domingo, 6 de septiembre de 2020

LA CONDICIÓN PARA CORREGIR, QUE TENGAS AMOR EN EL CORAZÓN.

Cuando en una comunidad de creyentes hablamos de corregir, pensamos que hay que hacerlo con criterios bien humanos, a nuestra forma de pensar, según como uno es, y de alguna manera lo hacemos así, pero hay que tener en cuenta una característica esencial para corregir al que esta errado, equivocado o en "pecado": se necesita que la persona que corrija tenga AMOR EN EL CORAZÓN.

Es tan delicado y complicado corregir, que hay que hacerlo con la única actitud de que la persona corregida se sienta amada, porque una corrección solo para hacer sentir mal a la persona no sirve, por eso hay que cuidar esto en tres niveles:

- EN LA CORRECCIÓN FRATERNA. No se puede corregir a alguien sino se tiene la plena certeza de que "somos hermanos". Cuando la corrección se hace en el ámbito fraterno, en un ambiente verdaderamente humano y cristiano, va a tener un verdadero fruto la corrección. Y este fruto esperado es que la persona corregida capte de lo que se esta perdiendo por estar en un camino errado, de lo que se pierde por tener una actitud arrogante o soberbia. Esta corrección entre hermanos siempre se debe hacer cara a cara, de frente como hermanos que tienen diferencias, pero que sobre todo se aman. Tambien ha de hacerse con profunda humildad, porque la persona que corrige puede estar, en otro momento, mucho más errada que el hermano que corrige.

Por otro lado, no se puede recibir una corrección si la persona no es suficientemente equilibrada o sana emocionalmente. Muchos desentendidos se dan cuando la persona que es corregida hace una telenovela de todo el proceso de corrección, cuando no ha tratado sus propias heridas, cuando no es sana mental y emocionalmente. Incluso, no solo no da fruto la corrección sino que es peor, porque se distancian los hermanos. Es una tristeza que por no haber conseguido una sana y equilibrada personalidad, se pierda la oportunidad de crecimiento.

- EN LA RECONCILIACIÓN SACRAMENTAL. Dos actitudes básicas que pueden ayudar en la confesión de los pecados son: la humildad del confesor en reconocer que se puede caer igual o peor que el penitente, nunca escandalizarse, nunca violar la conciencia de las personas, nunca constituirse como juez implacable. Por otro lado, no hacer del confesionario una cámara de tortura, esto último lo aconseja el Papa Francisco muchas veces, que el confesionario sea un lugar de encuentro con el Señor, un encuentro amoroso y efectivo, un encuentro que marque un antes y un después en la vida de las personas, pero sobre todo un encuentro que acerque de verdad al hijo con su Padre.

- EN LA PLEGARIA ANTE NUESTRO PADRE. Se constata que ningún padre va a ser malo con su hijo, que le va a desear siempre lo mejor, incluso el padre o la madre dan la vida por su hijo, y aunque esto no fuera así, si lo es en nuestra relación con Dios. Él como un Padre amoroso nunca desoye lo que sus hijos le piden, siempre esta pendiente de lo que sus hijos necesitan, esta dispuesto a darse así mismo por sus hijos. Por eso el Evangelio de hoy nos invita a que confiemos plenamente en que lo que pidamos se nos concederá, pero que lo pidamos en comunión con los hermanos. Que a pesar de las diferencias, a pesar de las correcciones al final es "tan hermoso ver convivir los hermanos unidos", y más aún unir la voz en la plegaria al Padre para ser beneficiados de su amor, su bondad y su misericordia.

Pidamos la gracia de "la madurez espiritual", para que trascendamos a un nivel más humano, más cercano al otro, más comprensivo al otro, a pesar de las limitaciones por las heridas del pasado y podamos asemejarnos al que vino a ser verdaderamente humano y a enseñarnos que quien realmente es humano también es divino.

Fray Yolo

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