sábado, 3 de enero de 2015

Homilía del 4to. Domingo de Adviento.

Del segundo libro de Samuel. 7,1-5. 8b - 12. 14a. 16

Cuando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor le dio la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: «Mira, yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda.» Natán respondió al rey: «Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.» 

Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor: «Ve y dile a mi siervo David: "Así dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo, lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y, cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mí presencia; tu trono permanecerá por siempre.»
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SEÑOR, CONSTRUYENOS LA CASA...

Hermanos y hermanas, que el Señor les de su paz:

Estamos al final del tiempo de preparación para la navidad, y aveces pensamos con la palabra "preparación" que se trata de un esfuerzo sobrenatural o solamente un esfuerzo nuestro. El estracto del libro del profeta Samuel que leemos en la misa es claro al decir que no somos nosotros los que hacemos o preparamos algo para Dios, sino que es Dios el que nos prepara o nos construye la casa.

Igual o parecido, los seres humanos de hoy y de siempre, pensamos que somos nosotros los que logramos las grades hazañas de la historia de la humanidad o la historia de la Iglesia, pero lo cierto es que aunque nos creamos constructores de la historia o sus manipuladores, es Dios que actúa con nosotros, sin nosotros y a pesar de nosotros, Él construye la suerte de su pueblo solo movido por el amor que le tiene y aunque nos sentimos poderosos porque tenemos el poder, dinero o placeres, Dios se vale de estas cosas, de nuestras debilidades, sabe sacar cosas buenas de las maldades del ser humano o como dice un refrán popular: "Dios escribe derecho en renglones torcidos".

A nivel personal podemos pensar que nuestros esfuerzo es el que nos llevará a la santidad, nuestros ayunos, privaciones, seguir las reglas, ser de un carácter manso, afable, parecernos a Jesús físicamente, actuar de forma falsa ante los demás, construir una imagen de nosotros mismos, pero no nos engañemos la santidad es un don (regalo) de Dios y por lo mismo debemos de pedirlo, lo que podemos hacer externamente solo sirve para favorecerla o destruirla.

Algo parecido sucede cuando se trata de la construcción del Reino de Dios en el mundo, pocos discípulos, pocos misioneros del Reino están consientes de que la tarea la hacemos nosotros pero el que nos construye este Reino es Dios mismo, es decir, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es el que lleva a cabo lo que el hombre comienza. Personalmente les comparto que cuando me ordenaron padrecito caí en la tentación de creer que yo era el que celebraba la Misa, yo confesaba, yo bautizaba, yo casaba, yo, yo, yo. Pero gracias a un sacerdote más experimentado Dios me hizo caer en la cuenta de lo que ya había estudiado y sabía, que es Él el que actúa a través de mi, que soy solo un instrumento que una vez que no me necesite me dejará en un rincón como sucede con una guitarra o cualquier instrumento viejo, se le tiene cariño pero se le tiene en un rincón.

Creo que este último domingo de este tiempo de Adviento debemos pedirle al Señor: "Señor, constrúyenos la casa"; construya la casa de nuestro corazón para recibirlo, no hagamos una casa al gusto de nosotros, sino al gusto de Él, no queramos recibirlo en un palacio pues recordemos que Él quiso nacer en un establo pobre. No queramos construir el Reino de Dios a nuestro gusto, sino como Él lo quiere, y creo que el papa Francisco lo define muy bien: "prefiero una Iglesia accidentada por salir que enferma por estar encerrada".

Buen domingo, y digamosle al Señor: "Señor, constrúyenos la casa"

Fray Juan Gerardo Morga, OFMCap.



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