sábado, 13 de junio de 2015

Homilía del DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO.

Del Libro del profeta Ezequiel. 17, 22-24. 
Esto dice el Señor: Tomaré una rama de un cedro, del cedro alto y encumbrado; cortaré un brote de la más alta de sus ramas y yo lo plantaré en un monte elevado, lo plantaré en el monte encumbrado de Israel. 

Echará ramas, dará fruto y llegará a ser un cedro magnífico; anidarán en él todos los pájaros, a la sombra de su ramaje anidarán todas las aves. Y sabrán los árboles silvestres que yo, el Señor, humillo al árbol elevado y elevo al árbol humilde, seco el árbol verde y reverdezco el árbol seco. Yo, el Señor, lo digo y lo hago.

"de tal palo tal astilla"

"Que el Señor les de su paz" a todos, hermanos y hermanas.

Hay un dicho popular que dice: "de tal palo tal astilla", es decir, que como es la astilla se conoce de que árbol es. Algo así pasa con la lectura de hoy y quiero referirla a los padres de familia y los hijos.

A todos nos han preguntado alguna vez de quien somos hijos, de donde viene nuestro origen, de que familia somos, pero también en los ambientes rurales no es necesario preguntar esto, pues con tan solo conocer al hijo se sabe quien es el padre o la madre. Quiero confesarles algo muy personal, cuando en mi pueblo - Mazatán, Chiapas - me ven personas que tiene mucho que no veo o que no me conocen ya de adulto, sin que yo les diga de quien soy hijo, adivinan de pendiendo de mi forma de ser, y dicen: este es hijo de Gladys o de Saúl. Y es que sin duda que cada uno tiene algo de los papas, pues así como la rama se parece al árbol de donde fue sacado los hijos se parecen o tienen algo de los padres.


Cada padre es como un cedro y este se conoce por las ramas. Por eso en esta lectura dice que el árbol que se desarrolle de la rama cortada será aún más grande que el cedro de donde fue sacado. Por gracia o desgracia así es, los hijos superan a los padres en su grandeza o en su maldad. Cuando un papa o una mama sembraron una buena semilla, como dice el Evangelio puede crecer y desarrollarse una buena siembra o unos buenos frutos; por el contrario, si un padre de familia le da mal ejemplo a su hijo, el hijo tiene 
como escudarse de sus errores y dice: "si mi papa o mama lo hace, porque yo no". 

No tomemos la actitud desanimada de muchos lideres, de muchos padres, maestros, lideres de opinión o sacerdotes, que se desesperan o se desaniman porque parece que nada avanza, que no hay cambios, o que lo que hacen no tiene ninguna injerencia. He escuchado padres que dice: "para que darles estudio a mi hija, si la rato se va a ir con el novio", este siempre dicho es reflejo de un padre de familia desanimado y que ya no quiere sembrar cosas buenas en su hija, que no es lo suficientemente fuerte para fortalecer a sus hijos o para que sus hijos sean mejores que él. Hay padres que les interesa más el dinero o los bienes materiales que la educación de los hijos que tiene su fundamento en el hogar. Muchos papas vienen a decirme que están batallando con su hijo con su hija, y siempre les pregunto ¿se acercan a Misa? ¿escuchan a su hijo o hija? ¿tienen para compartir con ellos? ¿hay una buena comunicación? ¿les tienen paciencia pensando en lo tremendos que fueron, a su vez, con sus padres?

De la respuesta a estas preguntas depende de que el padre se parezca a este cedro de la lectura de hoy, hay ocasiones que el padre o la madre dicen: "si yo sufrí, mis hijos tienen que sufrir también". Lo cierto es que cuando un padre ama a su hijo siempre va querer que su hijo o hija se supere más que él, que este en una posición mejor que ella. Tenemos que predicar con el ejemplo a los hijos pues esa es la mejor semilla, es la mejor actitud de un cedro que esta fuerte y que permite que la rama sea un mejor cedro que el primero. No nos cansemos de educar a los hijos, pues de lo que sembremos hoy dependerán los frutos de mañana. Los hijos siempre son el reflejo de los padres, y aunque digamos con la boca o los regañemos no perdamos la comunicación con ellos. 

¡Alabado sea Jesús!


Fray Juan Gerardo morga, OFMCap.

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