lunes, 5 de octubre de 2015

Homilía del XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

Del libro del Génesis: 2, 18-24.


El Señor Dios se dijo:

   —No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda adecuada.

Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las fieras salvajes y todos los pájaros del cielo, y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las fieras salvajes. Pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada.


Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y el hombre se durmió. Luego le sacó una costilla y llenó con carne el lugar vacío. De la costilla que le había sacado al hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre.


El hombre exclamó:

   —¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque la han sacado del Hombre. Por eso el hombre abandona padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola carne.

¿Casados o divorciados?

Hola hermanos y hermanas.

Hoy las lecturas nos iluminan del tema central del sínodo que hoy inicia en Roma, sobre la familia o particularmente al matrimonio. Cuando se habla del matrimonio creo que esta claro que es una alianza de amor que por su fundación en el amor no permite indisolubilidad, infidelidad o no abierta a la vida, sin embargo estas características que son esenciales en el matrimonio no las defendemos cuando se trata del matrimonio místico que cada alma tiene con Dios o que la Iglesia tiene con Cristo, claro que no es igual pero podríamos decir que como Iglesia somos muy estrictos con las familias o con el matrimonio y no con esta realidad de que la Iglesia también es esposa de Cristo y con Cristo también debe expresar la bondad de Cristo, la misericordia de Cristo, el amor de Cristo, pues si en el matrimonio, dice el Génesis, el hombre y la mujer son una sola carne, también en el matrimonio místico de Cristo con la Iglesia hay un solo cuerpo y la Iglesia tiene que ser puente, fuente y extensión de la persona de Cristo en el mundo. Por eso quiero referir dos puntos que de repente la Iglesia no expresa en su calidad de madre.

Primero, no se valora a la mujer con toda la fuerza que lo hace el Génesis. Es curioso que el texto no dice que la mujer fue creada de la cabeza o los pies del hombre, sino que es creada de la costilla y recordemos que el hombre a su vez fue creado del "humus" (polvo, de allí viene humildad), esto expresa que la mujer y el hombre son creados en la misma dignidad, que no se puede justificar que el hombre, creado del polvo, domine a la mujer de tal forma que frustre sus sueños, sus deseos, su desarrollo personal. A veces como pastores nos quejamos que hay mucho machismo en nuestros ambientes, pero como sacerdotes no permitimos que las mujeres o los sencillos se expresen, incluso no las escuchamos y nos mofamos que solo nosotros podemos tener buenas ideas o ser teólogos, pensamos que las mujeres son solo para hacer las actividades para la recaudación de las parroquias (haciendo gorditas, enchiladas, sopes, tamales, etc) o para limpiar los templos o espacios. Ellas podrían ayudarnos a desarrollar nuestros planes pastorales, a preparar nuestras homilías, a enriquecer nuestro ministerio si las escuchamos, no critiquemos la falta de igualdad de genero en el mundo sino incluimos en nuestros ambientes eclesiales a las mujeres.

En segundo lugar la Iglesia (todos los bautizados) no estamos plenamente conscientes de que somos esposa de Cristo, incluso algunos parece que estamos divorciados de Cristo. Cuando solo hago la comunión, o cualquier sacramento por un mero tramite, por costumbre o porque lo consideramos como un evento social estamos divorciados de Cristo. Cuando creo que pago un sacramento o considero que las aportaciones son un "negocio", estamos divorciados de Cristo; de allí que la Iglesia se perciba como rica, porque se "pagan los sacramentos", lo cierto es que no le podemos pagar nada a Dios, pues no tiene precio lo que nos da, la aportación que damos es, como dice el mandamiento de la Iglesia, para ayudar en las necesidades de la misma Iglesia (agua, luz, telefono, manutención de los ministros, gastos de evangelización, templos, caridad, escuelas, etc.), pero cuando no se administran bien o no se utilizan esas aportaciones también estamos divorciandonos de Cristo.

Hay otra actitud del cristiano católico que le hace divorciarse de Cristo, cuando se piensa que solo en la misa o en el ámbito privado se es cristiano. Cuantos hermano y hermanas vienen a la Misa, incluso comulgan y no dan un buen testimonio o son corruptos a la hora de recibir algún sacramento (cito el hecho de una parroquia aquí en Monterrey en la que la gente da una generosa aportación para no asistir a las platicas del sacramento o porque los padrinos no son casados). Cuando un cristiano solo lo es por apariencia y no de verdad, esta divorciado de Cristo. Cuando somos cristianos de viernes santo y no llegamos al domingo de resurrección estamos divorciados de Cristo. Cuando somos cristianos murcielagos que nos gusta la oscuridad antes que la luz de Cristo, que nos gusta más el pecado o no confesarnos, que la gracia y confianza en Dios Padre que persona siempre, estamos divorciados de Cristo.

Creo que la crisis de la familia, de los matrimonios que se divorcian también tiene su raíz en el hecho de que NOSOTROS LA IGLESIA (los bautizados) no hemos comprendido nuestro matrimonio místico con Cristo, y si no hemos comprendido esto menos hemos comprendido esa bella expresión de que la "Iglesia es madre", una madre que abraza a pesar de que los hijos no sean perfectos, que recibe siempre con el corazón abierto, que camina al encuentro del hijo que se le pierde, que cura las heridas, que tiene entrañas de misericordia como el Esposo (JESUCRISTO). 

Dios nos ayude a comprender esta realidad del matrimonio místico entre nuestras almas con Cristo, de la Iglesia- comunidad con  el Dios-con nosotros.

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.





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