domingo, 18 de mayo de 2014

Homilia del IV Domingo de Pascua.

1P 2,20b-25: Habéis vuelto al pastor de vuestras vidas.

Queridos hermanos: Si, obrando el bien, soportan el sufrimiento, hacen una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto han sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por ustedes, dejándoles un ejemplo para que sigan sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas los han curado. Andaban descarriados como ovejas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus vidas.
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Jesús, oveja y pastor.


Hola hermanos y hermanas,

Hoy todo habla de pastor en la liturgia, pero de nuestro Pastor, Jesús, pues el aprendió a ser Pastor siendo oveja. Sí hermanos y hermanas, Jesús también es oveja del Padre, tuvo que obedecer al Padre, aprendió a obedecer sufriendo, veamos.

La carta primera de Pedro nos da a entender que para Jesús no fue fácil obedecer, a veces podemos pensar que como era Dios no le fue fácil obedecer, pero seguro que le costó aunque nunca desobedeció, incluso al final de su vida en Getsemaní le dice al Padre: “aparta de mi este cáliz”, pero de qué cáliz, del cáliz de su propio parecer, del parecer que todos piensan que es correcto.

Jesús es pastor de nuestras vidas, es guía de nuestras vidas, pero él no puede decir que él mismo se guía, pues él se deja guiar por el Padre. Así nosotros siempre necesitamos de su guía, pero somos como él oveja y pastor de otros, alguna vez tenemos que ser oveja para luego ser pastor. Y recordemos las palabras de Jesús: “el pastor da la vida por sus ovejas”, si queremos ser buenos pastores y pastoras tenemos que dar la vida por los demás, y esto significa lo que hacen los padres pos los hijos, lo que hace el amado por la amada, el amigo por el amigo, el hijo por el padre o la madre, es decir, el sacrificio de amor que hacemos por amor al otro. En cambio cuando nuestra vida no se entrega (amar) la vida se vuelve insípida, se vuelve estéril, se vuelve aburrida, monótona, la felicidad esta en darse a los demás. La felicidad de Jesús, el Buen pastor, es la oveja, es que la oveja este bien, Jesús no se alegra o no se aprovecha de la oveja trasquilándola, sino salvándola.

Creo que estamos llamados a ser pastores a la manera de Jesús, siendo solícitos para salvar a la oveja, no condenemos a la oveja, no la trasquilemos, ayudémosla a que sea plena, a que sea feliz, no tenemos derecho de aprovecharnos de las ovejas, pues el mismo Señor que podía no lo hizo, sino que sirvió con toda humildad, pasando por la cruz, pasando por la muerte en vez de matar a una oveja suya, “no quiso perder ni una sola”, no quiso aprovecharse, sino que murió por todas.

Animo hermanos y hermanas, en la tarea de ser oveja y pastor a ejemplo de Jesús. Entreguemos la vida a algo bueno, a algo sublime, pues vale la pena perder esta vida por amor a los demás, por amor a Dios.

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

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