y aquí hay que reflexionar en dos cosas: ¿Cómo se madura la fe? y ¿qué es la sabiduría de Dios? En esto basaré toda la reflexión.

Me gusta decir que la vida de fe, la vida del cristiano es un camino, entonces madurar en la fe es haber caminado por este camino, a veces no tan fácil, a veces con cardos, con espinas, haber superado estas dificultadas y haber perseverado en el camino. Una persona que ha madurado en la fe es aquella que confía en Dios, que se confía en su amor en la salud y en la enfermedad, en las tristezas y en las alegrías, cuando le va bien y cuando le va mal, es una persona que no se escandaliza con el pecado del hermano, sino que lo comprende y le ayuda. Madurar en la fe es salir de nuestros esquemas cuadrados y mirar con los mismos ojos de Dios a los demás, es dejar de estar encerrados en nuestros ritos, a veces vacíos, para salir a la calle y anunciar el amor, que es Dios, con nuestras vidas, con alegría y con gozo. 

Quien es maduro en la fe es responsable en la tarea evangelizadora que le toca por ser bautizado, toma en serio su misión de discípulo y misionero de Cristo. Quien es maduro en la fe no deja tirado el trabajo pastoral, las tareas de pastoral o los compromisos que tenemos, cada uno en su nivel, en la Iglesia. Dudaría de un agente de pastoral, de una catequista, de un (a) coordinador (a), de un ministro de la comunión, de un diacono, de un sacerdote si tiene una fe madura, cuando deja a la deriva la celebración de la Eucaristía, los enfermos que les toca visitar, los niños que necesitan de una solida catequesis, de los pobres que necesitan de la ayuda de la Iglesia.

Hermanos y hermanas, san Pablo nos anima a ser maduros en la fe, de tomar nuestra responsabilidad de bautizados que es el anuncio de Cristo, de su Reino de amor a los demás con el ejemplo y si es necesario con las palabras. Pero nadie puede dar algo que no tiene, a veces se deja de lado las obligaciones de la misión, de la tarea de evangelizar, "ya no voy al grupo de mi parroquia", porque no se posee la sabiduría de Dios. Esta sabiduría de Dios es Cristo mismo, es decir, sino tenemos a Cristo en nuestro interior, si no asistimos a encontrarnos con Él en los sacramentos, en especial en la Eucaristía, no podemos anunciarlo a los demás, y en lugar de dar a Jesús a los demás, damos pero lastima porque no es parte de nuestra vida.

Y ¿cómo poseemos a Jesús? ¿cómo adquirir la sabiduría divina? pues por medio de la platica diaria con el Señor (la oración), con los encuentros espontáneos con los hermanos, pues con ellos nos encontramos con Jesús, en los encuentros con Jesús en su Palabra (Biblia), en los sacramentos (bautismo, comunión, confirmación, unción de los enfermos, reconciliación, matrimonio y orden sacerdotal), pero sobre todo en el encuentro de los hermanos que sufre por enfermedad, por la pobreza, por la marginación. A veces aprendemos más de Dios con una persona que sobrelleva los dolores de su enfermedad con paciencia y por amor a Dios, que con una platica de la catequista o con la homilía de un padrecito.

Si, hermanos y hermanas, busquemos la sabiduría divina no solo en nuestros grupos cerrado de Iglesia, no solo en la reflexión de la Palabra de Dios, tambien en los hermanos que sufren, en los pobres, pues recordemos que Jesús en un pasaje de los Evangelios da gracias a Dios Padre porque revela sus misterios a la gente sencilla, a la gente humilde, a los pobres.

Que pasen un excelente domingo y pasemos más allá de lo que tenemos que hacer, hagamos más de lo que nos toca, y la medida que sea el amor de Dios que nos apremia a vivir dándonos a los hermanos sin esperar nada a cambio. ¡¡¡ Feliz domingo !!!

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

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