sábado, 2 de febrero de 2013

I Domingo del Tiempo Ordinario, Bautismo del Señor.


El Bautismo del Señor
Lc 3, 15-16; 21-22.

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo a todos: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".

Es fácil confundir a las personas en la vida cotidiana. También en el tiempo de Jesús, era fácil confundirlo con hombres que también anunciaban el Reino, sin embargo es Juan el que disuelve esta confusión, con el que confundían al Mesías. Cuando Juan dice que el bautiza con agua, pero que Jesús nos bautizaría con el Espíritu Santo y fuego, daba a entender que el bautismo de Jesús era más importante que el de él; en otro pasaje de la escritura dice que Juan debe disminuir y Jesús crecer. Juan estaba consiente que era tan solo la voz que preparaba el camino del Señor, la Voz (Juan) que daba paso a la Palabra (Jesús), el siervo (Juan) que daba paso al Señor (Jesús).

Pero ahora viene la pregunta, tal vez que todos nos hacemos: ¿Cómo Jesús se hace bautizar, si esto se hacia solo con los que se arrepentían de sus pecados, y Jesús no tenia pecado? La respuesta la han dado muchos hermanos a lo largo de los siglos, y esta es que Jesús se hizo bautizar para santificar todas las cosas en Él, es decir, santifica el agua, santifica al que bautiza y al que se hace bautizar. Todo lo que Jesús hace a partir de este día de su bautismo es en favor de otros, lo hace en favor nuestro, los sacramentos no son para Dios, el bautizarnos o ir a misa no le beneficia a Dios, sino a nosotros y si no participamos de estos sacramentos que nos fueron dados por Jesús, nos estamos perdiendo de sus regalos, pero como son regalos, cada uno tenemos que tomarlos con libertad, gratis, sin presión.

Lo que la Escritura atestigua cuando dice, que el cielo se abrió y se oyó la voz del Padre, es lo que pasa en nuestro bautismo, y todos los que se bautizan son llamados por Dios “hijos predilectos”. Si hermanos todos somos hijos predilectos en el “Hijo predilecto”, todos somos hijos de Dios, en Jesucristo el “Hijo de Dios”, y por el bautismo esto se realiza plena y perfectamente. Y por lo mismo que somos hijos, todos los bautizados somos hermanos muy amados del Hijo y de todos los hermanos del Hijo, por eso el mandamiento de Jesús es claro: “ámense los unos a otros como yo los he amado”.

A veces ignoramos muchas cosas sobre este regalo del bautismo, y quiero ahora hablar de esto. Cuando un bebe esta gravemente en peligro de muerte, puede ser bautizado por cualquier persona, sin que sea sacerdote, incluso por una persona no bautizada, pero que lo haga como lo hace la Iglesia y en el nombre de la Trinidad (“en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo), pero si el bebe se recupera es necesario llevarla ante un sacerdote para que complete el rito del bautismo.

También pueden haber varios tipos de bautismo: bautismo de hecho, cuando se realiza conforme a todas las disposiciones de la Iglesia; bautismo de deseo, cuando una persona no es bautizada, pero tiene el deseo, y muere; y bautismo de sangre, cuando una persona muere mártir en nombre de Jesús, pues su propia sangre derramada por el nombre de Cristo sirve de purificación de sus pecados.

Andemos como bautizados en la vida, el bautismo nos debe de llevar a vivir una constante conversión, es decir, no dejarnos estancar como el agua cuando se estanca y se pudre. Hermanos y hermanas, vivamos el don del bautismo en este sentido, en constante conversión, renovación en todos los aspectos de nuestra vida, pero estemos consientes de que no podemos hacerlo solos, por eso pidamos la ayuda de Aquel que nos ha dado este don, este regalo gratuitamente.
Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.

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